Indicadores de integración holística


Un tema de conversación frecuente entre las personas que siguen intencionadamente un camino de autoconocimiento es encontrar puentes y maneras para integrar lo humano y lo divino en cada uno, cómo pasar de la dualidad a la integración, de la fragmentación a lo holístico.

Las rutas de hacer esa integración son diversas y cada uno seguirá aquellas con las que más resuene y le ayuden. Por ejemplo, hay personas a las que la meditación los conecta consigo mismos y abre posibilidades nuevas, mientras para otras es insufrible, no logran concentrarse y no le es útil. No es la metodología la importante, sino el efecto de ampliación de consciencia que logra en la persona, con fluidez y sin padecer la práctica. Ese es un trazador nítido del método efectivo para cada uno.

¿Cómo saber que vamos avanzamos en la integración de nuestro ser, dejando atrás lo polar, dual, el debate entre lo bueno y lo malo, lo verdadero y lo aparente?

Proponemos cuatro indicadores de la integración holística para chequear nuestro nivel de desarrollo personal:

1. Una actitud descriptiva para observar los fenómenos que ocurren. Es simplemente mirar para comprender. Esta disposición fenomenológica se ve reflejada en dejar el propio juicio entre paréntesis, contemplación en la acción y metaposición sistémica. Se trata de mirar el bosque y a la vez los árboles, para captar del modo más amplio posible el territorio que se observa. Los mapas previos que tenga del territorio hay que dejarlos de lado para observar e identificar posibles cambios en la geografía humana y relacional. 

2. Templanza afectiva, ecuanimidad y equilibrio emocional. Las emociones nos sacan de nuestro centro, nos invitan a la reacción impulsiva e inhiben dramáticamente nuestra capacidad de pensar, razonar y tomar decisiones efectivas. Más que emociones necesitamos conquistar estados de ánimo balanceados.

3. Usar la interocepción (la consciencia de las sensaciones corporales internas) como la fuente primaria para comprender los hechos y fenómenos. Anclar nuestras miradas, opiniones y sentimientos en lo que nuestro cuerpo nos va señalando es una poderosa manera de darle sustento a muchos de nuestros pensamientos. La mente puede engañar, pero el cuerpo no miente. Usar la tecnología de nuestro cuerpo como base del pensar, analizar y decidir rompe la lógica racionalista y nos hace seguir la natural integración y sabiduría de lo organísmico. Nos permite operar de un modo encarnado, sin disociar nuestro ser en fragmentos. 

4. Elección consciente de nuestras acciones y sus consecuencias. Pocos nos detenemos a anticipar qué pasará si decido algo o me comporto de una determinada forma. Los ingredientes clave de una elección consciente son detenerse, dejar que los procesos sigan su curso natural sin apurar lo que toma tiempo de gestación y reflexión, imaginar diferentes escenarios e impactos de los comportamientos que exteriorizaremos y, luego de ello, elegir éticamente qué hacer.

Te invito a observarte a la luz de estos cuatro indicadores, preguntándote si estás hoy más cerca de la fragmentación o de la integración, y si alguno de estos estándares te ayuda en tu camino de autoconocimiento.


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