Los impactos de una persona positiva

Una persona positiva es la que todas las mañanas toma la decisión de construir un buen día, más allá de las circunstancias, problemas o dificultades que todos enfrentamos. Es buscar deliberadamente lo bueno, valioso y que da sentido a la vida cotidiana. Es estar consciente que mi calidad de vida depende de cómo interpreto lo que sucede y de contar con herramientas para surfear los momentos difíciles.

 Las personas positivas tienen más emociones positivas que negativas; buscan relaciones marcadas por la alegría, la comprensión y la reciprocidad; crean contextos de acogida y encuentro; están completamente presentes en las conversaciones; son agradecidas de los pequeños detalles de la vida; viven en el presente y no se quejan de lo pasado ni si angustian por lo futuro, no obstante tienen sueños de una mejor vida para sí mismos y los demás; saben que la clave de ser feliz es florecer donde están plantados.

Las personas positivas tienen emociones negativas como cualquiera y no las esconden ni las niegan. Han aprendido a gestionarlas, a identificar cuál es el mensaje que les traen, a sentirlas y a darse cuenta que la fuerza movilizadora de cualquier emoción tiene efectos constructivos o destructivos según la propia capacidad de reflexionar y mentalizar el para qué se siente esa negatividad. Las emociones negativas destruyen cuando no se piensa y se actúa impulsivamente. La negatividad ayuda a tomar buenas decisiones cuando pensamos qué nos quieren decir las emociones negativas (qué realidad propia nos están mostrando), de qué me tengo que cuidar, qué tengo que aprender (nos sacan de la zona de comodidad) y cómo, reflexivamente, decido actuar.

 Las personas positivas suelen ser criticadas y ridiculizadas por su buena onda, pues son un espejo en el que se refleja la negatividad y dolor de los otros. Ver a una persona feliz me refleja mi negatividad, mi dolor o mi escepticismo. Es un regalo, pues me muestra un camino posible de bienestar, pero la mayoría prefiere atacar y burlarse del “positivo” antes que mirar el propio interior dolido que está gritando por una mejor vida. Es más fácil matar al mensajero que escuchar el mensaje. Las personas felices suelen encontrar lo valioso en lo intrínseco y lo sencillo, por lo que su noción de éxito deriva de ese modo de vivir. Saben que la felicidad no se busca afuera ni depende de las circunstancias. La felicidad se construye y cultiva día a día. Es igual que ir al gimnasio.

¿Cuál es el gimnasio de la felicidad? 
Requiere dos focos de trabajo:
1. Ejecutar las actividades de felicidad que aumenten mi positividad y armonía.
2. Eliminar las prácticas tóxicas que promueven mis emociones negativas, reduciendo mi negatividad.

Son doce actividades las que tienen el mayor poder de generar el estado de alegría y bienestar con sentido. Piensa en elegir las que mejor se adecuen a tu estilo y forma de ser y a tus gustos.

Selecciona cuatro de las siguientes:
1. Expresar gratitud.
2. Cultivar el optimismo.
3. Evitar pensar demasiado y suprimir la comparación social.
4. Practicar la amabilidad, la gentileza y sonreír.
5. Cuidar las relaciones sociales, estando completamente presente en las conversaciones.
6. Desarrollar estrategias para afrontar dificultades actuales, estrés o heridas del pasado.
7. Aprender a perdonar.
8. Vivir en el presente, en el aquí y ahora. Fluir.
9. Saborear las alegrías de la vida. Disfrutar y pasarlo bien todos los días.
10. Fijar objetivos alcanzables y comprometerte intensamente a alcanzarlos.
11. Practicar la espiritualidad y la meditación.
12. Ocuparte de tu cuerpo mediante el ejercicio y la alimentación consciente.

Es poco probable realizar estas doce actividades todos los días. Siempre hay cuatro que nos resultan más fáciles y accesibles. Selecciona las cuatro más atractivas para ti y concéntrate en practicarlas todos los días. La felicidad se consigue en el gimnasio afectivo, entrenando el músculo de la felicidad diariamente, para que cuando la vida nos golpee con malas noticias, tengamos la fortaleza afectiva y la resiliencia de sabernos creadores y generadores de nuestra propia felicidad.

La felicidad es la que causa los buenos resultados y no al revés. Los resultados producen satisfacción de corto plazo, breve y efímera, y no sostienen la percepción de felicidad duradera.

Una persona positiva impacta directamente en tres dominios de la vida:

1. En el trabajo, una persona positiva es un empleado que colabora, ofrece lo mejor de sí mismo, crea espacios interpersonales agradables y trabaja con altos niveles de excelencia. Ese desempeño impacta directamente en generar clientes satisfechos y buenos resultados para su organización, produciendo un accionista contento.

2. La persona positiva entiende que tiene un rol social que cumplir y deja el individualismo al que nos invita la desconfianza en los otros. Es un ciudadano que participa, es parte de colectivos, trabaja en la junta de vecinos, es parte activa de las actividades del colegio de los hijos y ofrece generosamente su tiempo para ayudar a otros. Construye convivencia y tejido social. Crea comunidad.

3. A nivel familiar, la persona positiva es un padre, madre, hijo o pareja sensible y disponible a las necesidades de los otros, estando dispuesto a ayudarles en encontrar respuestas y resolver los problemas. Ofrece seguridad psicológica y confianza, los ingredientes esenciales para construir vínculos y crear el terreno de una familia feliz. ¿Positivo o negativo? Tú decides. La calidad de tu vida, de quienes te rodean y de tus resultados dependen de tu estado afectivo.


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