Breve historia de un valiente que se atrevió a contármela: fragmento I




Fui criado para ganar. Eso me dijeron mis papás cuando era chico. Querían un hijo exitoso y no me contaron que para ganar me tenía que perder a mí mismo, que el sufrimiento de perder el centro de mi ser no se compensa con dinero, reconocimiento y una pequeña fama.

Ya hice el camino. Logré lo que se esperaba de mí. 

Erguido en el podio del éxito estoy solo, angustiado, desorientado. Los de afuera aplauden. Creen que eso quiero. Supieran el dolor de no ser el que soy.

¿Qué hago? ¿Sigo igual y acallo el grito inaudible que ruega por la completación de mi ser interior? ¿Y si me dejan de querer y pierdo ese éxito que me encarcela pero me gusta, me sofoca pero endulza mi ego?

Miro afuera. Mis pares, los de mi casta no tienen estas inquietudes de evolución. ¿Quiero ser la oveja negra y pagar el precio de ser distinto? ¿Para qué, si ya lo logré todo?

Definitivamente estoy loco. Cuantos quisieran estar en mi lugar y yo dudando. Duermo.

De nuevo a trabajar. Mi cuerpo no se quiere levantar. Pero esa exigencia atávica me levanta. Debo cumplir y ser responsable, aunque el cáncer del sin sentido me salude por donde mire. Debo parecer bien, aunque esto es muerte en vida. 

Eso que quiero hacer nadie lo espera de mí. Dirán que enloquecí, que dejé una carrera exitosa por una aventura personal demente. Me da miedo. Deberé renunciar a mi trabajo, hacer algo que no sé bien qué es y tratar de ganarme la vida con una oferta que intuyo pero ..... no sé...... 

¿Quién contratará buenas intenciones sin una clara propuesta de valor? Los tomadores de decisiones quieren winners que aporten, no dudosos que busquen la automaestría. El mundo quiere certezas efectivas. 

Siempre supe que era distinto, que había partes mías que no tenía que mostrar: ¿quién quiere preguntas, vulnerabilidad, dudas y angustia? Mejor me callo. Si hablo, arriesgo mi imagen. 

No. No lo tolero más. Voy por el cambio, aunque mi pareja no me apoye y el par de amigos a los que les conté me dijeron que sonaba bonito pero que ellos no arriesgarían, que preferían la comodidad del éxito a los cantos de sirena de la plenitud.

Que miedo. Tendré que vivir a crédito unos meses. ¿Y si no puedo pagar el colegio de los niños, el arriendo de la casa y las cuentas de fin de mes? ¿Vale la pena arriesgar la seguridad familiar por este incierto camino personal?

Que duda, que oscuridad, que angustia. ¿Con quién converso?

Solo.

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