Espiritualidad y empresa

Para la mayoría de las personas espiritualidad y empresa son términos incompatibles. La empresa trabaja “allá afuera”, en el campo de batalla donde todo vale, mientras la espiritualidad sería un fenómeno íntimo y personal “acá adentro”.

Para ver si existe algún punto de contacto entre ambos términos, cabe preguntarse qué es lo que define como espiritual a una acción o fenómeno. ¿Es la acción en sí misma? Por ejemplo, rezar sería un acto espiritual y lavar platos, un acto no espiritual. ¿Es posible entender el lavado de platos como algo espiritual? Por supuesto que sí. Lo que define lo espiritual no es el tipo de acción, sino la intención con la que se realiza, el propósito que se le asigna a los actos y cómo se hace, es decir, los valores que dan cuenta de una particular modo de hacer.

Lo espiritual no está en qué hacer, si no en cómo se hace. La clave es cómo se vive el qué. Lo relevante es el fundamento y la causa que me mueven y no lo que hago, pues cualquier quehacer puede ser puesto bajo la inspiración de una causa originaria. Para que esa motivación seminal sea calificada de espiritual debe remitir a valores perennes y balanceados, por ejemplo, el bienestar compartido, la ecología, la salud, la paz, la solidaridad, la equidad, la felicidad, entre otros.

¿Es posible que empresas de nuestro tiempo declaren como propósito de su acción organizacional alguno de estos valores humanos trascendentes? Claro que sí. Sucede tan escasamente que nos parece incompatible, no obstante crecientemente vemos emprendedores sociales, Empresas B y jefaturas que quieren lograr un balance saludable entre los resultados de la empresa y cómo se ejecuta ese camino.

Las empresas B están inspirados por modelos de negocios que aseguren un triple impacto: económico, social y medio-ambiental. Desde la perspectiva que estamos analizando, su propósito es espiritual, pues está movido por la búsqueda de un mundo mejor, equilibrando crecimiento empresarial y salud de las personas, comunidades y el planeta. La sostenibilidad, la felicidad organizacional y las organizaciones saludables son ideas de inspiración espiritual.

Rompamos la mirada miope de que la espiritualidad es un fenómeno individual e íntimo, para después del trabajo. Uno de los grandes desafíos organizacionales de este tiempo es convertir el trabajo en un escenario de despliegue existencial y espiritual, entendiéndolo como un lugar privilegiado para contribuir a otros y permitir la evolución personal y colectiva.

Lo que define si una empresa tiene vocación espiritual o no es su propósito final, el foco de sentido. Si sólo se busca ganar dinero y generar riqueza para uso de los dueños, no es una inspiración espiritual. Cualquier propósito egocéntrico, individualista y guiado por lo extrínseco (dinero, poder, fama, reconocimiento, consumo) no tiene la cualidad de espiritual.

Una empresa espiritual es aquella que busca generar una organización que promueva bienestar sistémico tras un sentido trascendente inclusivo, con prácticas respetuosas y amplificadoras de las personas, comunidades y el medio ambiente, y con una repartición equitativa de las utilidades y beneficios del hacer organizacional.

Silenciosamente decenas de personas están transitando este camino. Empresa y espiritualidad son palabras que esencialmente van de la mano. La supuesta incompatibilidad actual entre empresa y espiritualidad es porque la mayoría de quienes dirigen han puesto las empresas al servicio de unos pocos y no de los colectivos, con prácticas codiciosas y extractivas en todos los dominios y creyendo que la maximización de utilidad a cualquier costo es el mantra irrefutable de los directivos. Hay suficiente evidencia de hacia dónde lleva la mirada codiciosa y egocéntrica.

Lo que hace espiritual a una empresa es su inspiración y las prácticas que implementa. No tiene que ver con el qué. No es necesario cambiar el tipo de mercado, la naturaleza del negocio ni los mecanismos de coordinación y ejecución para que una empresa viva la espiritualidad. Tiene que explicitarse el para qué y generar prácticas saludables e inclusivas.

Finalizo con una hipótesis. Así como hoy sabemos mediante la investigación que los empleados felices y las prácticas promotoras de bienestar y felicidad en el trabajo generan ventajas competitivas indiscutibles en perspectiva de resultados, hipotetizo que en pocos años más seremos testigos de cómo la investigación confirmará que las personas con alto nivel de evolución personal y espiritual, trabajando en relaciones grupales marcadas por la confianza, el cuidado y la inclusión, serán las mejores generadoras de resultados organizacionales y contribución sistémica a la convivencia social.

Comentarios

Unknown dijo…
Creo que cuando ves y participas a través de la espiritualidad en los ambientes de trabajo el cambio mas grande y que influye en el equipo, es que comienzas a tomar decisiones dejando de lado el miedo, no actúas en base a lo que temes si no a lo que amas y a lo que te entrega el placer de realizar y contribuir en lo que estas trabajando, comienzas a ver con más claridad y optimismo el futuro, ya que dejas de lado el juicio de tu propio trabajo y el de los demás, esto permite que pongamos atención en lo que realmente colabora para el correcto avance de proyecto o trabajo determinado que se está llevando a cabo. Es importante comprender que las personas que conforman los equipos de trabajo son iguales a uno, indiferente del titulo, cargo, genero, etc. Iguales en el sentido de que es posible extender la empatia, comprender que tanto ellos como uno mismo tienen ego, creencias, deseos, necesidades, formas distintas de ver las cosas, esta expansión de la empatía permite que los grupos de trabajo dejen de conocerse a nivel superficial y den pie a experimentar una nueva forma de enfrentarse a los desafíos entregados por el área o empresa del equipo.

Saludos!
Gracias Carlos por tu comentario y las distinciones que haces. Operar desde el amor y el placer y no desde el miedo. Ahí estriba toda la diferencia.
Unknown dijo…
Lo mejor de todo, es que cuando las cosas se hacen desde lo espiritual uno o lo que uno hace le llega con una energía distinta a los otros... y por ende, nuestro "producto" es más rentable. Hace un tiempo veía un TED talk que hablaba de la importancia del "porqué más" que del "qué", las empresas que tienen un propósito claro y altruista son mucho más exitosas que quienes solo buscan enriquecerse.
FelipeCC dijo…
Me parece problemática tu columna.

Por una parte, creo que "lo espiritual" se presta para malas interpretaciones. Ya hemos visto, por ejemplo en EEUU, como el "Liderazgo Espiritual"se ha prestado para meter conceptos, valores y prácticas religiosas (por tanto excluyentes) en el trabajo. Veo que no recoges esta acepción popular e intuitiva de "Espiritualidad" entendida como "Religiosidad". Independiente de lo que quieras decir, es lo que muchas personas pueden entender.
Por otro lado, me da la impresión que lo que denominas "espiritual" es operar en función de valores no-egoístas. Si eso es a lo que te refieres, que ganamos con meter un concepto equívoco, que cuesta explicar, y que puede generar confusión? No sería mejor seguir hablando de "Gestión con valores" o algo similar?
Acuso mi propio materialismo filosófico, pero meter "Espiritualidad" en los negocios es raro. Se puede ser abierto, generoso, compasivo y empático y negar la espiritualidad completa.
Black Dicipline dijo…
Creo que hacer las cosas con amor y sentido es decir "espiritual", cuando he trabajado para otros de esa forma o con sentido, los resultados cualesquiera sean, siempre serán excepcionales. No me parece problemático y menos no comprensible, es más, me parece adecuado. No asumir nuevos valores que ayudan a la productividad en las empresas modernas es algo obsoleto. Seguir pensando de la misma forma y hacer lo mismo siempre lleva a no ser el mejor en lo que haces, ser disruptivo en cómo mejorar la felicidad en la empresa, nunca será equivoco.

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