Es tiempo de hacernos cargo de la política

Luego de los escándalos del financiamiento ilegal a la política, el caso Caval y las variados casos de abuso y colusión de empresas, la confianza hacia los políticos, dirigentes, empresarios y las instituciones está por el suelo en Chile.

Lo que más me ha impresionado luego de la crisis de confianza y representatividad de los políticos es que varias de sus iniciativas post crisis – por ejemplo, la indicación para asegurar financiamiento de empresas a políticos, la propuesta de que los jubilados aumenten sus pensiones hipotecando sus casas, la censura al senador Navarro (en vez de preocuparse de los problemas reales de la gente) o la votación transversal de los diputados para que no se transparenten los aportes reservados a campañas - revela que a parte importante de los políticos actuales les da lo mismo la representación. En los hechos, la desprecian.

Están en el poder, se sienten invulnerables y se sirven a sí mismos y a sus financistas. Esto es muy frustrante, desesperanzador y una señal brutal de que la distancia con la ciudadanía y sus electores parece insalvable. El escenario es deprimente. Los políticos, despegados de la gente y por allá arriba, no tienen interés real de cumplir el rol para el que los elegimos: recoger las inquietudes y necesidades de la ciudadanía y ayudar a resolverlas desde las políticas públicas. Cuando los ciudadanos nos desentendemos de la política, los políticos se desentienden de los ciudadanos.

¿Qué esperanza hay de tener políticos representativos, centrados en la construcción más que en el conflicto, honestos, coherentes y con vocación real de servicio hacia sus electores?

Miremos lo que pasa en la comunidad real, en nosotros, en “las bases”. En muchas partes aparecen agrupaciones de personas para resolver sus problemas o plasmar sus sueños en la realidad. Surgen cooperativas, emprendimientos comunitarios, asociaciones en los barrios y mucha gente que no tiene prensa y que se junta con otros para trabajar por el bien de la comunidad local.

Hay muchos dirigentes locales, muchos jóvenes que se movilizan ante la injusticia, la inequidad, el maltrato y la falta de oportunidades de la mayoría de los compatriotas. Dedican su vida o parte de su tiempo a trabajar para los otros. ¿Por qué esas personas jugadas, colaboradoras y que viven el poder de la comunidad unida e inspirada tras metas compartidas, no están en la política? Porque está muy lejos y tiene pésima imagen.

Son exactamente esas las personas que necesitamos como representantes. Personas conmovidas por la realidad de los otros, personas que tienen el sueño de construir un país donde el bienestar llegue a todos, un país donde nos sintamos orgullosos de nosotros mismos, nuestra convivencia social y nuestras autoridades. 

Necesitamos nuevos políticos, conectados con la realidad, ciudadanos comunes, honestos, íntegros y con real vocación de servicio. Personas donde el cariño y el amor por los demás sea un horizonte de vida, que se conciban como instrumento de servicio a los demás. Personas con desarrollo personal, conscientes, con el ego trabajado, íntegras, agradecidas y con principios que no se corrompan ante las coimas, el dinero y el gran poder. Personas convencidas que la colaboración, el diálogo y el respeto por los demás son intransables y la única manera de construir acuerdos para un Chile inclusivo, justo y donde estemos felices de vivir. 

Las personas están. Faltan los mecanismos y las plataformas para que ese chileno común y corriente, como tú y yo, decidamos contribuir a nuestro país desde la representación de nuestra comunidad o grupo.

Estamos chatos con los políticos actuales. Salgamos de la queja y organicémonos para que haya políticos confiables. Es el tiempo. La nueva ley de partidos políticos necesariamente disminuirá las barreras de entrada para constituir partidos políticos. Pero tienen que ser diferentes. En la última CEP el 97% desconfía de los partidos, no obstante sin partidos no hay democracia.

Necesitamos partidos probos, desde, por y para las personas, y no en lo que se han convertido hoy: en fábricas de administración del poder, para la propia familia, el propio grupo y los reservados financistas. 


Ahora es cuando. Si no lo soñamos, no lo lograremos, independientemente de la lluvia de críticas escépticas que habrá. El escepticismo, el sólo diagnóstico y las frases del tipo “son todos ladrones” perpetúan el actual sistema de poder. Muévete. Sale del enojo y la crítica, y decide hacerte parte para construir, vivir y legar un país donde nosotros y nuestros hijos sean felices de haber nacido. 

Es posible. Democraticemos la democracia con nuevas personas, con verdadero servicio y épica de país justo para todos, desde adentro de la política. Si no nos organizamos, nada cambiará. Es el tiempo de hacernos cargo de la política.

Comentarios

Excelente !!. Espero que este pensamiento se encuentre en muchos ciudadanos dispuestos a hacer el cambio. Vamos a trabajar por esto. Gracias.

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