Vacaciones conscientes
Estas vacaciones pueden ser un momento privilegiado para
comenzar o continuar aquellas acciones que nos dan felicidad duradera y tranquilidad
de largo plazo. Es frecuente que en la vorágine del trabajo la mente encuentre
excusas para no comenzar algunas actividades fortalecedoras del bienestar y nos
diga que “eso”, que el interior nos señala y a veces grita como un buen camino
para el despliegue del ser, no se puede hacer por falta de tiempo, recarga de
actividades o por la razón que sea.
Muchos vivimos postergando “para un mejor momento” la
realización de esas intuiciones interiores de caminos de expansión personal.
Las vacaciones pueden ser ese momento de inicio de algunas actitudes y
prácticas que desarrollan bienestar sostenido para mi mismo y, por consecuencia
natural, para quienes me rodean.
Lo frecuente es asociar vacaciones a placer hedonista. En
vacaciones hacemos muchas de esas cosas que en tiempos laborales no se pueden
hacer, aquello que nos da disfrute, entretención y relajo. Bien por ello.
Lo interesante es que el placer es sólo un componente de la
percepción de felicidad y bienestar psicológico en cada uno de nosotros, por lo
que el solo placer se puede convertir en un disfrute efímero y que, al retornar
al trabajo, queda como un viejo recuerdo anhelado.
¿Cómo hacer para que las vacaciones sean entretenidas y a la vez
nos permitan fortalecer nuestro capital psicológico positivo para la vida?
Lo primero es estar consciente de que las vacaciones contienen
esta posibilidad de fortalecimiento de la felicidad. Si lo concebimos así
podemos crear las condiciones para un tiempo entretenido y crecedor, haciendo
un diseño deliberado de nuestras actividades. Asegurar la conciencia, salir del
automatismo y evitar el hiper-activismo. No cambiemos la droga del trabajo por
la droga de las actividades entretenidas. Lo que se haga, con consciencia de
presente y de valor.
En segundo lugar es necesario asegurarnos que nuestra atención
estará en el presente y en buscar lo bueno de este tiempo. La percepción de
disfrute se amplifica cuando estamos con otros, especialmente nuestros seres
queridos. Destacar lo positivo de lo que se vive, conversar de ello, reírnos
juntos y poner en el congelador el criticón y negativo que todos llevamos
dentro. Dejar de lado el “sí, pero…” o la negatividad de la percepción de
pérdida “hoy lo estamos pasando bien, pero ya se viene el año de trabajo,
colegio o universidad. Que pena que la vida no es siempre en vacaciones”. Es
clave detener los pensamientos negativos y entrenar el músculo de la
apreciatividad, ver lo bueno que nos constituye y une, entendiendo que no está
en los hechos externos sino en el observador que somos.
Tercero, conversar, conversar y conversar. Para ello es clave
apagar la tecnología y dejar de trabajar a distancia, es decir, desconectarnos
para conectarnos. Asegurar la calidad de nuestra presencia en las
conversaciones, estar plenamente presente, poner toda mi atención a los hijos,
pareja y amigos, mostrarles que el mundo externo no existe en esa conversación
sino solo la conversación y mi genuino interés por el tema y por cada uno de
los presentes. Esto que resulta tan simple es un estilo relacional escaso,
usualmente inundado de la falta de tiempo. Calidad de la presencia y frecuencia
de conversación.
Conversar produce temor en muchas personas. Para algunos las
vacaciones son un tiempo incómodo y forzado, pues en la familia no se ha desarrollado
un estilo comunicacional fluido y permanente. En vacaciones “debemos” estar
juntos, ¿De qué vamos a hablar?, ¿cómo la haremos?, ¿qué vamos a decir? En algunas
familias y grupos las vacaciones son tiempo de conflictos, pues es difícil
evitar a los otros o los temas difíciles que hemos esquivado en el año. Cada
uno debe elegir si moverse al hiper-activismo, llenarnos de cosas, hacer mucho
y llegar bien cansados a la noche, o generar espacios de conversación,
comprensión y diálogo valiente.
Quizás no queramos hacer eso en vacaciones, aunque puede ser el
tiempo de sacar las piedras del zapato, con calma y coraje. El regalo de una
conversación presente es hacer sentir al otro que su sola presencia es
fundamental para mí, que gozo con ello y que le da sentido a parte de mi vivir.
Es un tiempo de oro para fortalecer relaciones, agradecer,
perdonar, permitir que las raíces se profundicen y darle solidez a los vínculos
importantes. Puede ser sólo por la compañía del otro, el diálogo de temas
triviales, la risa compartida o la conversación valiente y afrontadora de
conflictos. Lo esencial en cualquiera de estos espacios es la atención plena a
la conversación, hacer sentir al otro la importancia de su ser para mi, y
asegurar la calma y paz emocional del espacio relacional.
Un tercer aspecto importante es la realización de actividades
que nos permitan aprender prácticas de despliegue del ser. Quizás es ahora
cuando puedo tomar ese curso de meditación que tanto me tinca, leer el libro
que mi amigo me contó que lo transformó, comenzar a hacer actividad física o
yoga, ir a ese retiro de encuentro conmigo mismo o lo que sea. Cada uno sabe
que en su interior hay un camino de automaestría que se intuye. Casi nunca está
completamente claro. Pero hay una corazonada, una tincada que me dice que ahí
hay algo para mí. Ahora es ese tiempo. Hacerle caso a las intuiciones sentidas
para poder abrir los regalos que trae mi interior y que me acercarán al ser que
esencialmente soy.
Por último, contactarnos con la naturaleza, la tierra, los
paisajes. Caminar, oler, contemplar. Levantar la vista del celular, el
computador y el trabajo para mirar el mundo que inmutablemente nos espera
afuera para regalarnos paz, sosiego, infinitud y amor. Es cosa de verlo,
sentirlo, recibirlo y agradecerlo. Contemplación en la acción, quizás buenos
momentos para asegurar el silencio y escuchar con profundidad interior.
Que
tengamos unas vacaciones conscientes, conectadas con uno mismo, otros y la naturaleza,
y que podamos ser nutridos por los regalos de la sustancia esencial que mora en
el interior de cada uno: paz, luz, templanza, alegría y amor.
Comentarios