Perdón radical
En los libros “La desaparición del universo” y “Tu realidad
inmortal” de Gary Renard se expresa una noción de perdón que no conocía. Son
libros que tienen un conjunto de supuestos que interpelan algunas de nuestra creencias
generalizadas y que nos desafían en nuestra concepción del mundo y de nosotros
mismos.
Hay 4 supuestos centrales. Primero. Todos somos hijos de una
Fuente original y creadora, perfecta, informe, inmutable, eterna y en
expansión, que crea en unidad y mediante el amor. Cada uno puede llamar a esta
Fuente como quiera. Aquí la llamaremos Dios.
Segundo. En algún
momento, estos hijos se hicieron la pregunta de si podían ser autónomos de su
fuente y “ser como dioses”. En el instante de hacerse esta pregunta surge “la
separación” y se crea la división respecto de esta fuente. Se rompe la unidad y
surge la dicotomía, el sujeto y objeto. En este “fatídico momento” (como lo
llama Renard) se creó la materia, el universo, los seres humanos, el tiempo y
el espacio. Parte de esta idea está recogida en el mito bíblico de Adán y Eva.
Tercero. Cuando sucedió la separación, el ser humano se da
cuenta de su error y ancla una culpa original por haber traicionado al creador.
Se da cuenta que dejó la perfección y que cayó en este mundo atómico y
material. Se siente desposeído, desnudo, torpe, traidor, pequeño y desvalido. Esa culpa es intolerable.
Para poder manejarla surgen tres mecanismos: un sistema de pensamiento que arma
una interpretación de lo que sucede (el ego), que niega y olvida esta
separación y culpa originaria, y la proyecta hacia afuera en la percepción del
mundo y las relaciones con los demás. Al proyectarla en otros, los culpables
están afuera y yo quedo limpio de ella. Eso es lo que mi ego cree, pues la
culpa persiste en el nivel inconsciente.
Cuarto. En el mismo instante de la separación y de crearse el
mundo y el ego, Dios, que no concibe la imperfección pues por naturaleza no le
es posible, crea el Espíritu, que resuelve automáticamente este error. Esta es
la idea más difícil de aceptar pues sus consecuencias son dos: este mundo que vivimos
es un sueño, no es real. En el instante de la separación se crea el tiempo,
pero Dios lo resuelve y retorna a sus hijos a la perfección, por lo que
estaríamos viviendo un sueño del que tenemos que despertar, una película que ya
sabemos cómo terminará: volveremos a la casa originaria de nuestra Fuente.
Visto así, estamos atrapados en un mundo ilusorio e irreal,
donde nuestra mente se debate y debe elegir entre dos posibilidades: el mundo
del ego o el mundo del Espíritu. Si elegimos el ego, daremos realidad al mundo,
estableceremos relaciones egóticas de ganar-perder, permaneceremos atrapados
por mucho tiempo y retrasaremos el asegurado regreso a la Fuente. Si elegimos
el Espíritu, la pregunta es cómo hacemos para retornar a Dios, si ya estamos
viviendo en esta película del mundo material. La respuesta de Renard es el
perdón, en una noción nueva, diferente a la judeo-cristiana y a la budista.
Al concebirnos cono hijos de Dios “en unidad”, antes de la
separación, la caída y el estar atrapados en este sueño del mundo irreal, somos
hermanos de los otros por naturaleza. Es decir, somos todos iguales y cometimos
el mismo error de querer ser como dioses. El perdón es comprender que en
esencia todos somos Espíritu, completos e inocentes, y que todos tenemos en
nuestra biografía la culpa primigenia de la separación.
La propuesta es que si entendemos que cada ser humano vive esto,
el perdón no es por los actos posteriores que realiza “en el mundo”, sino por
su error original. O si se prefiere, ¿ante mi error original, cómo me gustaría ser
tratado? Con infinito amor y compasión, con perdón, tal como el padre del hijo
pródigo. Este deseo que aplica para mí, se aplica a toda la raza humana.
Para ser perdonado y enmendar el error original y la culpa
asociada, el mecanismo es perdonar a los demás, por el solo hecho de ser
hermanos en la perfección y en el error de separación. Como el mundo sería un
sueño ilusorio, los actos de la persona no tienen mayor incidencia. Sería como
enojarse por ver comportamientos negativos en una película.
Gary Renard insiste muchas veces en que el sentido de esta
existencia humana “en el sueño del mundo” es perdonar, perdonar y perdonar.
Entender que ante cada perturbación, molestia o discordia tengo la oportunidad
de perdonar a otros para perdonarme a mi mismo, deshacer el ego y acelerar el
camino de regreso a casa.
Este es el perdón radical, el que va a la raíz del problema (la
separación), en el origen del quiebre entre nuestra perfección y nuestra caída.
Para volver hay que perdonar sistemáticamente. Renard propone una noción de la
vida, del origen, del mundo y del universo que rompe el paradigma humano
general y desafía a nuestra mente a acogerlo, procesarlo y comprobarlo. Radicalmente.
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