El perdón que libera

Tuve la posibilidad de asistir al Retiro del Silencio, una inenarrable experiencia de autoconocimiento y sanación de 6 días de silencio, organizado por Brahma Kumaris Chile y guiado por la maestría de Caroline Ward y Angélica Fanjul. Agradezco su autorización para compartir estas ideas.
Dentro de los temas trabajados me impresionó el perdón. Amplió mis ideas previas, me invitó a una concepción compasiva de mi mismo y los otros, y me permitió liberar dolores antiguos y presentes.
Entendía el perdón desde dos puntos de vista: como un acto de gracia divina que era otorgado luego de un proceso de discernimiento y arrepentimiento de los errores cometidos y como la construcción de una nueva interpretación más sana y menos enganchada conmigo mismo o con quienes me habían dañado, una resignificación lingüística de los hechos del pasado.
Si yo era el que cometía la falta, el perdón era otorgado por otros. Si otros me dañaban, yo les concedía perdón. Para perdonar tenía que haber arrepentimiento y disculpas del otro o castigo y justicia si la falta era grave.
Sabía también que existía el espacio del perdón a mi mismo, aunque ahora veo que era una comprensión puramente intelectual pues, en los hechos, me sentía perdonado cuando otros me perdonaban y tenía cuentas pendientes con quienes no me habían pedido perdón por los daños causados.
En el Retiro de Silencio aprendí que perdonar no es algo que hacemos por otros, sino algo que hacemos por nosotros mismos para sanar y avanzar. Si no hacemos el proceso personal de perdón todo se estanca y detiene, especialmente la propia vida. Y eso no se relaciona con los demás, tiene que ver con el compromiso de crecimiento y florecimiento de mi vida.
Perdonar es el proceso interno de dejar ir y soltar la intensa emoción adherida a los incidentes de nuestro pasado. Es la habilidad de soltar el dolor que hemos mantenido dentro de nuestros corazones. Perdonar es darnos cuenta que en nuestro interior están alojados los dolores, rencores, odios, heridas y resentimientos por lo que hicieron o dejaron de hacer algunas personas por nosotros, hechos reales o imaginados, intencionados o no intencionados, con consciencia del otro o sin ella.
Perdonar es abrir las puertas de nuestro corazón para dejar ir, para que salga ese dolor que nos ha atormentado y perseguido haciendo que nuestra vida languidezca, duela y no avance. Perdonar es dejar ir. Tan simple y tan complejo como sólo dejar ir.
Al dejar ir nos damos cuenta que, en ese momento, somos libres. Es entender que la cuenta con otros y con la historia queda saldada cuando decimos “se terminó”, cuando decidimos terminar con las deudas pendientes ahora mismo. Es necesario escribirlo, decírnoslo, declararlo y hace el rito de dejar ir. Cada uno sabrá cuál es su rito para dejar ir. Nuestro interior lo mostrará con claridad. Dejar ir es liberarnos en vida.
Perdonar es reconocer que ya no necesitamos más rencores, resentimientos, odio ni autocompasión para vivir. Esto está a la base de nuestra sanación y nuestra salud emocional. Perdonar no nos blinda de nuevos dolores, situaciones inevitables o emociones negativas. Perdonar nos muestra el camino para tener un alto nivel de autogestión emocional. Ese camino es aceptar el dolor y la emoción asociada que llega a nuestra vida en ese momento, reconocerla, acogerla, aceptar el mensaje de aprendizaje y autocuidado que nos trae, permitir que transite por nuestro corazón y dejarla ir asegurándonos que no nos habite.
El perdón no tiene que ver con la justicia en el afuera ni con las disculpas de otros. Si fuimos víctimas de un hecho grave y legalmente sancionable, la justicia podrá hacer su trabajo, condenar y castigar al culpable, a pesar de lo cual podemos no perdonar y seguir atrapados en el dolor existencial. Esta mirada del perdón es de la sanación personal interior y nada tiene que ver con exculpar a los culpables de delitos.
Perdonar es reconocer que ya no queremos castigar a las personas que nos hicieron daño ni buscamos empatar el sufrimiento que vivimos, haciéndolos sufrir. Perdonar es aceptar que nada de lo que hagamos para castigarlos a ellos nos sanará a nosotros. Este perdón interior libera pues lo independiza del reconocimiento que otros hagan del daño que nos causaron.
Las personas que dicen “mientras no me pida disculpas no lo perdono” están decretando su propia cárcel y dolor. Le están atribuyendo un poder enorme al victimario. ¿Qué pasa si el otro nunca te pide perdón?, ¿qué sucede si fuiste víctima de un psicópata, de una persona con escasa consciencia o de alguien que ya murió? Pasa que si le das ese poder estás sentenciándote a padecer el dolor y el odio en tu vida. Así se crean “monstruos y fantasmas” que nos controlan. Ellos siguen haciendo su vida mientras la nuestra se detiene. Al perdonar sin necesidad de castigo, sanción, disculpas o reconocimiento del otro, le estamos dando alas a nuestra vida, permitiendo que vuelva a desplegarse y florecer.
Perdonar es liberarse y hacer un mejor uso de la energía que anteriormente se consumió manteniendo rencores, guardando resentimientos o cuidando heridas no cicatrizadas. Es entender que de la misma manera en que yo he hecho lo necesario para sobrevivir, otros han hecho exactamente lo mismo.
Perdonar es una resultante del proceso de sanación personal de “dejar ir”. Es una consecuencia y el regalo al final del proceso. Perdonar es crecer y avanzar.

Comentarios

caroline dijo…
Me encantó Ignacio... lindo y un resumen profundo y claro. Gracias
Pablo Villoch dijo…
Gracias, Ignacio por compartir tus reflexiones con claridad y generosidad!

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