Realistas v/s Optimistas

Cada vez que se habla de temas como felicidad, psicología positiva, resiliencia, enfoque apreciativo o psicología de las fortalezas, emergen voces que consideran que esto es poco serio, que se intenta engatusar a las personas con discursos blancos y optimistas para, en el fondo, anestesiarlos y que no vean la vida trágica y desesperanzada que “en realidad” estamos viviendo.

Esas personas se autocalifican de realistas, aludiendo a un privilegiado acceso para evaluar las evidencias de la realidad, sabiendo lo que “es verdad”. Al portar ellos el realismo, los que miramos diferente quedamos automáticamente en la vereda de los ilusos, ingenuos, vende humo, ciegos o manipuladores de la realidad para hacerla más digerible.

No está en mi ánimo desacreditar a los realistas. Sería entrar en el juego de las descalificaciones y en el ganar-perder, asumiendo que alguien tiene la razón. Lo interesante de esta dicotomía es que revela dos sistemas de pensamiento completamente diferentes y que se topan casi nada. Los llamaré el pensamiento del ego y el pensamiento del espíritu.

El pensamiento del ego considera que vivir esta vida es una tragedia. Mira desde una culpa inconsciente, grande y amplia que lo contamina todo, un defecto de fábrica, un pecado original que puede tener que ver con el mito del paraíso: nos alejamos del Creador al querer ser como él.

Instalada la culpa originaria y al sentirnos traicionando ese origen divino esencial, la mirada de la vida es una proyección permanente de sentimientos y emociones negativas hacia otros. Vemos culpa y separación en cada acto. La percepción queda teñida con la división, las categorías y los niveles. Como en el origen inconsciente nos sentimos miserables, proyectamos esa miseria en nuestras relaciones y quehacer.

Pero no queremos sentirnos desvalorizados. Y el ego toma el control de nuestra mente, diciéndonos que somos lo mejor respecto de otros, que esa sensación o intuición del Espíritu o de Dios que cada uno siente en algún momento es una trampa, que la clave es entender que somos súper-hombres y súper-mujeres. Eso debe mostrarse en cada acto.

Aparece la competencia, la necesidad de sentirme superior a otros, de ganarles y valorizarme por comparación y por la derrota de los demás. Nace el sentido de propiedad, lo mío que no es tuyo y que defenderé con todo. Aparece el ataque y la defensa, pues evidentemente en diversos dominios hay muchos que son “mejores” que yo. El conquistador por cuidar su conquista se vuelve esclavo de lo que conquistó.

Sin darnos cuentas comenzamos a operar con la creencia del ilegítimo otro, es decir, soy superior o inferior a los demás, descartándose inconscientemente el que seamos iguales en dignidad y naturaleza, hermanos por esencia.

Si el estilo de pensamiento del ego me domina es natural construir un sólido sistema de creencias e interpretaciones que refuercen esta forma de ver el mundo. Es necesario sostenerlo a como de lugar, pues esa mente del ego intuye que es un castillo de naipes que se puede desmoronar con facilidad con ideas tan “aterradoras” como la existencia de Dios, el amor, la hermandad, la colaboración o la entrega desinteresada.

El otro sistema de pensamiento es el del Espíritu, la mente que proviene de Lo Superior y que está presente y disponible para todos. Dentro de nosotros existen estas dos posibilidades mentales (ego o Espíritu) y somos nosotros quienes optamos por cómo pensar, percibir y actuar.

El pensamiento del Espíritu es lo opuesto al ego. Cree en la unicidad, en la noción de legítimo otro, en la comunidad, percibe a los demás como iguales y, por lo tanto, como hermanos, valora la colaboración y la co-construcción como caminos colectivos, y tiene su fuerza motriz en el amor, la paz y la abundancia disponible para todos. Se basa en el dar generoso y la certeza de su multiplicación.

El pensamiento del ego se considera realista y evalúa como poco científico e indemostrable al sistema de pensamiento del Espíritu. Esa es una de sus mejores trampas: la fundamentación científica. Si no se ve, no existe. ¿Piensas eso?


El pensamiento ego es el dominante hoy. La mayoría de las personas lo enarbola. El pensamiento del Espíritu es minoritario aunque creciente, y recibe los embates de la ciencia, de los realistas y del pensamiento que se explica a sí mismo. ¿Qué tipo de pensamiento es el que guía tu vida? ¿Te atreves a esa reflexión o automáticamente la mente del ego te dijo que era una estupidez siquiera considerar la posibilidad de esta pregunta?

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