Florecer
La mayoría
de nosotros quiere florecer, tener una vida con sentido y poder declararse
feliz con nosotros mismos y los demás. El estudio de la felicidad y los
escritos sobre ella han tenido un gran crecimiento en los últimos 14 años, de
la mano del impulso que dio Martin Seligman, psicólogo estadounidense.
En 2002
Seligman publicó el libro “La auténtica felicidad”, donde elaboró la primera
teoría de felicidad, describiéndola de un modo simple y causal: son felices
quienes se sienten satisfechos con la vida. Esta idea tuvo dos efectos: impulsó
numerosas investigaciones y confundió a los académicos por lo estrecho del
concepto. ¿Crees tú que el único predictor de la felicidad es la satisfacción
con la vida?
Comenzaron a
aparecer evidencias de que ello no es así. Por ejemplo, están más satisfechos
con la vida las parejas que no tienen hijos en comparación a las que sí tienen.
Pero al preguntarles por lo que piensan respecto de su felicidad, se declaran
más felices las parejas con hijos.
Daniel
Kanheman, psicólogo que ganó e Premio Nobel de Economía por sus estudios de la
influencia de las emociones en la toma de decisiones, hace una distinción clave
entre el yo que experiencia (experiencing
self) y el yo que recuerda (remembering
self). El yo que hace el juicio sobre si nos sentimos felices o no en la
vida es el yo que recuerda y no el yo que experiencia, por lo que la percepción
de felicidad es un recuerdo de lo que pensamos respecto de lo vivido y tiene
poca relación con la experiencia que vivimos.
Es decir,
puedo haber vivido una mala experiencia pero haber construido una buena
historia sobre eso, teniendo un recuerdo positivo, o al revés. Podemos haber
tenido una gran experiencia positiva y al pensar sobre ella tener una historia
y un recuerdo negativo, por ejemplo, porque no fue lo que esperábamos en
relación a nuestra expectativa.
La
satisfacción en la vida no es un buen indicador de la felicidad, es efímero, da
cuenta de mi vivencia de corto plazo y muestra si estoy feliz en la vida, no se si me considero feliz con mi vida. La diferencia entre
experiencia y pensamiento. El juicio de felicidad personal lo hace el
pensamiento.
Estas
evidencias llevaron a que el propio Seligman reconociera la estrechez de su
original teoría de la felicidad y la modificara. Los cambios son significativos
para la noción de felicidad y se recogen en su libro Flourish, publicado a fin de 2011.
Lo primero
es reconocer que el constructo “felicidad” se usa para demasiadas situaciones y
se mide de maneras muy diferentes, siendo equívoco y poco específico. Por ello
se modificó la idea de felicidad por la teoría de well being, un bien estar en la vida, un buen vivir, un habitar la
existencia de forma benéfica. Vivir la vida en armonía con uno mismo y con los
demás. No tiene buena traducción al español.
El segundo
cambio es concebir el bien estar como resultado de 5 componentes, que Seligman
llamó el modelo PERMA. La P es de positive
emotions. Son felices quienes viven su vida en emociones que abren
posibilidades. Va en la misma línea de la tasa de positividad-negatividad del
psicólogo chileno Marcial Losada, quien descubrió que los equipos y las
personas con buenos resultados viven en atmósferas con un campo de fuerza
emocional positiva donde hay presencia de 3 emociones positivas por cada
emoción negativa. La felicidad deriva de vivir diariamente en emociones
positivas, en una relación de 3:1 con las negativas.
La E (de
PERMA) es engagement, tener un
conjunto de intereses y focos con los que me comprometo y que orientan mi
actuar. Los felices están comprometidos con ideas, propósitos y causas
significativas para ellos.
La R es de
relaciones positivas. Este aspecto es central, pues la teoría anterior de
felicidad era completamente individual y remitía a la felicidad personal. Son
felices quienes viven en buenas relaciones con otros. No se puede ser feliz
solo. Surge la felicidad relacional como un aspecto fundamental de la felicidad
propia. El cultivo y cuidado de las relaciones significativas con otros es
fundamental para construir un bien estar. La felicidad individual deriva de la
felicidad relacional.
La M es de meaning, sentido. Las personas felices
tienen un sentido y un propósito de vida claro y definido. Se distinguen al menos
tres niveles de sentido: sentido individual, sentido social y sentido
trascendente, que va desde los menores a los mayores niveles de felicidad.
Personas que trabajan sólo para sí mismos, sin importar lo social o lo
trascendente, muestran menores niveles de felicidad (aunque mayores niveles de
satisfacción de corto plazo) que personas con un sentido trascendente de vida. Es
una conclusión científica que las personas más felices son aquellas capaces de
amar de una manera más trascendente. Aparece el nivel de felicidad
trascendente.
La A es de achievement, logro. La felicidad se
revela en la acción concreta y en el logro de objetivos. Es decir, si bien la
felicidad requiere momentos de silencio y reflexión personal “alejados del
mundo”, también requiere acción concreta y resultados “en el mundo”.
En síntesis,
las personas felices viven en emociones positivas, compromiso con sus
objetivos, relaciones positivas con los demás, un sentido de vida que los
orienta y un conjunto de logros concretos que los hacen felices.
El resultado
de ello no es la satisfacción con la vida. Es el florecer humano, como
consecuencia del aumento del PERMA. El florecimiento trae aparejado un aumento
del optimismo, la resiliencia, la vitalidad y la auto-determinación.
De felicidad
a well being, de felicidad individual
a felicidad individual + relacional + trascendente, del yo a los otros, de la
satisfacción en la vida al florecer humano.
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