Ante la inquietud
La expectación generada por la profecía maya del 21 de diciembre
de 2012 como el fin de una era para este planeta ha aumentado la inquietud de
las personas a nivel altos, ya sea por adhesión a la idea de una posibilidad de
cambio o por su negación o ridiculización. El tema está presente en las
conversaciones familiares, de trabajo o con los amigos. Los medios se han hecho
parte de este tema y lo han abordado profusamente, intentando configurar el
fenómeno y anticipar posibles escenarios. Ni el más negador ha dejado de
escuchar esta fecha y sus posibilidades. La inquietud adquiere diferentes
rostros, desde la expectativa observante hasta el miedo angustioso.
¿Qué hacer ante la inquietud y los temores asociados?
El miedo es la brecha que se produce entre las demandas de una
situación externa y la percepción de incapacidad de mis propios recursos para
afrontarla con efectividad. La primera dificultad radica en que la situación
externa es impredecible y nadie sabe qué es, que fenómenos podrían suceder ni
qué efectos habrían de esperarse. No hay claridad afuera. Hable quién hable y
use el tono de objetividad que use, la incertidumbre es el contexto que se
enfrenta.
Esto no se puede resolver ni abordar desde “el afuera”. Hay
tantas versiones y visiones que, si se pone atención a ello, las personas
quedarán sumidas en la negación, la rigidización de juicios y creencias y la
banalización de lo posible, o en la desorientación y la angustia ante las
anticipaciones más catastróficas, abonando el terreno para el desequilibrio
emocional y los comportamientos desproporcionados. No se puede resolver
“racionalmente” con “datos objetivos”. La solución mental y cognitiva centrada
en la pura razón no es el camino.
Cerrada esta opción de resolución, nos queda concentrarnos en
nuestros recursos internos para hacer frente a una situación inquietante. Lo interesante
es que como no sabemos a qué podríamos enfrentarnos, no podemos evaluar si la
cantidad de fortalezas y capacidades personales podrá afrontar bien la
situación. Es decir, desde “lo humano” estamos ante una ecuación sin solución,
pues el “problema” no está claro ni definido.
Más allá de estas vueltas, la inquietud sigue estando en muchos,
las consultas de psicólogos y psiquiatras siguen llenas respondiendo qué hacer
con la angustia que produce esta fecha, especialmente en los niños, y la duda
permanece.
Psicológicamente enfrentamos una situación inevitable, que
escapa a nuestro control y que no podemos cambiar. Ante ello tenemos dos
opciones emocionales: aceptar la posible situación o rechazarla. Si la
rechazamos, viviremos emociones de descalificación, amargura o resentimiento,
en la línea victimizada de por qué a mí.
Si aceptamos la inevitabilidad de la situación, habitaremos la paz y la
serenidad.
Como desde lo humano no es posible resolverlo y se instala la
inseguridad, nos preguntamos ¿dónde encontrar paz, serenidad y seguridad?
Tenemos que escalar al nivel de Lo Superior y buscar en lo trascendente la
fuente de la tranquilidad. Es la Presencia de ese referente superior lo que
logra mantener a las personas tranquilas y armónicas ante las angustias
catastróficas de una posible crisis planetaria de impacto profundo.
Es interesante constatar que los análisis astrológicos que
indican que estamos entrando en la era de Acuario, como explica cultamente
Jaime Hales en su libro Renacer, y las profecías asociadas a este tiempo tienen
un factor común: el término de una etapa marcada por la excesiva racionalidad y
el despunte de un largo tiempo espiritual, poniendo a Dios por sobre lo humano
y no al revés, como sucede hoy con la mayoría de las personas.
Eso, que podemos creer o no, es exactamente lo que está
sucediendo en estos días ante estas fechas iniciáticas. ¿Por qué? Porque la
tranquilidad o la angustia ante lo incierto derivan de contar con un referente
trascendente en el cual confiar, la propia visión de Dios o Lo Superior.
Sin que haya sucedido nada terrible, ya estamos siendo
impulsados a dejar de lado algo de nuestra racionalidad y a tomar una postura
existencial ante lo divino, confrontados ante esta fecha simbólica. Nuestro
equilibrio emocional está asociado a refugiarse en la certeza en lo invisible.
Ante recursos y capacidades humanas escasas para afrontar una situación
desconocida, la tranquilidad proviene de confiar en los recursos divinos que
aseguran preeminencia sobre cualquier discordia.
La armonía personal es resultado de poner al yo humano bajo el
influjo de la luz divina, una suerte de manto protector o de tubo de luz que
nos proteja de lo dañino. Y eso es una decisión consciente de nuestro yo
humano. Ante lo inquietud, paz y confianza en lo Superior.
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