Prepararnos para ser transformados
En una columna anterior – Somos transformados – planteamos que
las transformaciones que se generan en las personas provienen de una sustancia
superior de luz y energía divina. Ahí se ubica la fuente del poder que causa el
crecimiento, cambio y expansión de las personas.
Como estamos dotados de libertad y voluntad, somos nosotros
quienes tenemos que abrir la puerta para que esta energía amorosa entre a
nuestra casa, a nuestro cuerpo. Ella no entrará forzándonos. Es una visita
respetuosa. Si no es invitada y acogida, no es posible que nos regale los
efectos de su acción.
Cada uno de nosotros es quien debe preparar las condiciones para
que esa luz superior llegue a nosotros, permanezca, se vaya incorporando a
nuestro ADN y haga su trabajo de irradiación, armonía, salud, belleza y
abundancia. Preparar el camino.
Lo primero es conectarnos con esa luz superior. La meditación y
la oración son los caminos predilectos para lograr esa conexión con lo Divino.
Las investigaciones muestran que las transformaciones cerebrales, corporales,
mentales y emocionales requieren disciplina diaria de meditación, al menos
durante 30 minutos. Así como nos duchamos, debemos ponernos bajo el influjo de
la luz divina una vez por día, al menos. Mientras más estemos bajo esa luz,
mayores posibilidades de acopiar y disponer de energía de alta vibración para
mi transformación personal y la irradiación hacia otros.
El efecto de esta práctica es generalmente impresionante. Las
personas constatan cambios en su ánimo, duermen mejor, tienden a desaparecer
las dolencias físicas y mejoran sus relaciones. Se instalan sensaciones de
liviandad, fluidez, aceptación y desapego material y de vínculos tóxicos. Se
asienta una certeza de que las oportunidades estaban ahí, que era cosa que “yo
viera y abriera la puerta”, que hiciera el espacio para que entrara esta visita
generosa, silenciosa e iluminante.
La mente y los sentimientos tienen una alta sensibilidad de
respuesta a la sustancia luz universal. Se ajustan rápidamente, son influidas
con prontitud y el nivel de energía personal aumenta como la espuma. Me siento
vibrante y cargado de unas pilas que pocas veces tuve, casi como que la electricidad
corriera por nuestra piel y nuestros nervios.
Sin embargo, existen numerosas personas que, meditando y orando
cotidianamente, reportan un estancamiento en su avance luego de algunos meses
de práctica diaria. A pesar de que persisten en sus meditaciones y decretos,
hay “algo” que impide seguir avanzando, una barrera que parece infranqueable,
un gran obstáculo difícil de sacar del camino. En varios se instala la desazón,
la incomprensión y la duda de si ese camino de meditación era tan bueno como
parecía haber sido. ¿Qué debo hacer para seguir expandiéndome en mi camino de
automaestría?
El obstáculo es el cuerpo físico. Así como lo primero es
practicar una metodología de conexión con lo Superior, lo segundo es asentar
los hábitos que permitan que la sustancia luz pueda seguir haciendo su trabajo
en el cuerpo físico.
Si no genero las condiciones corporales para que la energía se
siga moviendo y expandiendo en mi cuerpo, mi nivel vibratorio se estancará y
dejará de traernos sus nuevos beneficios. Es igual que una intervención
quirúrgica. Si tenemos una infección no nos podrán operar, pues el riesgo es
mayor que el beneficio. Hay que tratar la infección y esperar que los tejidos
estén desintoxicados y en buenas condiciones para hacer cirugía. Nuestros
hábitos han ido generando esa “infección”, esos obstáculos para el avance de la
energía que nos transforma desde arriba y desde adentro de nosotros mismos.
El siguiente paso evolutivo exige disponer el cuerpo a las
condiciones que faciliten la transmisión de la energía superior refinada en
nuestra estructura física. Son dos mundos: el mundo de la energía unificada
inmaterial (electrónica) que se encuentra con el mundo de la energía de la
materia, atómica y que funciona dividida en polaridades. Para que la sustancia
luz nos transforme nuestro cuerpo material debe sacar algunos obstáculos de sí
mismo.
Ello implica formas de alimentación que limpien y depuren el
cuerpo, y la evitación de los hábitos que introducen sustancias tóxicas al
cuerpo. Todos las sabemos o las intuimos. Tomar agua (el principal conductor de
la electricidad y, por lo mismo, de la energía universal), no tomar alcohol,
comer comidas naturales ricas en agua (frutas, verduras), eliminar las comidas
que aportan grandes cantidades de toxinas (carnes, grasas, exceso de dulces),
no fumar ni consumir drogas.
Si bien esto lo sabemos hace rato, la comprensión que la
depuración y limpieza del cuerpo físico es clave para que la energía de lo
Superior me siga transformando y haciendo el trabajo de expansión en mí, lo
pone en una prioridad y en un sitial existencial de primer nivel. Esto no tiene
que ver con verse mejor ni con la satisfacción de necesidades ególatras. Es una
de las estaciones corporales que es necesario transitar en el viaje de
transformación personal, para llegar a ser el que esencialmente soy.
Cuando la
meditación parece estancarse en sus efectos benéficos, la forma de prepararse
es mediante la purificación del cuerpo físico. Así permitiremos seguir siendo transformados,
abriéndole la puerta de par en par a la sustancia luz. Sólo así nos podremos
mover a un nivel vibratorio mayor, dejando que el trabajo de la energía
superior se multiplique en cada uno y amplifique nuestra acción en el mundo.
Siempre meditando.
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