Si no afronto mis problemas, no hay evolución relevante
La búsqueda
de la armonía, de la innovación personal y de la evolución espiritual se han
consolidado como metas existenciales centrales para grupos importantes de
personas. El deseo profundo es buscar las mejores condiciones interiores y
exteriores que promuevan la evolución individual, para ser una mejor persona
ante mí y los demás.
Como dirían
los grandes psicólogos y maestros Carl Rogers y Abraham Maslow, llegar a ser la
persona que quiero ser, convirtiéndome en un ser humano autoactualizado. Surge
la búsqueda de la integridad personal como meta de automaestría.
Este deseo
inspira a muchas personas como sueño de vida. El para qué está claro. Las preguntas son cómo lo hago; qué caminos sigo para convertirme en Persona, con
mayúscula; qué actitud vital requiero sostener para el proceso de llegar a ser
el que quiero ser; y cuáles son las actividades concretas que me harán moverme
de lugar y conseguir mejores resultados que los alcanzados hasta hoy, es decir,
cómo ser más efectivo y que mis
esfuerzos de cambio se capitalicen rápidamente en certezas interiores de
evolución personal.
Dentro de
este amplio marco de preguntas -- y luego de estudiar bibliografía proveniente
del empiricismo lógico y del estudio de las regularidades de la experiencia
subjetiva, y de acompañar los procesos de cambio de personas en contextos
familiares, educacionales y organizacionales -- se constata que el honesto
deseo de cambio personal y los esfuerzos persistentes de mejoramiento fracasan
mayoritariamente cuando enfrentan el gran obstáculo de afrontar y resolver los
problemas personales. Las mejores intenciones de cambio se hacen añicos cuando
chocan contra la pared de los problemas.
Los
problemas personales tiene dos grandes vertientes: los dolores y fantasmas de
mi historia pasada, y las grandes decisiones que estoy postergando en mi vida
actual. Pasado y presente. Las personas tenemos una tendencia natural a evitar
las dificultades. El problema es que evitarlas sólo las consolida, perpetúa el
dolor emocional que contienen y, lo más grave, detienen nuestro crecimiento
consciente (distinguimos consciente del crecimiento natural que se da en la
vida como parte del ciclo de desarrollo, y que puede retardarse o detenerse si
no se resuelven los períodos críticos de cada etapa del desarrollo).
Es central
afrontar las propias dificultades, ahora. Si lo dejamos para después, estamos
postergando nuestro avance y las posibilidades de efectividad personal y social
que nacen de nuestro actuar. Si no se afrontan las dificultades, no hay
evolución relevante (sólo el crecimiento psicológico espontáneo de la biología
humana).
Tal como
indica Sonja Lyubomirsky desde la Psicología Positiva, una de las actividades
claves para ser feliz es desarrollar estrategias para afrontar estrés,
dificultades y traumas. Andrew Cohen, un profundo reflexivo de la
espiritualidad humana, indica que uno de los 5 principios básicos para la
Iluminación es afrontar todo. Enfrenta todo y no evadas nada, aquí y ahora.
La evolución
personal depende de la decisión consciente de afrontar mis dificultades como
foco prioritario de mi vida. Esta decisión requiere de muchísimo coraje, pues
estamos decidiendo entrar en un período doloroso, complejo, a ratos brumoso y
un poco oscuro, donde tendremos que afrontar dos grandes grupos de decisiones:
1. La
aceptación de los hechos dolorosos de mi pasado y la resignificación de su
sentido para mí, construyendo una interpretación diferente de la que he tenido
hasta hoy sobre para qué me pasaron los hechos dolorosos que viví, buscándole la
intención positiva y el impulso para mi aprendizaje.
2. Definirse
ante las disyuntivas de decisión en la vida presente, esas bifurcaciones del
camino ante las que nos detenemos, dejamos de avanzar y comenzamos a pensar qué
camino será mejor. El problema es que muchos nos quedamos mucho tiempo en esa
bifurcación por temor a los costos del camino que no se elija, sin ver que
dejamos de caminar y de avanzar. Es decir, por temor a perder algo, dejamos de
vivir y comenzamos a operar en piloto automático.
Son decisiones difíciles: ¿dejo este trabajo por un
emprendimiento propio?, ¿me separo para ir hacia una vida mejor?, ¿dejo este
país para buscar nuevas oportunidades y una mayor apertura cultural?, ¿enfrento
a mis padres por el doble estándar en que tienen viviendo a la familia?,
¿interno a ese familiar con problemas graves de adicción?, ¿elijo esa pareja a
la que amo y que puede tener problemas con mis hijos de un matrimonio previo?,
¿denuncio la corrupción de la organización en la que trabajo y que me parece
dañina e inaceptable?, ¿reconozco mi condición homosexual ante mi familia?
Cada uno tiene su propia bifurcación existencial. La único
importante es avanzar y tomar un camino. Hay ocasiones en las que la mente no
tiene la claridad para elegir. En esos momentos hay que confiar en el GPS
interior, la sensación emocional dentro de nuestro ser. La confianza es difícil
de conquistar, pues es tener la certeza que las ventajas del camino elegido
serán mayores que las desventajas del camino desechado. Costo siempre habrá.
Usualmente hay sufrimiento, que se mitiga con las beneficios individuales y
colectivos de un mejor vivir. Para hacer una torta es necesario quebrar huevos,
creando una realidad que antes no existía. Nuestros afectos superiores “saben”
lo que nuestra mente a veces no dilucida.
La herramienta de las conversaciones valientes es recomendada como un acelerador para afrontar los problemas, y una gran promotora de la iluminación y la evolución personal. La clave está en tomar la decisión consciente y valiente de afrontar mis problemas, operar desde esa actitud de urgencia, tomar decisiones y lanzarme a un nivel superior de automaestría. Si no lo hago, mantendré mi efectividad y sensaciones actuales.
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