El poder de la pertenencia


Bert Hellinger, el creador de las Constelaciones Familiares, es enfático en señalar que el principio número uno para las relaciones entre los seres humanos es la pertenencia, la necesidad básica de ser parte de un sistema mayor. Fundamenta el origen de la pertenencia en el amor que está a la base de todas las relaciones entre las personas, no en el sentido de amor filial o de pareja, sino en cuanto amor universal. En este sentido es muy parecida a la noción de biología del amor de Humberto Maturana.

Hellinger plantea que la peor herida que se le puede causar a una persona es excluirla del sistema familiar, por el motivo que sea. La exclusión genera una deuda energética inconsciente, usualmente protegida mediante el secreto familiar y que perdura por generaciones. No obstante, ese secreto será asumido por algún descendiente, quien por amor se inmolará para resolver la situación, cerrar el círculo de la exclusión, generar pertenencia y liberar la energía transgeneracional perturbadora.

El segundo principio para una armónica convivencia familiar es el orden, es decir, respetar la prelación de los roles generados en el tiempo. Un abuelo tiene mayor peso que el padre, que a su vez tiene más peso que el hijo. Al aludir a peso no nos referimos a dignidades ni legitimidades diferentes, sino que a roles que deben hacerse cargo de las situaciones y responsabilizarse según la cercanía generacional con los eventos conflictivos.

Pertenencia y orden de roles son las claves de la convivencia familiar armónica. A la base de la pertenencia existe la legitimidad natural de todos los miembros de un sistema a ser parte de él, equilibrio que se rompe cuando alguien trasgrede ese balance al ponerse en un rol excluyente y de superioridad (ya sea moral, económica o de cualquier tipo).

Que exista asimetría en los roles (el padre tiene más autoridad que el hijo) no implica asimetría en los vínculos ni una identidad superior a la otra. Serás mi padre, madre o abuelo. Respeto tu mayor orden en los roles. Pero tenemos la misma dignidad y legitimidad, lo que se revela en la horizontalidad relacional, una actitud simétrica entre todos. Roles asimétricos, actitudes horizontales.

La exclusión brota cuando se confunde rol asimétrico con vínculos asimétricos, pues el “poder” del rol se confunde con poder sobre las posibilidades de las personas. Cuando me concibo como una persona más poderosa que otra, me siento con el derecho de excluirlo, por la proyección y la aplicación de mis creencias de superioridad, y el ejercicio de la mayor autoridad. La exclusión es la perversión en el uso del poder. Mis intereses por sobre el resto. Yo por sobre la comunidad.

La inclusión es la grandeza en el uso del poder. El poder personal derivado del amor es la base de la inclusión. En la vereda contraria, lo opuesto al amor (¿el egoísmo?) es el germen de la exclusión y la marginación de los demás.

Es posible que lo descubierto por Hellinger a nivel de las familias sea un patrón sistémico que se repite en los equipos, las organizaciones y la sociedad. En cada sistema social es esencial entender cuál es el orden de los roles, cómo interactúan los grupos e instituciones para favorecer la convivencia social y qué tipo de ejercicio del poder es necesario para garantizar pertenencia e inclusión.

La destrucción del tejido social proviene de la exclusión, la falta de oportunidades para humanos iguales en dignidad, las creencias de superioridad respecto de otros y un uso egocéntrico del poder que se tenga.

Independientemente del nivel sistémico en el que se aplique esta estructura de análisis, las semillas iniciales son transversales: la legitimidad de los otros, el respeto, la resolución de conflictos desde el orden natural de los roles en el sistema y la horizontalidad relacional.

Comentarios

¿Cómo o dónde entra en esta lógica la gestión de mismo en el sentido de no caer en la trampa de sentirse víctima por la familia o trabajo que me tocó?
Un abrazo,
Yoyo
Felipe Landaeta dijo…
Justamente el problema surge cuando la persona no ha encontrado su lugar ni se ha empoderado en quien es. Cuando hay dificultad la persona sigue atada al pasado como decisión personal. Eso es lo que se llama lealtad: sigo pegado en el pasado porque soy fiel al mandato familiar, porque soy fiel a mi tío excluído (si tu no perteneces yo tampoco), o me sigo culpando por esa vez en que despedí o excluí a X, etc.

Siempre que hay problema es porque tomé un partido, posición o ubicación. Porque soy fiel al alma familiar sufro. Puede ser que me paré arrogantemente frente a mis padres y los apunté con el dedo y ahí surgió un desorden, las situaciones son muchas y siempre estoy implicado. Esto es súper interesante, incluso en los casos de abuso, donde la víctima también está activamente participando. Esto lo sé pues me ha tocado representar personas abusadoras y abusadas, y el vínculo entre las partes es más sinérgico de lo que parece desde afuera.

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