Mundos opuestos

Cada vez que se habla de alegría o cualquier emoción en el polo de la positividad, muchas personas arriscan la nariz pensando que su interlocutor es ingenuo, new age, edulcorado, superficial, poco serio y no digno de atención. Quien así reacciona suele considerarse serio y realista, suficientemente experimentado en las tragedias de la vida como para comprar recetas fáciles y livianas de autoayuda (esa es la descalificación), pues su creencia es que está confirmado que la vida es de los oportunistas y pesimistas.

Cuando comienzan a dar evidencia sobre su negatividad aluden a las noticias tóxicas que dominan los medios y sus criterios editoriales, a la forma de diálogo público entre los actores sociales, a la sordera, ceguera e interés individualista y de clase imperante entre los políticos, a la violencia ambiente, a la mayoría de ejecutivos y jefes que juegan sólo para sí mismos y les importan un bledo sus trabajadores (ni ahí con la equidad y la distribución ecuánime), y a una percepción de que las personas son mayoritariamente negativas, envidiosas, dobles, deshonestas y torcidas.

Los estudios de Psicología Positiva muestran que la vida se divide en dos mundos que interactúan poco y nada: el de los positivos y su vida ascendente que florece, y el de los negativos y su vida mustia que languidece. Mundos opuestos. El límite entre ambos es matemático: quienes viven en estados de ánimo marcados por una tasa superior a 2,9 emociones positivas divididas por una negativa, despliegan lo mejor de sí mismos.

Bajo esta tasa de 2,9 de positividad la vida palidece, se pone aburrida, plana, sin disfrute, con una mirada triste del futuro y actitudes cotidianas indiferentes, egocéntricas o tóxicas. Si hubiera restricción humana, no podrían circular casi nunca.

Estas emociones positivas o negativas son el motor de la conducta, por lo que las actitudes y comportamiento de las personas reflejan en los actos la tendencia de positividad o negatividad de quien decidió actuar así. Leyó bien. Decidió. Hay mínimo determinismo genético en las actitudes ante la vida. Son mis decisiones (conscientes o inconscientes) las que forjaron las creencias que hoy tengo y que me hacen ver el mundo en negro-gris o en tonalidades claras y luminosas.

Es decir, mi pensamiento y mi mapa mental es el embudo que estrecha mis emociones y mi vida, o el amplificador de las mismas. Puedo mirar con anteojeras o con consciencia amplia y expandida. Eso es una decisión mental que debo hacer consciente si quiero moverme hacia el mundo de la felicidad duradera (que sí existe, como muestran los estudios de la ciencia de la felicidad).

En estos mundos opuestos existe sintonía dentro de cada mundo. Los negativos sincronizan con los iracundos, peladores, arrogantes y mentirosos, y los positivos con los optimistas, alegres y esperanzados. Entre estos mundos no hay sincronía ni encuentro, no se rozan ni se topan. Un muro de Berlín interpersonal, un verdadero vidrio indestructible los separa. Parecen tipos de vida completamente diferentes. En realidad no lo parecen. Es así, porque los negativos se atraen entre sí y los positivos también. Dime con quién andas y te diré quién eres. Esa frase que tiene un origen clasista se aplica perfectamente al mundo de nuestras emociones. Dime tus emociones y te diré con quién te relacionas y cómo son tus resultados en la vida.

Los resultados en la vida son infinitamente mejores para los positivos, con los criterios profundos y balanceados de la vida, es decir, efectividad externa, satisfacción interna, plasticidad conductual y resiliencia. Los negativos tienden a valorar sólo un criterio: el dinero y la posesión material.

El sesgo economicista imperante en el mundo de hoy no ayuda, pues la riqueza material tiene un sitial completamente inmerecido y desbalanceado respecto de otros criterios de la vida. ¿Usted prefiere ser millonario y tener una vida pobre, sin afectos ni un futuro que lo inspire, o una vida económicamente promedio y una vida feliz? Los estudios muestran que la correlación entre dinero y felicidad es insignificante y que la diferencia de felicidad entre ricos y pobres es de 1%. Así de claro y difícil de creer.

¿En qué mundo decides vivir, en el positivo o en el negativo? En los dos no se puede. Se oponen energéticamente. Tú decides.

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