El uso publicitario de la felicidad


Diversas empresas están usando la idea de felicidad para publicitar sus productos y servicios. Varias lo hacen con ajuste a los estudios de la ciencia de la felicidad y otras hacen un uso engañoso de la idea de felicidad.

Sonja Lyubomirsky, una de las más destacadas investigadoras en Psicología Positiva, define felicidad como la experiencia de alegría, satisfacción o bienestar positivo, combinada con la sensación de que nuestra vida es buena, tiene sentido y vale la pena. Los estudios indican que la felicidad no es un resultado, sino que es un proceso cotidiano de construcción de energía positiva, en el presente.

Para conseguir una felicidad duradera hay que introducir algunos cambios permanentes que requieren esfuerzo y dedicación todos los días de la vida. Es decir, hay que ir al gimnasio de la felicidad, que es igual que un músculo que requiere entrenamiento para estar fuerte. Hay actividades que producen más felicidad que otras, ligadas a dar las gracias, cultivar el optimismo, saborear la vida, enfrentar los problemas con estrategias efectivas, alejarse de la negatividad y los medios tóxicos, practicar la amabilidad, cuidar las relaciones sociales, Aprender a perdonar, practicar la espiritualidad y ocuparse del cuerpo mediante la meditación y la actividad física.
       
Se derribaron tres mitos de la felicidad: la felicidad se tiene que encontrar, la felicidad consiste en cambiar nuestras circunstancias, y la tienes o no la tienes. Se constató que la felicidad se construye cotidianamente.

Con esta información estamos en condiciones de tener un conjunto de parámetros para evaluar la pertinencia de la publicidad que usa la idea de felicidad. Todo comercial que asocie la felicidad a un resultado o a un cambio de circunstancia es una falacia engañosa. Eso no sucede. Cada vez que nos compramos algo nuevo tenemos una micro-felicidad, pero que pasa rápidamente por el fenómeno de la adaptación hedonista. Nos acostumbramos rápidamente a lo bueno y dejamos de verlo y valorarlo en el corto plazo.

Lo más patético es el slogan de “la felicidad cuesta menos”, pues lo asocia a dinero y a resultados. Se ha comparado la felicidad de personas millonarias y personas pobres, y sus grados de felicidad son similares. El dinero no hace la felicidad, ni la belleza, ni prácticamente nada material y externo.

Algunos comerciales dicen que la felicidad te lleva al éxito y no el éxito a la felicidad. Ello es así. Los buenos resultados se logran por la conducta positiva perseverante y determinada, la mayoría de los días de mi vida. Si bien vivir en un presente de felicidad no asegura “el éxito”, es la manera más efectiva de aumentar las posibilidades de alcanzar aquello que yo considere “exitoso”.

La felicidad no está en el futuro ni en el exterior. Está en el presente y en mi interior. Estamos equipados con todos los mecanismos para ser felices, lo que sucede es que no nos han enseñado a hacer silencio en el presente, desapegarme de lo material y valorar lo que da felicidad y vida: lo simple, lo más simple, eso que todos tenemos. El resto es un conjunto de programaciones socio-culturales de lo que debemos lograr y que nos hacen perdernos de nosotros mismos, de nuestra esencia simple y feliz. Como niños.

La única publicidad ajustada a la ciencia de la felicidad, y por lo mismo veraz, es aquella que invita a construir la felicidad dentro de uno mismo, como resultado del autoconocimiento. Consumo y felicidad no se llevan bien, pues consumo es sinónimo de apego material. La felicidad vive en el presente sencillo, desapegado de las posesiones y no tiene que ver con las circunstancias ni lo que compre.

Casi cualquier uso de la felicidad en publicidad es poco veraz, al menos, y abiertamente engañoso y falaz, en lo más.

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