Alertas sobre el lenguaje y el consumismo espiritual

Observo un significativo número de personas que movidas por su necesidad de lograr una vida con sentido, comienzan a consumir indiscriminadamente prácticas y técnicas espirituales que prometen la evolución y la iluminación.


Veo que ese sobreconsumo espiritual, sin una base psicológica trabajada en lo afectivo, corporal y cognitivo, y que se haya hecho cargo de elaborar las dificultades que todos llevamos, tiene el riesgo de generar una conducta adictiva. Es decir, en vez de enfrentar las causas de fondo de la angustia existencial o los traumas de la propia historia, se aplican remedios paliativos de ella, que son los cursos, talleres y prácticas de muchas técnicas sanadoras. Enfatizo que el problema no está en las técnicas ni es posible evaluar su efectividad si la persona no es el terreno fértil para que la metodología haga su trabajo.


Observo también que un número de estas personas padecen de patologías neuróticas graves o trastornos limítrofes de personalidad. Estas técnicas, benéficas en si mismas, operan como amplificadores de la patología de estas personas, alejándolas de las respuestas y la automaestría.


Esto tiene un par de consecuencias graves. Primero, las personas se comienzan a considerar evolucionadas sin haber trabajado su sombra (como diría Jung) y asumen posición de gurú, repartiendo soluciones y consejos sobre qué deben hacer otros en la vida. Segundo, empiezan a usar un lenguaje espiritual, una actitud cercana, una sonrisa permanente y un tono sanador. Es una actitud incompleta, bien intencionada pero poco evolucionada, un comportamiento pseudo espiritual. Lo grave es que mucha gente en búsqueda sigue a estos gurús incompletos y se pierden, por lo que se multiplica el efecto desorientador.


Cada vez que oigo a alguien con lenguaje espiritual altisonante y alambicado, dando consejos y asumiendo posturas de superioridad espiritual, me agarra una desconfianza feroz. El chequeo es fácil: es cosa de mirar sus comportamientos cotidianos para ver si encarnan lo que dice. El testeo de si existe trabajo e integridad personal se prueba en los límites, es decir, en la forma en que manejan los conflictos, en cómo gestionan la ira, la impulsividad y las emociones tóxicas, en cómo resuelven los ataques de negatividad de los otros y en comprobar si el centro de su vida está en su GPS interior desde la actitud del protagonista, alejados de cualquier victimización y autocompasión. Si pasan esas pruebas ácidas en su comportamiento observado, están en la senda sana de la automaestría, diferente del lenguaje y el sobreconsumo espiritual patológico y evitador de los problemas de uno mismo.


Ojo con la cáscara espiritual. Lo importante es el fondo. Los evolucionados casi siempre son silenciosos, comunes y corrientes, y alejados de las luces. Saber, hacer, atreverse y callar.

Comentarios

viajero dijo…
Sobreconsumo y sobreventa espiritual. Lo he visto mucho en coaching, pero no sólo ahí. Hay muchos ámbitos en los que se aprecia esta tendencia. Hay algo en nuestra cultura que tiende a llevar a algunas personas al rol de gurú.
Ignacio, hola!
Leí tu artículo “Alerta sobre lenguaje y sobre consumo espiritual”, aclaro, no haber leído tu libro GPS Interior, lo haré prontamente. Debido a ello, es posible que no tenga el contexto adecuado para interpretar desde qué mirada escribes este artículo. Sin embargo, habiendo estudiado en Newfield (Rafael Echeverría).puedo observar un cierto sesgo. ¿Sería probable que la crisis de sentido que hoy vivimos -cada época tiene su enfermedad- podría provenir del fin de la Metafísica?. Ésta crisis de sentido ya fue anunciada hace tiempo por F. Nietzsche y, hoy, lo manifiesta explícitamente Rafael, no cómo una enfermedad de un grupo de individuos.

Personalmente, creo que no es una enfermedad psicológica de un grupo de personas que se manifiesta en la búsqueda desenfrenada por el “consumo” espiritual, es el síntoma, no la enfermedad. Es una patología social, particularmente de esta época y occidental. Por otro lado, las instituciones religiosas no han sabido adecuarse para paliar esta pandemia como sus síntomas. Hoy, no hay instituciones que se hagan cargo de nuestro doble origen (terrestre y celeste) como lo hicieron en el pasado. Tengo sospecha que no existirán en el futuro estas instituciones, cada uno de nosotros deberá hacerse cargo de escoger su propio camino.

Siguiendo la hipótesis planteada en el artículo sobre las consecuencias de las personas que padecen patologías neuróticas graves o limítrofes de personalidad y que buscan desenfrenadamente la dimensión espiritual. Pregunta:. ¿Los católicos y su religión no serán una expresión de esas patologías?. Pareciera que sí. El cuarto párrafo los describe…. ¿Qué pasa con Cristo que predicó para los “pobres de espíritu”? ¿Quién puede juzgar en la dimensión espiritual lo que es bueno o malo? ¿Quién puede tirar la primera piedra?

Sobre el tema del misterio, de lo inefable comparto mi experiencia personal en mi página web (www.quirogag.com) , por si quisieras echarle una mirada.

Saludos cordiales, Alberto
Felipe Landaeta dijo…
Me gustó mucho tu columna me hace sentido y estoy de acuerdo en varios puntos. Me he topado con gente así y puede que yo haya atravesado por algún momento así también.

La falacia pre/trans se pone de manifiesto en lo que mencionas, el creer que alcancé un cierto nivel cuando en realidad estoy en otro. La forma de interpretarlo, el self alrededor del cual se agrupan o significan las experiencias es muy diferente.

Igualmente, todos quienes hemos iniciado un camino pasamos por la inflación egoica inicial. El otro día leía algo que me hizo sentido, que hacía referencia a que esa inflación inicial es la que impulsa a seguir. Igual hay gente que se queda pegada.

Es súper interesante este tema, donde por ejemplo la capacidad de visión (vidente) y la proyección (mecanismo de defensa) pueden confundirse. Y justamente en las personas que describes veo eso.

En la categoría de Otto Kernberg estarían en un cluster B, de trastorno de personalidad: problemas en los límites personales, manejo de los impulsos, problemas de identidad y con momentos de pérdida de juicio de la realidad.

Otra cosa interesante es que también he visto esto en gente en proceso de transformación, pero difiere en que no se transforma en un estado del ser permanente ni en un guruísmo, narcicismo ni psicopatía constante.

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