Entre la lógica del Presidente y la de Borghi: estamos mirando mal

Chile cambió con la dictadura y con los tiempos actuales. Nuestra cultura es otra a la de 40 años atrás. Uno de los legados de Pinochet fue la mirada individualista y desconfiada, que puso a la búsqueda de los beneficios exclusivamente individuales en un lugar privilegiado. Hoy lo colectivo ya no convoca a casi nadie. ¿Cuántas de las personas que usted conoce pertenece sistemáticamente a alguna agrupación de servicio voluntario, por el puro amor y gusto de ayudar a otros o generar cambios en el sistema actual? Los mínimos. No hay deseo, sentido ni valoración de proyectos colectivos, en la mayoría de nosotros.


Las personas de este tiempo estamos concibiendo la vida como un fenómeno individual, para destacar yo, mis ideas y mis cercanos. Los pocos momentos en que nos congregamos en torno a algo es por una explosión emotiva que dura poco, ya sean los partidos de la selección o la Teletón. Un colectivismo algo histérico, sin valores de fondo y con el sello de las emociones: efímeras, intensas y no sostenibles en el tiempo. 


¿Será eso lo que pasará con las movilizaciones sociales actuales o se estará incubando un germen de cambio de la mirada individualista a una más social? Si estas movilizaciones no se plasman en organizaciones estables y con representatividad que logren hacer alguna contraparte institucionalizada al necesario, desvalorizado y descompuesto sistema político chileno, estos intentos serán una épica de corto plazo que no producirán transformación.


Hoy casi nadie sostiene como base de su identidad, sus valores y sus paradigmas una arraigada mirada social y colectiva, como en la década del 60. Lo que le da sentido a la mayoría de las personas son los logros individuales. Lo colectivo no es importante para casi nadie. El drama es que esto ya es parte de nuestras creencias personales y culturales. Somos una tropa de egocéntricos que nos relacionamos funcionalmente con otros, desde el presidente de la república hacia abajo. Variadas son las columnas escritas por personas de la UDI y RN que describen al presidente como autoritario, sin saber escuchar, con una desproporcionada valoración de sus capacidades, una necesidad patológica de protagonismo, mínima confianza en los otros y en el trabajo en equipo, y poca tolerancia a la crítica. 


El presidente encarna bien los valores, paradigmas y formas de ser de muchísima gente: el individualismo exacerbado. Se valora el emprendimiento y el esfuerzo, pero siempre individual y en beneficio propio. De la necesidad de crear e instalar emprendimientos sociales, mucha palabra y poca acción, tanto en el gobierno, las universidades como las agrupaciones gremiales.


Priorizamos en extremo los valores exclusivamente individuales y los derechos de libertad personal (lo que está perfecto), y desconsideramos los deberes colectivos de vivir con otros y los derechos de los demás. El problema es que no coexisten, que hay desbalance.


Las sociedades más desarrolladas y los equipos sobresalientes entienden que los resultados son consecuencia de una mirada colectiva, donde lo bueno que sucede depende de la forma en que las personas se relacionan. Si queremos buenos resultados en el largo plazo para la mayoría de las personas (es decir, reducir asimetrías y desigualdades, y ampliar la igualdad de oportunidades) no es tiempo de líderes heroicos, caudillos iluminados ni arrestos individuales. Se requiere crear organizaciones y equipos con sentido social compartido, con líderes que valoren el trabajo de la comunidad por sobre la individualidad. 


Eso que no pasa en el actual gobierno, tampoco está pasando en la selección de Borghi, donde se abandonó el sistema de trabajo colectivo por la valoración de las individualidades. Con Bielsa teníamos confianza en el equipo. Ahora se lesiona Valdivia, juega regular Sánchez, se vuelve a equivocar Bravo y se nos desmorona la estantería. Bielsa era el modelo del líder con mirada de comunidad. Borghi encarna el hombre bonachón, individual, cercano, divertido y que apuesta a las inspiraciones individuales. Mucho talento y poco diseño de la táctica de equipo, el entramado de coordinaciones que explica los buenos resultados, muy por sobre el talento y su sobrevalorado énfasis individualista. Mi doloroso pronóstico es que en la actual selección chilena prima el paradigma individual al colectivo y que no son buenas las noticias de cara a las eliminatorias. ¿Guardiola se parece más a Borghi o a Bielsa?


Estamos mirando mal. El patrón es simple. Los buenos resultados en estos tiempos derivan de la lógica relacional, del estar conectados y de crear organizaciones representativas. Si no se hace eso, los pocos poderosos que tienen la mirada individualista y que llevan agua para su molino, quitándole el agua a los demás, seguirán tomando las decisiones y el resto recibirá las sobras, las gotitas que se les escapan del chorreo que tan bien saben acopiar. La lógica social del equipo y la comunidad está secuestrada por la lógica del poder y el talento individual.


Ante esta realidad tenemos dos opciones: asumimos que no tenemos nada que hacer y tratamos de seguir rascándonos con nuestras propias uñas o entendemos que lo que genera mayor bienestar colectivo es crear agrupaciones representativas con inspiración social. Es decir, se requiere una transformación cultural. Por ahora ganan por goleada los de mirada individualista. ¿Es este el Chile que queremos? Cada uno sabrá. 

Comentarios

gabri dijo…
Hola Ignacio,
Coincido totalmente con lo que planteas, pero no soy capaz de llevarlo a palabras. Lo del voluntariado fue lo que me llamó la atención, cuando supe que en EEUU (donde vivo actualmente) el 25% de la población hace voluntariado! Increíble!
Las protestas, la forma de gobernar, la selección. Todo lo que comentas me hace sentido.
Gracias por compartirlo!
RIBOSOMA dijo…
Tal cual Ignacio, tu columna me parece un muy buen retrato de nuestra sociedad actual. Mi esperanza son los jóvenes como nuevos líderes sociales.

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