La culpa no es del relato

(Publicado en blogs La Tercera, 11 de mayo 2011)


El senador Longueira ha sido públicamente crítico con el gobierno de Piñera respecto de los malos relatos que ha publicitado - por ejemplo, la nueva forma de gobernar o el gabinete de los excelentes - ya que, dice Longueira, son fácilmente desmentidos con los primeros errores. Pone como ejemplo de buen relato el “crecer con equidad” del gobierno de Lagos.

La clave de un buen relato es que sea breve, de comprensión fácil para todos, que guíe el accionar de un gobierno como un sueño a alcanzar y articule los proyectos de políticas públicas y las decisiones ejecutivas e instrumentales más sensibles de una administración.

Lo que sorprende es la comprensión limitada del tema del relato. Tal como se ha discutido por los medios, pareciera ser una cuestión de creatividad y marketing, de encontrar alguna frase ingeniosa con la cual sorprender y encandilar a la mayoría, para encantarse con el discurso del gobierno de turno. Visto así, una montaña de encuestas y analistas del mercado de la opinión pública debiesen estar indagando cuáles son los temas más sensibles para la gente, de modo de dar en el clavo y seducirnos. Esa mirada tiene el riesgo de sustituir el criterio propio y los ejes valóricos de un gobierno por la compulsiva necesidad de hacer lo que la gente quiere, vía encuestas. Eso que pareció burdo al inicio del gobierno de Piñera, parece estarse balanceando con más mirada de largo plazo y mayor criterio político en las decisiones técnicas.

Para que un relato sea creíble por los ciudadanos (no sólo los consumidores ni los clientes) es necesario que surja del ADN de quien lo comunica, dando cuenta de las características que el presidente, los ministros y el gobierno ya tienen. Es decir, la mirada está en primer lugar en cuáles son las fortalezas reales y constatables y, en un largo segundo lugar, cómo comunicarlo y hacerlo llegar bien a la gente.

Si se levanta un relato que no se observa en el comportamiento del presidente, rápidamente nos daremos cuenta que es un relato desencarnado, que no se ve en las actitudes cotidianas del mandatario y su grupo de ministros. Y la credibilidad baja. Las encuestas muestran que este es el atributo peor evaluado del presidente: hay mucha gente que no le cree. Se intuye que lo interpersonal le importa poco o nada, y se esfuerza por parecer cercano, simpático y sensible. La mona, aunque se vista de seda, mona queda, en las fortalezas y en las debilidades. No va por ahí el camino.

Quien paga las consecuencias de un mal relato suelen ser los voceros de gobiernos, que muchas veces aparecen defendiendo lo indefendible, u ofreciéndonos interpretaciones forzadas de la realidad. Un síntoma de mal relato es una vocería que tiene que defender al gobierno a cada rato.

Los buenos relatos nacen de las fortalezas mismas del presidente y del gobierno que conduce, son encarnados, se observan en las actitudes naturales y espontáneas de quienes gobiernan, y son escritos con inspiración épica y con una redacción que lo blinde de los errores de los funcionarios políticos de turno.

El relato no es un tema de marketing. Es un tema de humildad y honestidad para reconocer en qué se es bueno y en qué se tiene debilidades insoslayables, de manera de construir un discurso veraz, creíble y que dará frutos a futuro. Como muestran los estudios de liderazgo en empresas, los trabajadores prefieren un jefe serio y hosco, pero predecible, a un jefe carismático y zigzagueante, de esos que no puedes leer y no sabes hacia qué lado saldrá.

La culpa no es del relato. Es de no entender que se requiere un relato encarnado, ajustado a las características reales del presidente y sus acompañantes, y, aunque parezca electoralmente rentable, no se pueden armar discursos épicos con conductas que no están a la altura, pues la ciudadanía lo huele a kilómetros. Si el presidente quiere aumentar su credibilidad, que comience por armar un relato real, que muestre desafíos exigentes pero posibles, y gane confianza de la gente. 49% de rechazo en la última Adimark no es poco.

Para articular un buen relato, el desafío está en encontrar cuáles son esas fortalezas del presidente que se puedan poner en perspectiva de relato encarnado. Bonito desafío para los cerebros de la comunicación política, a los que claramente les ha faltado conocimiento y perspectiva psicológica. La gente compra el envase del producto un rato. O sea, sirve para las campañas. Para la gobernabilidad del día a día, ya conocemos el producto, por la que la credibilidad se juega en que lo que vemos con nuestros ojos sea consistente con lo que dice de sí mismo el presidente, la vocera y los ministros. Veremos qué relatos querrá levantar el presidente Piñera en su discurso del 21 de mayo.

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