Selección de sacerdotes


Dentro del tardío y necesario mea culpa que hizo la jerarquía de la iglesia católica chilena sobre su complaciente y criticable comportamiento ante las denuncias de abusos sexuales hacia sacerdotes, se compromete a ser más estricta en la selección de los mismos.

La experiencia de selección de personas en organizaciones entrega pautas probadas sobre cómo hacerlo. Lo primero es preguntarse para qué existe el cargo de sacerdote. La respuesta a esta pregunta determinará el perfil de postulante que se busque y conecta con las creencias de las diferentes espiritualidades presentes en Chile.

Si se considera que la responsabilidad principal de un sacerdote es educar moralmente a los fieles, se elegirá un perfil moralizante, más bien asimétrico y exigente, exacerbando la prédica de creencias y preceptos desde la autoridad superior. En términos de personalidad cuadran bien las personas distantes, muy racionales, alejados de cualquier afecto, severos en la evaluación de resultados y con propensión a la soberbia, Ese tipo de sacerdotes será cercano a las nociones de pecado, mandamientos, penitencia, generación de culpa y reprobación ante los comportamientos “desviados” de las creencias. Lo hemos visto, por ejemplo, en la no acogida a separados y homosexuales como parte de la doctrina vaticana.

Si se estima que lo central del rol de los curas es producir la experiencia espiritual en las personas, el perfil de selección debe orientarse a las destrezas emocionales, la empatía y la capacidad de escuchar y crear atmósferas positivas para conectar con las semillas de divinidad que hay dentro de cada uno. Esto implica una actitud humilde, horizontal, cercana y con conciencia de los propios ripios. Estos religiosos serán más cercanos a la idea de comunidad, de vivir la propia experiencia de Dios, entenderán los errores como fuente de aprendizajes, serán más comprensivos y compasivos, y pondrán énfasis en el acompañamiento espiritual de los fieles.

Como se ve, es clave decidir qué tipo de sacerdote se quiere pues determina un modelo a buscar y seleccionar. Intuyo que aquí están parte de los principales problemas de la iglesia católica, pues tenemos modelos desde el Opus Dei a la Compañía de Jesús, tan distintos y diversos en sus énfasis, ideas y miradas. Después de esto, la forma de evaluación y selección es similar a la que se aplica en empresas, desde las baterías de pruebas psicológicas que se aplica hasta las entrevistas en profundidad. Es central descartar patologías psiquiátricas y se debe tener un claro diagnóstico de los mecanismos de control de impulsos sexuales y agresivos. Dado que la vida sacerdotal implica el celibato, es central tener certezas de que no canalizarán su energía sexual en perversiones.

Pensando en la formación de los sacerdotes y en la dirección de debe tomar el entrenamiento sacerdotal, quiero aportar la visión del celibato y de la autoregulación de la energía sexual como una consecuencia de una gestión individual de alto nivel, de una asentada automaestría.

Estudiando la vida de personas con alto desarrollo espiritual y de cualquier origen religioso, se observa un patrón común: lograr un evolucionado desarrollo del espíritu es resultado de un trabajo sistemático de sus aspectos corporales, afectivos y cognitivos, abordando las dificultades humanas que todos enfrentamos, y focalizándose en afrontar con valor y determinación de cambio personal dichos quiebres y problemas. Este desarrollo ascendente es una secuencia que todas las personas viviremos en algún momento de nuestro crecimiento, aunque depende de dos factores: querer enfrentar nuestros problemas y aplicar metodologías de cambio personal que aceleran mi evolución. Este proceso de automaestría es una posibilidad abierta a todas las personas y se hace aún más significativa en quienes cumplen roles de modelamiento y guía de otros, como los sacerdotes.

El celibato es un estado espontáneo que surge de un desarrollo espiritual avanzado, donde las necesidades sexuales se subordinan naturalmente a las necesidades interiores de mayor nivel: la expresión del amor, la sabiduría, la acción coherente y la conexión con lo Superior. Es una consecuencia del trabajo enfocado en la gestión del si mismo y la automaestría. Cuando se mira de lejos a estas personas, se lo pone nombre a sus virtudes y comportamiento. Aquí nacen las creencias y los preceptos morales. Se constata que las personas espirituales y evolucionadas son armónicas y equilibradas. Así se construye un deber ser asociado a un rol. Para ser sacerdote se “debe ser así”.  Aquí está el gran error, pues se crea una especie de pauta normativa y perfil deseado, abordándose desde la moralidad y desasociándolo del proceso íntimo y personal de evolución humana.

Por lo mismo, las conductas pedófilas en sacerdotes son consecuencia del poco foco que han puesto algunas instituciones formadoras de clérigos en el sistemático y deliberado trabajo del sí mismo, de un modo balanceado. No basta con el desarrollo religioso y la espiritualidad, sin considerar el cuerpo, las emociones y el intelecto. Como cualquier ser humano, deben trabajar su integridad personal. Quienes lo logren podrán ser ejemplo para otros e iluminar el camino de crecimiento de los fieles. Siempre desde adentro hacia afuera. Primero en mi, luego en los otros.

Esto saca el tema del celibato y del seguimiento de mandamientos, preceptos y creencias del ámbito moral y lo pone en el centro de lo humano: se irradia lo que he logrado en mi interior. Se constata que nadie da lo que no tiene. La coherencia personal y la efectividad en el ejercicio de mi rol derivan de mi automaestría.


Ojala los responsables de seleccionar y formar sacerdotes revisen sus programas de entrenamiento y los focalicen en favorecer las condiciones para que emerja de cada seminarista la mejor persona posible, en el balance de su corporalidad, afectividad, cognición y espiritualidad. Quienes no cumplan los estándares mínimos o no estén dispuestos a cambiar y trabajar en sí mismos, no pueden ser guías de otros.

Comentarios

Aplaudo de pie esta notable y sabia reflexión. Como Cristiano Ortodoxo Griego es justamente esta elección por la vida espiritual y la experiencia directa de Dios lo que por siglos hemos intentado hacer prevalecer en la Iglesia de Oriente. Ojalá que los hermanos Católicos lo comprendan también para que pongan fin de una buena vez a toda esta corrupción moral y espiritual que nos perjudica a todos, pues daña de manera terrible el imaginario colectivo sobre la Cristiandad.

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