Las claves de un proyecto compartido

Parte del éxito de una pareja, familia, grupo u organización es contar con un proyecto compartido que articule los sueños, empeños, desempeños y satisfacciones de quienes son parte del mismo. Es una condición fundamental y necesaria, aunque insuficiente, para los buenos resultados.


Un proyecto compartido que avance hacia el éxito tiene, al menos, las siguientes características:


Se nutre del poder inspirador de un sentido compartido, un propósito existencial que va más allá de las metas individuales y las tareas específicas, y que funciona como la fuente de motivación, el atractor existencial, el imán que convoca todos los esfuerzos. Indica el norte al que dirigirse, la estrella a alcanzar y opera como criterio de discernimiento ante las dificultades. Nunca hay que perderlo de vista pues es lo que hace que las personas decidan estar juntas, por lo que es central ponerlo al centro cuando los conflictos, desacuerdos y dificultades arrecian. Juntos se puede enfrentar desafíos mucho más grandes y llegar mucho más lejos que si voy solo. Es el poder de un sentido social y transpersonal, más allá de las respetables y más restringidas metas individuales.


Requiere la humildad de poner las metas personales al servicio del equipo. En concreto eso significa que a veces es necesario ocupar posiciones de retaguardia, contener el ego de querer estar en la primera fila, y aceptar que se harán tareas secundarias y a ratos aburridas. En los equipos maduros el liderazgo es rotativo en función de las demandas del contexto y de las competencias de las personas. Hay momentos para el lucimiento y momentos para estar tras bambalinas. Ello requiere un alto nivel de conciencia personal para no sentirse menoscabado cuando otro está ejerciendo el liderazgo, comprendiendo que eso es lo útil y funcional para el proyecto compartido.


Demanda un nivel de energía e iniciativa equivalente de cada uno de los miembros. Uno de los síntomas más evidentes de cansancio en las parejas es cuando uno tira el carro y el otro espera ser llevado. Se produce un desbalance en la energía puesta al servicio del proyecto compartido que termina agotando y cuestionando algunas de las bases de lo conjunto. En los equipos pasa lo mismo.


Necesita de madurez en la resolución de los conflictos. Este punto es de alta complejidad pues implica la madurez y autorregulación individual de cada una de las personas. En un equipo es algo más sencillo, pues si los pares no se ponen de acuerdo, es el jefe quien decide. En los sistemas de roles equivalentes (como en las parejas) es más complicado. Señales comunes de inmadurez son la disputa por el liderazgo y control de la relación, querer subyugar al otro tras mis criterios de decisión, hacer juegos psicológicos para que la presión social haga sentir mal al otro por no hacer lo que yo quiero, triangular a los hijos y hacer alianzas con ellos para que me encuentren la razón, o usar la indiferencia, el dinero o el sexo como vía de manifestación de la disconformidad.


Es frecuente ver que ante los desacuerdos se amenace con la ruptura del proyecto compartido. Cada una de las personas que es parte de ese proyecto tendrá que evaluar, ante la luz de su conciencia y en la tranquilidad de la contemplación de largo plazo, si las diferencias son de forma o de fondo, y cuánto socavan el sentido original del proyecto. Decidir en la mitad de una tormenta es camino casi seguro al error.


Los proyectos exitosos muestran un balance yo-otros. Cualquier desbalance al considerar exclusivamente lo que yo pienso o quiero (desconsiderando a los otros) o sólo considerando a los otros (y desconsiderándome a mi mismo, a pesar de mi narrativa de entrega y donación a los demás) llevará a resultados malos y mediocres. Resulta clave ver a los otros, en sus inquietudes, puntos de vista y afectos, para construir una comunidad que articule, coordine y respete las individualidades, superándolas.


El proyecto compartido constituye un ser vivo diferente de mí. Ya sea en pareja o equipo, surge una nueva identidad, un nosotros que trasciende las individualidades. Ese nosotros es diferente de mi, no tiene por que ser copia fiel de mi mismo. El nosotros tiene un cuerpo, emociones, cognición y espíritu propio. Es muy útil verlo como diferente de mi, pues permite contribuir a él, invertir esfuerzos por construirlo y mantenerlo, y me permite un diálogo interno entre mi mismidad y el nosotros. Ese nosotros tiene su propio GPS "sistémico", ya sea pareja, equipo, empresa u otro nivel.


Una buena señal de un proyecto compartido sano es el disfrute y la satisfacción que le produce a las personas ser parte de ese nosotros transpersonal. La satisfacción de caminar el camino se impone a los obstáculos del mismo. 


Finalmente, las amalgamas cotidianas del nosotros están en la liviandad, alegría, flujo, conectividad, mirada apreciativa, horizontalidad, confianza, hermandad y satisfacción. Estos son los ingredientes centrales para este cocktail vital de emprender proyectos compartidos inspiradores. La vida es más feliz cuando vivimos en proyectos compartidos, pues nos acercamos a la trascendencia, al amor, al legado y a los frutos de todo nuestro esfuerzo y trabajo humano.

Comentarios

Comparto plenamente lo de tener un Sentido Compartido en todo proyecto que emprendamos, de lo contrario, es como ponerle gratuitamente problemas y obstáculos a nuestros proyectos.

Yoyo.

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