Dudas e indecisiones

¿Me cambio de trabajo o no?, ¿dónde iré de vacaciones?, ¿sigo con mi pareja o me la juego por esa otra persona que me llama la atención?, ¿me separo o no me separo?, ¿le paro el carro a mi jefe o dejo que siga con su estilo autoritario?, ¿invierto en este negocio o no? Las dudas están por todas partes y son el pan de cada día. El tema es cómo enfrenta cada uno de nosotros las dudas.


Cada duda es una oportunidad, una elección creativa que marcará mi camino. La dificultad se presenta cuando las opciones que tenemos para elegir tienen beneficios similares y costos equivalentes, es decir, la duda aparece cuando no es claro qué hacer. El enfoque racionalista del siglo XX y sus aplicaciones a la economía y la psicología dicen que la mejor manera de resolver una duda es evaluando racionalmente los costos y beneficios de las alternativas disponibles, eligiendo la que genera los hipotéticos mejores resultados. 


Hasta la década del 90 poca gente ponía en duda el poder de las herramientas cognitivas como la mejor forma de resolver dudas. Hasta que los psicólogos Kanheman y Tversky demostraron mediante diferentes experimentos que ante las dudas de negocios, los empresarios deciden emocionalmente. Tal cual. Más allá de todos los ejercicios mentales y los modelamientos matemáticos y econométricos, al final las decisiones se toman por un componente emocional. El impacto de sus estudios fue de tal envergadura que estos psicólogos se ganaron el premio nobel de Economía. Leíste bien. Psicólogos ganando el nobel de economía.


Entonces, las decisiones y las dudas se resuelven por factores emocionales, lo que eleva el componente afectivo a un lugar privilegiado. Esta confirmación científica no hace más que alinearse con lo que sabemos experiencialmente y que tantos cantantes y poetas han dicho. Es el corazón la fuente para encontrar la mejor forma de decidir. Como dice Fito Páez, "si estás entre volver y no volver ..... escucha el corazón, ese es el cable a tierra". El principal criterio para una decisión acertada es si te hace feliz o no, en cualquier ámbito, pareja, familia, trabajo, consumo, etcétera. A quienes privilegian ante todo las decisiones racionales esto les puede parecer naif o poco serio. La ciencia y la experiencia muestran que decidir desde los afectos tranquilos es la mejor forma de "asegurar resultados", o sea, de acertar ante las dudas y las indecisiones.


En ocasiones, y sobre todo ante dudas emocionales, no es completamente claro qué me hace más feliz. ¿Sigo con esta persona o me la juego por esta otra?, ¿qué será lo mejor para contener a mi hijo?, ¿cómo me manejo con ese hermano envidioso? Cuando aparecen las dudas emocionales hay que cuidar el equilibrio afectivo y protegerse de las emociones tóxicas e intensas que nos sacan de nuestro centro. Decidir en la mitad de una tormenta afectiva es camino casi seguro al error. Hay que encontrar un refugio, dejar con paciencia que pase el temporal, soportar la espera y controlar la impulsividad hasta que se retorne al equilibrio afectivo. Hecho eso las dudas pueden persistir, y puedo seguir sin saber qué me hace más feliz. En este punto es clave la sensación sentida y la intuición. Hacer silencio, dejar las expectativas y creencias de lado, y escuchar qué me dice mi GPS interior con sus orientaciones certeras. Si logro oir y aceptar su guía direccionadora, no me equivocaré.


La duda tiene una función movilizadora. Genera la tensión necesaria para que las personas nos movamos a buscar nuevas soluciones, nuevas miradas, ideas y enfoques diferentes, mapas más amplios en la comprensión de los fenómenos que vivimos. La duda y el cuestionamiento son grandes motores de aprendizaje. De aquí deriva la importancia de la retroalimentación que otros nos dan, mostrándonos nuestros espacios de mejoramiento y nuestras incompetencias. Esto se recoge cuando decimos "dame el beneficio de la duda" o "déjame hacer de abogado del diablo". Es decir, permíteme dudar y cuestionar lo que dices o haces para ampliar las posibilidades y ver si puedes aprender y generar una mejor resolución a la decisión que estás afrontando. La duda está a la base de la metodología del debriefing, el análisis reflexivo de lo que una persona, equipo o empresa hizo bien y mal en el pasado reciente, para alcanzar certezas de lo que es necesario conservar y en qué es urgente cambiar.


En personas rígidas o que se sienten poseedoras de la verdad, la duda suele no existir. La pregunta es cómo hacemos para que duden y salgan de su enfoque único, que usualmente va asociando a una mirada arrogante, asimétrica y moralizante de la vida, en la lógica de que "su verdad" es la que todos debiésemos seguir. El modo más efectivo es generándoles experiencias y emociones que les entreguen "evidencia sentida en el cuerpo" y que cuestionen las bases de sus creencias. Por eso es tan importante el aprendizaje experiencial y encarnado. 


Si la persona se blinda, cierra su mente y no está disponible para que sus emociones y su cuerpo le muestren experiencias nuevas, se mantendrá mustia y languideciendo, hasta que algún golpe de la vida mueva la estantería de sus certezas. Dicho de otro modo, las creencias derivan de la experiencia. Todos hemos recibido enseñanzas de creencias y asumimos que están bien. No lo sabremos hasta que las confirmemos con nuestra experiencia. Hay creencias fundadas e infundadas. Si no las he confirmado en mi vivencia, son creencias infundadas. Y hay que tener el coraje de la automaestría para cuestionar las propias creencias. Quienes avanzan y evolucionan, a punta de dudas, dejan sus creencias convencionales para descubrir principios transpersonales y universales.


Las dudas tienen un límite. Para vivir necesitamos certezas. Operamos en períodos de asimilación y acomodación, de estabilidad y cambio, por lo que el aprendizaje es discontinuo. Se requieren mesetas de tranquilidad, seguridad y conservación de lo construido. Vivir siempre en la duda y en la indecisión transforma la vida en un suplicio, en una angustia sin fin. Por lo mismo, hay que decidir y poner coto a las dudas maestras, esas que son centrales y que me rondan permanentemente. Si no la puedo resolver, debo seguir buscando y haciendo cosas nuevas, pues sólo las alternativas que desconocía me permitirán encontrar respuestas y sentir certezas. 


La duda es el motor de los aprendices y de los estudiantes de la vida. Hay dudas de diferente nivel, desde las existenciales hasta las instrumentales. Quienes alcanzan la paz son los que resolvieron sus dudas existenciales, encontrando un referente trascendente de sentido. Con esa certeza sentida y esa ancla de seguridad afectiva, las dudas cotidianas del camino se alivianan y dejan de ser angustiosas.

Comentarios

Gracias Ignacio.
Que buena columna!!! es un complemento a lo que he estado leyendo sobre modelos mentales. (Desde otra esquina)cuando entendemos que habitamos y percibimos tras un esquema mental particular, la duda aparece como una opción válida...si creemos vivir en mundos con verdades únicas e inamobibles, estamos perdidos! probablemente no seremos nunca capaces de dudar de nuestro propio accionar...y la duda aparece como un fenómeno desconcertante.
Me encantó eso que la duda tiene una función movilizadora... ...¡GENIAL!
RIBOSOMA dijo…
to be or not to be, that is the question...
ese momento previo a la decisión, lleno de vértigo y energía potencial.

Cuando me encuentro en esos estados de inquietud máxima, sólo espero y observo mis diálogos internos, que me revelan mucho de mis miedos, temores y fantasías.Es como una tormenta mental, cuando llega la tranquilidad, todo es diferente y más claro... sólo permanece lo genuino, que suele ser más simple que todo lo manifestado en el estado anterior.

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