¿Fe o constatación?

En una conversación entre amigos, uno contaba apasionadamente como la meditación le había cambiado la Vida. En su vida había sido un ferviente militante del racionalismo y ahora le escuchábamos palabras como energía, crear mi mundo, certeza, lo Superior, el universo, se da lo que se recibe, atracción y visualización, entre otras. Mis otros amigos, actuales militantes de la razón, lo miraban completamente sorprendidos y nos preguntábamos qué le pasó, qué lo había hecho cambiar tanto, qué bicho lo picó.

En esos segundos de estupor, uno le dijo, “es que tú tienes fe. Yo no creo en nada de eso”. Ligó la fe a una creencia religiosa y a la aceptación de los dogmas y preceptos de una iglesia. Mi amigo, el transformado, lo miró con dulzura y comenzó a explicarle que no se trataba de fe, sino que de la comprobación experiencial de que su vida cotidiana había cambiado cuando comenzó a meditar. Dijo que “me conectaba con una fuente de luz que hay arriba de mi”. Fue intenso para decir que no tenía que ver con ética ni moralidad, que no se trataba del cumplimiento de mandamientos, normas ni creencias, sino que nacía desde una certeza interior profunda y sentida, que era completamente corporal. Le explicó que era un mecanismo de matemática perfecta, que “algo” pasaba en él que emergía del interior una armonía antes no vivida y que “el universo se encargaba de que las cosas pasaran”.

Si antes nos sentimos sorprendidos, ahora estábamos casi paralizados. Ver la certeza, tranquilidad, armonía y efectividad personal y laboral de nuestro amigo meditante era impresionante, contagioso. Como uno le dijo, “estás luminoso”, en un lenguaje poco usual entre hombres.

Siguió contándonos de su proceso personal y como al ir al curso de meditación, el relator le dijo que aunque no creyera en lo que escuchaba, lo practicara, y que fuera su experiencia la que validara o no. Y aquí se produjo el cambio de nuestro amigo. Los resultados concretos que vio en su vida cotidiana cuestionaron sus creencias racionales y, ante la evidencia, no tuvo más opción que dejar de lado al francotirador mental. Insistió. Es comprobación en los hechos, es constatación de su ocurrencia, es pura fenomenología. Es desde adentro hacia fuera y no es por seguir ninguna creencia.

Aprendimos muchísimo y quedamos cuestionadísimos pues insistió en el error y daño que produjo Descartes con su frase de “pienso luego existo”. Nos dijo que la secuencia era “experiencio, siento, pienso y existo”, poniendo en un primerísimo lugar el valor de la vivencia. Si se quiere, los juicios derivan de las experiencias y no al revés. Ya lo vemos en los casos de pedofilia o en los cientos de personas que sostenemos un valor y luego somos inconsistentes en nuestro actuar. Eso es porque lo aprendimos “mentalmente”, sin haber vivido la experiencia de las vivencias positivas y armónicas de ello ni tener un referente corporal y sentido.

Me quedó claro que tenía que poner mi mente en pausa y vivir la experiencia de meditación, pues desde ahí nacerían espacios de posibilidades nuevas, infrecuentes y que me harían mucho más feliz. Entendí que mi formación religiosa cometió el error de anteponer las normas y dogmas por sobre la experiencia, y que al tratar de practicarlas no me resultaban, pues no tenía la sensación ni el referente interno de sus beneficios y de la certeza. Me di cuenta que lo mismo pasaba con la formación de creencias, donde si no surgen de la experiencia sentida, sólo quedan como un constructo mental que nos hará desorientarnos en algún minuto. Algo así como una fe desencarnada. Por lo mismo, el tema no es oponer fe a comprobación, ni se trata de creer en algo. Se trata de que así opera, confirmándolo en mi experienciar. Si desde esa certeza nace algo como fe, enhorabuena. En ese orden, constatación y luego fe.

Como terminó diciendo mi amigo, “tengo una certeza en lo invisible que no puedo explicar. Sé que es, que es perfecto, que es un mecanismo a disposición de todos los que quieran probar y que es el camino para mi felicidad”. Uffff. Notable, bello e imitable.

Comentarios

Ignacio, ¿qué quieres que te diga? Se me vienen tantas ideas a la cabeza, y las resumo con un "estoy profundamente conmovido y emocionado con el relato e historia de tu amigo". Es raro, pues sin conocerlo, me siento tan cercano a él; será porque nos pasó algo parecido.
Y, una de las maestra de meditación que tenemos en Brahma Kumaris (Caroline Ward), nos dijo en privado a los pocos hombres que habemos en el grupo: "Mi padre me contó que el hombre entra a la Espiritualidad a través de la mujer, pero cuando el hombre entra, lo hace con mayor profundidad que la mujer y la transformación e irradiación es mucho mayor".
De ahí que entendí el porque que la mayoría de los "maestros iluminados" sean hombres.

Lo paradójico, es que las mujeres se están volviendo más "racionales" y una gran amiga me decía "in my face", Rodrigo, estás demasiado espiritual, no llegarás a ninguna parte así... ...me dio tanta pena; por ella, no por mí.

Toda mi admiración a tu amigo y ahora compañero "mío" de ruta.
Tanja dijo…
Que notable y contagioso. Retomaré la práctica congelada hace un tiempo.

Una vez más, gracias =)
RdR dijo…
Es tan enriquecedor escuchar y aprender de las experiencias de otros, sabiendo que es la de otro y que la mía propia puede ser radicalmente opuesta. Creo que esa es la base del verdadero conocimiento, la apertura y la conexión emocional profunda con las experiencias del otro. Reconozco mi tendencia a la "racionalidad", probablemente por protección y miedo, pero intento vivir mi vida desde lo más emocional que hay en mí. Tengo mis fuertes distancias al mundo del dogma y de la fe, pero muy cercano al de la meditación personal, sea cual sea. Admiro profundamente a las personas que hablan desde su experiencia más que las que hablan desde la creencia sin experimentar, aunque sé bien que ambas merecen todo mi respeto.
Querido amigo, te agradezco cada espacio que me das para hacerme preguntas y vencer mis limitaciones. Sin duda la experiencia sincera de otros me ayuda a abrir caminos y corazón.
Gracias.

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