¿Cuándo nació mi fe?

Fui a la reunión inicial de preparación de papás para la primera comunión de mi hija Ignacia. Mi ánimo era abierto aunque escéptico y la reunión estuvo buenísima, por el gran manejo de los facilitadores en la administración de la diversidad y en entender que la clave es articular "lo divino común a todos" y no la búsqueda de una adscripción a lo católico, apostólico y romano.

En ese contexto, una persona se preguntó ¿cuándo nació mi fe? y eso me activó esta reflexión. Entiendo, acepto, valoro y valido que la distinción "fe" sea esencial para muchas personas. Creo que es el nombre que le ponen a la certeza de lo Superior y a la protección que esa Presencia entrega. Mis complicaciones empiezan cuando se define la fe como un regalo y un don divino, y cuando se la asocia a ideologías religiosas.

En mi visión, la relación con lo Superior no es un asunto de fe. Es de conciencia del funcionamiento de las leyes universales y su constatación en la acción, por ejemplo, lo que comenté en otro post sobre la ley de causa y efecto: recibo lo que doy, en correspondencia matemática.

El funcionamiento de esas leyes se viven como certeza interior, no necesariamente razonada, y como ancla sentida de lo Superior. Es ese algo que te hace sentir hijo de algo mayor, parte de un todo perfecto, igual que la gota que es parte del océano y que conserva su individualidad de gota y a la vez es océano. Es vibrar con la Presencia mayor.

Por lo tanto, el tema no es de fe. Es de certeza de la Presencia Superior y omnipresente, en lo relevante y en lo pequeño de la propia vida cotidiana. Lo Superior, si bien es divino, no es oscuro, misterioso, religioso ni esotérico. Son leyes simples y prácticas, que operan matemáticamente. Si mantengo la armonía de mis sentimientos y uso los mecanismos internos de atención, visualización y calificación, la acción se manifestará en el exterior. Por eso no es de fe, porque cualquier persona que esté en su centro y en equilibrio, puede hacer operar estas leyes, sin ser religioso ni tener fe ni convicción de nada. No hay que estar en ningún grupo, ni ser elegido, ni recibir un don especial. Así opera la Vida. Son leyes prácticas, que quién sabe en qué momento y por qué razones fueron tergiversadas en lo humano, y que hoy comienzan a reflotar a pura sensación interna y búsqueda de muchos de nosotros. Es decir, el tránsito es desde la fe (que es una especie de ciega convicción en lo intangible) hacia la constatación práctica de la manifestación en la acción (que es certeza en lo invisible manifestada en lo tangible, por mecanismos que operan en mi y en todos)

Este potencial de certeza en las leyes de la vida está anclado en el interior de cada ser humano, en el acto más amoroso, gratuito e inclusivo que pueda existir, por lo que la fe no nace. La fe se despliega y se devela (se corren los velos de lo humano hasta ver en nuestro interior). La pregunta es qué tipo de experiencias son las necesarias para activar la certeza de la eficacia de estos mecanismos y leyes universales en mi. Por eso creo que el tema de la "fe" se operacionaliza en proveer espacios de aprendizaje para vivenciar la emergencia de lo divino anclado dentro de mi, más allá del nombre que le pongo o las distinciones que lo racionalizan.

Así que mi fe no nació. La encontré en mi interior y, en mi caso, fue esencial el aprendizaje por contraste que tuve en el San Ignacio. Es decir, me enseñaron tantas cosas que no me hacían sentido (el pecado, el pecado original, la confesión, la moral superior, los mandamientos como estándares y no como metas de proceso, la sexualidad como algo pecaminoso, la idea del infierno, y la superioridad de la religión católica sobre otras religiones, entre otros), que por contraste mi interior se movía a buscar otras respuestas. No obstante, fue el ambiente ignaciano y los espacios de aprendizaje que ahí viví, los que me permitieron darme cuenta que había algo en mi que vibraba existencialmente y que me decía, "sí, esto es". Me demoré en encontrarlo y soy feliz de saber que son leyes universales de la Vida, disponibles a cualquiera que abra su conciencia y tenga el coraje de poner un rato en pausa las creencias humanas aprendidas.

Comentarios

Ignacio,

Toda la razón. Yo también creo que la fé no se nace, sino que se despliega y aparece sola frente a cada uno. Si fuera un regalo, entonces yo podría dársela a mi hermano, a mis amigos, etc.

Es como el GPS Interior que tu bien enseñas.

Respecto del San Ignacio, que más te puedo decir, que entenderte, pues los jesuitas tienen una formación extraordinaria (recomiendo leer Liderazgo al estilo Jesuita)

Finalmente, y a modo de anecdota, nunca olvidaré los partidos contra el San Ignacio (yo estaba en el San Gaspar). Llegamos a jugar la final de la Copa Interescolar de la UC en San Carlos de Apoquindo, en partido preliminar de Católica v/s Coquimbo. Topísimo.
Tanja dijo…
Ignacio, al no ser Católica, leo tu reflexión desde una mirada creo que algo distinta, ya que siento que tu concepto de fe es algo así como "creencia ciega en una iglesia" vs un certeza no name.

No sé si tendrá relación con el haber sido educada bajo la iglesia luterana, o por haber sido educada en la religión en otro idioma (alemán). Hay una carta de Pablo a los Corintios que es tan gráfica en este sentido: "Liebe, Glaube, Hoffnung, diese drei, aber die Liebe ist die grösste unter ihnen" = "Amor, fe, esperanza, pero el amor es el más grande entre ellos".

El Amor nos permite la comprensión de tanta grandiosa generosidad de pertenecer a un Universo con Leyes tan perfectas, la fe nos permite la convicción de que es cierto, verdadero; y la esperanza nos permite creer de que el mundo verdadero en que todo esto sea ampliamente sabido y practicado, llegará algún día (ojalá pronto). Pero sin amor, posiblemente la fe y la esperanza no tendrán sustento (y serían "ciegos").

En resumen, me parece que a lo que haces alusión del "como son las cosas", es precisamente, a la FE.

Yo también creo que la fe "se trae" y que en el planeta más bien se despierta, pero usando el discurso de que "un líder nace dos veces", creo que también es posible que la fe nazca y renazca en nosotros.

"Posiblemente mi fe nació junto con el nacimiento de mi alma, pero re-nació al vivir una infancia tan plena, y se confirmó cuando opté públicamente por decir 'sí creo', y volvió a nacer otra vez cuando conocí sobre las leyes universales (que ya había vivenciado)".


Yo sí creo que podemos regalar la fe a otros, de hecho, siento que particularmente tú, Ignacio, lo haces. Cuando gestionas el MPO, la revista de Psicología Organizacional Humana, los diversos cursos, comentas en nuestros blogs... estás abriendo en otros la oportunidad de creer, de convencerse, de apreciar y valorar... de tener certeza de que 'sí se puede'... de despertar a la Fe... :)


Gracias una vez más por compartir tus reflexiones que a su vez nos invitan a nosotros mismos a reflexionar.
Tania,

Me encanctó tu reflexión!!!

Ese alcance a la carta de San Pablo es notable, pues es lo que se llama el "Himno del Amor", y concuerdo plenamente que el Amor es lo más importante que puede haber en la existencia, así como el egoismo es el peor mal.

De todos modos, insisto que la Fe es algo que nace del interior de uno. Lo que sí puedo regalar, es Amor, el cual se entrega sin condición, sin egoista, como servicio y sin envidia.

Tal como indicas al poner a las acciones de Ignacio como ejemplo de regalar Fe, lo que él hace (es mi opinión obviamente), es dar Amor. Amor capaz de despertar la Fé que cada uno tiene dentro pero que no se logra ver.
Es el Amor de otros el que despierta la fé del otro. No es que yo regale mi Fe. Como bien enseña Igancio, la cosa es de "Dentro hacia Afuera", hacia el "Dentro del otro", ¿me explico?.

El Amor es el motor de todo; en este caso, es el motor de lograr que otros despleguen ante sus ojos, su propia fé.

Cariños a ambos,

Rodrigo.
Carmen Ortúzar dijo…
Tanjita:
Excelente tu comentario. Lo adhiero. La fe es un don que tiene aún el másignorante delos ignorantes... y también se puede adquierir por procesos internos (sino, no existirían los conversos). Pero también se educa.. y se puede esparcir con AMOR, siendo ejemplo (o sea, viviendo ese estilo) de lo que uno cree. Practicar más que predicar, al estilo de lo que cuenta Ignacio que está siendo la catequesis a la que asiste.
Felicitaciones por estas reflexiones y gracias a todos los que han participado en ella.
Anónimo dijo…
Muy bueno, el aprendizaje hacía la fé es largo, pasa de lo obligado, lo dudoso, lo negado a una convicción absoluta, de lo simple a lo poderoso y viceversa.
Anónimo dijo…
Que potente tu artículo.

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