Amanecer en el Atlántico

Estoy en Camboriú y hoy me desperté a las 6 de la mañana. Como la temperatura es gratísima, me fui a caminar a la playa y tuve la oportunidad de ver amanecer en el altántico. Nunca había visto salir el sol por el mar. En Chile es al revés, el sol se despide bañándose en el mar.

Me conectó con el nuevo amanecer que cada día es para mi vida, con todas las posibilidades que siempre están ante mis pies y que hoy vivo con renovada fuerza, en una suerte de renacer energético de mi ser. Sentir los rayos del sol en mi cara, apropiarme del amor divino que hay en la perfección del diseño del universo y agradecer por la vida que está en todas las esquinas y que en Brasil es tan exhuberante. Mirar el cielo y sentirme hijo del universo.

Me impresionó los cientos de personas caminando y trotando por la playa antes de las 7 de la mañana, la mayoría sobre 50 años, y con la alegría y contacto con el cuerpo que se palpa en estas latitudes. Cuanta positividad y buena onda en el trato de la gente, en sus sonrisas, más allá de que estén de vacaciones.

Con estas personas cargándose de energía y la luz del sol en su caminata, me tendí a meditar y a llenar mi corazón de la luz que entró a raudales en cada respiración, devolviendo con fuerza mi bendición a lo Superior en cada exhalación. Esta simple forma de bendecir a la vida me dejó lleno de felicidad, de energía y con la conciencia de ser regalado y amado incondicionalmente por la Vida. Es cuando digo, somos muy giles, si todo funciona a la perfección, es cosa que nos conectemos con la Fuente de la Vida.

Gratitud es lo que siento. Por lo que he recibido, por el amor que se me ha entregado y porque la vida de muchos hacen que yo sea el que soy hoy. A todos ellos, a cada uno, a ti, mi gratitud infinita, muy por sobre los caminos diferentes que seguimos en la vida.

En Camboriú, comienza un nuevo amanecer para mi.

Comentarios

¡Qué bonito lo que has expresado Ignacio!

Me encantó eso de buscar en cada día, una posibilidad de ser mejor.

Estoy seguro que llegarás con muchísima más luz desde allá.

Un abrazo,

Rodrigo.

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