Una vida buscando

Leo el blog de Juan Vera y me impresiona su decisión clara de asumir el coaching como su camino integrador de desarrollo profesional y desarrollo personal. Mi reconocimiento por esa certidumbre. Para mi esa claridad es aún búsqueda, esa de encontrar un camino que logre saciar la sed existencial y aquietar la vorágine de la insatisfacción interna, esa que está agradecida de lo transitado y segura de que aún no he llegado hacia ese lugar que, desconocido, es menester llegar para desplegar el sentido de mi vida: develar el que seré.

En este camino soy y he sido feliz. Miro mis búsquedas y emergen personas o situaciones de las que he aprendido mucho. De Fernando Verdugo y el Diplomado en Teología de la Univ Alberto Hurtado, de Edwin Hodgson en el Colegio San Ignacio, de Rafael Echeverría y su Newfield (hasta que me di cuenta de la inconsistencia entre lo declarado y lo realizado, o si se prefiere, que una mente brillante sin trabajo corporal y emocional no tiene una evolución integrada), del revelador impacto de la biodanza, de mi grupo de estudio con Cecilia Kohlmeyer y Luz María Edwards, de Jennifer Middleton y Jens Bücher y su maravilloso trabajo de psico-oncología, medicina tradicional china y yoga; de Fresia Castro y su método de activación de la glándula pineal; de Dora Fried Schnitman y su magia como persona y las herramientas generativas que nos ha regalado en una generosidad nunca antes vista en personas con su trayectoria (encarna la abundancia de recursos que profesa y no la escasez mezquina que campea en la mayoría de los académicos y consultores, la pequeñez del negocio de mañana sin ver la contribución social y transpersonal en la que estamos todos inmersos, seamos concientes o no).

He aprendido y aprendo de los compañeros de ruta, donde el dilecto amigo es Jorge Sanhueza, con cuantas conversaciones, ideas, proyectos y sueños imaginados y concretados. Y desde hace poco, los compañeros de ruta que aparecieron entre mis alumnos, con aquellos que en la vibración de una mirada, en la profundidad de una reflexión, en el palpitar de un abrazo o en el atisbar de un camino nos reconocemos como hermanos de una misma senda, peregrinos de esta eternidad bella e inevitable. Aparecen Pía Cordero, Felipe Landaeta, Juan Pablo Gevert, Raimundo Cordero, Paulina Moyano, Mariangel Molina, Felipe Valdés. No nombro a los obvios, por serlo.

Y así, a ratos con ansiedad, a ratos con frustración, a ratos con deseos de sustraerme del mundo y vivir como monje, a ratos potente en la acción con otros, así he caminado en busca de las respuestas, he orado y pedido el regalo de la claridad del camino existencial que integre todo lo divino y todo lo humanamente cotidiano, para poner mi alma en obediencia y trabajo tras esta senda a la felicidad.

Y así, en un retiro en el desierto, la intensidad de la oración me regaló la respuesta de una Instrucción y desde ese día mi alma está en la paz del camino de la automaestría para el servicio con otros.

Leyendo un libro de Iván Lara-Varennes, él hace una maravillosa lectura del evangelio de San Juan y, fundado en una argumentación lúcida y recomendable, concluye que el texto original del inicio de ese Evangelio es el que sigue:

En el Principio es el Verbo
y el Verbo es con Dios,
y el Verbo es Dios.

Él es en el Principio con Dios.
Todo se hace por Él
y sin Él no se hace nada
de cuanto existe.

En Él es la Vida
y la Vida es la Luz de los hombres,
y la Luz brilla en las tinieblas,
y las tinieblas no la vencen.

Dada esta centralidad, me pregunto,
¿cuál es ese Verbo?
¿cómo se conjuga?
¿cómo funciona?

El Verbo como Principio, Fundamento, Sentido y Acción de Todo.