Juntos ante las dificultades

Es necesario entender la diferencia entre la normalidad
estadística (lo frecuente para la mayoría) y la normalidad axiológica y
valórica, una vida con estándares éticos de respeto, mínimos vitales dignos,
convivencia pacífica y bienestar compartido. El estallido social en Chile ha
sido la diferencia entre ambas.
Cada uno tiene su interpretación del futuro que se avecina, no
obstante, estamos de acuerdo que serán tiempos de mucho trabajo, esfuerzo y
diálogo para generar cambios estructurales que le den estabilidad y bienestar a
todas las personas, y para recuperar los daños generados por la violencia,
especialmente a las pymes. Eso a nivel material y de políticas públicas.
A nivel humano, las dificultades suelen sacarnos de nuestro centro,
angustiarnos y generarnos reacciones emocionales de alta intensidad. Esas
emociones nos capturan por bastante tiempo e inhiben la capacidad de pensar y
tomar decisiones razonadas.
Ante las dificultades necesitamos salir del yo, la angustia y el
posible aislamiento, para sanarnos en el vínculo y en los encuentros con otros.
En estos días de dificultades necesitamos
más que nunca el poder de nuestras redes de relación para vivir afecto,
contención, apoyo y compañía, poder dialogar para digerir lo que ha
sucedido y construir posibilidades en nuestro espacio de liderazgo e
influencia. Esto es esencial para generarnos seguridad psicológica, confianza y
tranquilidad.
La resiliencia y el despliegue
de comportamientos más efectivos a nivel personal y social tiene como base el
hacerlo con otros, juntos. Es en la red interpersonal
donde está nuestra capacidad para afrontar grandes desafíos, donde la
magnitud de las tareas, por grande y difícil que sea, se perciba y sienta como
más pequeña que el enorme poder de la articulación de las fortalezas colectivas.
Juntos podemos llegar donde queramos, con propósito, foco, convicción y la
coordinación de nuestros talentos en una inteligencia colectiva poderosa y
sostenida. Esa es nuestra fuerza colectiva ante las adversidades.
Como dice Inés di Bártolo en
su libro “El apego”, la seguridad psicológica tiene dos funciones: (1) ser el refugio ante las dificultades para
sanar las heridas, recuperarnos y restablecer el equilibrio, (2) operar como
plataforma de despliegue y
empoderamiento de las capacidades para un actuar efectivo en el mundo.
Por lo mismo, es clave el “cómo”. Sólo cuidando,
cultivando y solidificando nuestra red de relaciones segura, confiable,
positiva y con propósito podremos afrontar con efectividad las dificultades,
las adversidades grandes o los desafíos transformacionales. Si no es con otros, no será.
Si ponemos los diagnósticos,
los análisis causales, los “qué hacer” o “quién tuvo la culpa” por sobre
la articulación de la red de relaciones, nos polarizaremos y caeremos en las
etiquetas y los ataques. En estos días muchas familias han visto como la
división, los prejuicios y la descalificación se tomó parte de las
conversaciones familiares, reeditando viejas heridas ideológicas. El
diagnóstico y el análisis son indispensables y secundarios a la articulación de
las capacidades en red, entendiendo que el
liderazgo para salir de las crisis es una capacidad colectiva.
Para construir nuevos
"qué" es esencial hacerlo desde un "cómo" colectivo, que
legitime a los otros, dialogante, sin ataques personales y co-construyendo. Necesitamos cuidar los "cómo"
como la perla que dará origen a nuevas respuestas. Red adentro, red afuera.
Las dificultades grandes y los
desafíos adaptativos son un tiempo privilegiado para estrechar los vínculos,
acercarse a nuevas personas, “ver” a los otros, conversar con los vecinos,
saludar en el ascensor, sonreír en el encuentro de miradas, dialogar respetando
las opiniones diferentes, compartir un café, prestarnos ayuda. En el día a día
necesitamos sentirnos parte de una comunidad. La seguridad y la pertenencia son
las bases de la trascendencia y los proyectos colectivos tras grandes misiones.
Es esencial intensificar deliberadamente la conexión y
el diálogo en mi red territorial (la familia, los compañeros de trabajo y
los vecinos). Salgamos de nuestras prisiones interiores e identifiquemos la
propia red cotidiana de relaciones para alimentarla y cultivarla
deliberadamente. Se siente rico, da seguridad, permite vivir la vida y es una
gran red de apoyo. Es sabernos una red de humanos iguales en dignidad,
legitimidad de derechos y responsabilidad en el cumplimiento de normas y
deberes, esa ligazón invisible que nos une, nos gusta y nos hace propiamente
humanos en el encuentro y el vínculo.
Como escribió Rodrigo Zambrano, es necesario darle legitimidad a la
dinámica relacional humana y para ello las claves son cinco:
1. Comunicarnos,
es decir, hablar y escuchar sin juicios, aunque los tengamos. Dejarlos un rato
al lado para ver al otro tal como es, con apertura y presencia.
2. Entendernos:
buscar los puntos que nos unen, las inquietudes e intereses profundos que
tenemos, explicitando con respeto los aspectos de desacuerdo y valorando la diferencia
como fuente de valor y de búsqueda de nuevos caminos.
3. Construir
acuerdos: la base que sigamos avanzando y evolucionando juntos.
4. Comportarnos
coherentemente en función de los acuerdos comprometidos. Esto es clave para
construir confianza en la red de relaciones.
5. Lograr
complicidad y confianza.
De las adversidades salimos juntos,
desde una poderosa red de vínculos, afectos, diálogos, co-construcciones y
posibilidades, con un liderazgo colectivo y compartido.
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