Vivir en relaciones confiables
Por experiencia propia sabemos que la confianza es básica para establecer relaciones y embarcarnos en proyectos colectivos de pareja, familia, amigos o equipos de trabajo. La confianza siempre es en relación a otro, una condición para la convivencia, un fenómeno que se construye en la red de relaciones. Es social.
Si bien la confianza puede ser entendida como una predisposición individual, para la vida sana y efectiva la concebimos como un recurso social que emerge de la interacción humana. Se cultiva, cuida o destruye en el espacio relacional y su máxima expresión es la construcción de los vínculos.
Necesitamos confiar en los otros por dependencia, pues requerimos de los otros para sobrevivir, vivir y evolucionar. Esta idea suprime la fantasía de la independencia total, que se construye sobre otra fantasía: el yo autónomo. ¿Qué es primero, el yo o los otros? Como explica Kenneth Gergen, padre del construccionismo social, no existe el yo sin los otros, por lo que es más sano entender que somos un yo relacional.
Desde ahí surge el vínculo como el centro de la vida. Todo lo
bueno y lo malo de la vida nos sucede en el vínculo. Nos enfermamos y nos
sanamos en el vínculo con los otros. Eso nos invita a construir vínculos sanos
y seguros; a alejarnos de personas que ofrecen relaciones tóxicas, hostiles,
abusivas, manipuladoras y no recíprocas; y a articular una interdependencia
madura, una co-construcción sana donde sabemos que la vida es mejor con quienes
estén en la frecuencia del cuidado y respeto a los otros.
Un vínculo seguro y confiable requiere que seamos sensibles a las
necesidades de los otros, los veamos como presencia plena, valoremos su ser y hacer,
estemos disponibles a acompañarlos en la satisfacción y solución de sus
necesidades e inquietudes, y nos comprometamos con ayudarlos en encontrar
respuestas efectivas. Cada uno de nosotros necesita lo mismo para construir
seguridad psicológica y relaciones confiables: encontrarnos con alguien que
gratuita y amorosamente nos ofrezca sensibilidad, disponibilidad y
responsividad.
La confianza es un juicio que se hacemos sobre los otros y que deriva
de su conducta anterior, a nivel de:
•
Integridad personal: confío o no confío en el comportamiento ético
del otro.
•
Competencia: capacidad de ejecutar lo prometido.
•
Responsabilidad: cumplir lo prometido en tiempo y forma.
Marisa Salanova y su equipo identificaron que una de
las variables claves de los empleados saludables es construir altos niveles de
confianza vertical (con el jefe) y confianza horizontal (con los compañeros de
trabajo), en línea con los hallazgos del estudio Aristóteles de Google que
ubicó a la confianza como el segundo factor más importante de los equipos
extraordinarios, junto a la seguridad psicológica, la estructura y claridad
para el logro de resultados, y un trabajo con sentido individual e impacto en
otros.
El bienestar en el trabajo deriva de una buena relación con otros.
Nadie es feliz en el trabajo con relaciones malas o conflictivas con los demás.
El combustible de los equipos de alto desempeño es la confianza. Es la emoción
que necesitamos construir y sostener para trabajar bien con otros. Sin
relaciones confiables no hay felicidad posible en el trabajo ni resultados que
se sostengan en el tiempo.
Las relaciones confiables son
aquellas que nacen de mi convicción de ser un legítimo otro igual a los demás
(más allá de las diferencias accidentales) y que se revelan en el respeto, el
genuino interés por los demás, el diálogo y la horizontalidad relacional.
Aunque sea obvio, el sentimiento a la base es la confianza, en oposición al
miedo.
Las relaciones competitivas e
impersonales son aquellas que establezco desde mi creencia de ser y sentirme
superior o inferior a los demás, generando relaciones de poder y dominio o de
sumisión y autodesvalorización. El otro no es como yo y la relación es
instrumental: lo uso para algo que sigue mis fines individuales. No tengo
verdadero interés por los demás ni las tareas que nos congregan, por lo que
mientras más distancia emocional, mejor.
No hay dos personas
relacionándose, sino dos partes de personas en una transacción instrumental
para conseguir un logro. La emoción predominante es el miedo y son frecuentes
las faltas de respeto, el mal trato o el trato indiferente, el desprecio por el
diálogo y el desinterés en la construcción conjunta y el posible proyecto
compartido de equipo.
Para hacer esta elección entre
relaciones confiables y relaciones impersonales de un modo consciente,
mostramos las principales características de ambos tipos de relación.
Características de las
relaciones impersonales y las relaciones confiables
Cuando no cuestionamos las
creencias de superioridad-inferioridad y de categorizaciones sociales con las
que fuimos educados, operamos desde un ego superior o inferior. Miramos la vida
desde un ilegítimo otro donde desconfiamos de los demás, pues intuimos que
vienen a disputar lo que es nuestro. Se afronta la vida con relaciones
competitivas, donde importa ganar y nunca perder.
Esa mirada de la vida hace que
se opere con un estilo de relación vertical, donde el que tiene la razón y la
verdad es quien dirige. Esta actitud de patrón de fundo, autoritaria e
inflexible, produce en los demás una sensación de irrespeto, maltrato y
desconsideración.
Tanto el modo de comunicar
mediante instrucciones unidireccionales, sin disposición al diálogo y a la
escucha, construidas desde el diálogo interno, entregando solo feedback
negativo y buscando culpables ante los errores, genera en los trabajadores
distancia y la necesidad de autoprotección. Se establece por el lado del jefe y
los supervisados una relación instrumental y funcional, contactándose lo mínimo
posible, solo lo suficiente para poder hacer el trabajo.
Este estilo impersonal
destruye los equipos. A lo más habrá un grupo de trabajo estructurado por las
órdenes centralizadas del jefe. No hay interacción y se observa alta desconexión.
El miedo es la emoción predominante.
Esta mentalidad impersonal opera
no solo en el jefe sino también en muchos empleados, que actúan del mismo modo:
escuchan poco, no les interesa construir relaciones y basta con hacer el
trabajo. Es salir del modo más rápido posible de una atmósfera instrumental,
marcada usualmente por emociones negativas y mal trato interpersonal.
Usualmente este tipo de ejercicio
de la autoridad promueve la competencia entre las personas del grupo de
trabajo, por lo que se presenta el escenario para desplegar comportamientos
individualistas, de protección a unos y exclusión a otros.
El estilo impersonal
sobrevalora el conocimiento técnico y descalifica las capacidades emocionales
de las personas. Existe un significativo analfabetismo emocional y una marcada
incompetencia para gestionar emociones, atmósferas afectivas y conflictos
interpersonales. Casi todo se aborda desde la autoridad y opinión del jefe,
tras ideas técnicas. Muchas veces ello no resuelve las dificultades con alta
carga emocional, donde le jefatura no observa ni considera elementos de
contexto, relaciones de poder y sutilezas interpersonales que son esenciales
para afrontar eficazmante las dificultades. Esta forma de jefatura podrá
resolver situaciones técnicas, aunque no logra afrontar los desafíos
adaptativos de los equipos y las organizaciones.
La actitud impersonal fomenta
una relación de descreimiento e invalidación a la jefatura. Se sigue el mínimo
de las instrucciones dadas (por la autoridad del cargo) y no hay respeto,
credibilidad, validación ni confianza en la persona que ofrece impersonalidad.
Las relaciones confiables son
el terreno fértil para la construcción de bienestar y felicidad en la vida y en
el trabajo. No hay otra opción. La clave de las relaciones confiables es la
construcción de vínculos. Presupone ver al otro como un ser humano integral y
tan legítimo como yo. Desde ahí podemos entender que las diferencias
jerárquicas no implican diferencias de trato ni categorías de personas. Se abre
el espacio para la colaboración, la conversación, la construcción conjunta y el
diálogo apreciativo. La confianza es un recurso social intransable de las
relaciones saludables.
En las atmósferas marcadas por
la confianza se palpa el respeto y la consideración. Ofrecen la seguridad
emocional y psicológica para que las personas se conecten con los demás y
desplieguen sus fortalezas. Somos seres humanos completos, con nuestras
alegrías y problemas trabajando juntos, por lo que cualquier preocupación extra
laboral pasa a ser relevante por su impacto en la persona sistémica que
trabaja. Surge el apoyo social, el contagio emocional y la sensación de
pertener a un equipo. La pertenencia social y emocional al equipo se constituye
en una fuente de seguridad y crecimiento, tanto como una enorme posibilidad de
construir sentido en el trabajo con otros, lo que llamamos sentido compartido
trascendente.
Hay cercanía e
involucramiento. Las relaciones confiables son inclusivas y horizontales,
promueven el diálogo y construyen la convivencia. Al crearse vínculos humanos
surge el auténtico interés por el otro y su mundo. Aparecen la indagación, la
escucha empática y la sensación de complicidad en los equipos. Se respira
confianza recíproca y positividad.
Desde la confianza en el
equipo y la red de relaciones que se ha construido se puede correr riesgos para
lograr los resultados. Ahí se pueden desplegar los recursos y fortalezas
personales para ponerlos al servicio de las metas de equipo. En seguridad y
confianza se está altamente dispuesto a articularse y coordinarse con otros
para hacer emerger fortalezas colectivas que nos llevarán a buenos resultados.
La secuencia natural que se
despliega es seguridad psicológica - confianza - co-construcción - colaboración - efectividad, con
la horizontalidad relacional como creencia de base.
¿Dónde prefieres vivir y
trabajar? ¿Relaciones confiables o relaciones instrumentales?
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