Las perversiones de la jerarquía
La forma más
habitual de organizarnos es la jerarquía, ya sea en la familia, las
organizaciones públicas y privadas, las instituciones o casi cualquier sistema
humano. Para algunos es una manera obvia e incuestionada de articularnos, pues “siempre
ha sido así”. Dado que conocemos los modelos y patrones jerárquicos, los
reproducimos.
La jerarquía tiene
ventajas: entrega orden; establece la estructura; divide el trabajo; nos asigna
roles, responsabilidades y funciones específicas que nos permiten entender
nuestro lugar en la organización; define las formas de coordinación; permite
planificar, organizar, dirigir y controlar el trabajo, los procesos y las
personas; facilita los presupuestos y el control de gestión; unifica las
decisiones; genera direccionamiento y alineamiento organizacional; mantiene el
status quo; y opera bien en contentos predecibles.
La jerarquía se
consolidó organizacionalmente con la administración científica de Taylor y Fayol,
la división extrema del trabajo y el diseño de cadenas productivas. Las
personas eran recursos humanos, mano de obra no pensante al servicio del dueño.
Jerarquía se define como la gradación de personas, valores o dignidades
y, etimológicamente, significa orden sagrado. Los que están arriba de la
jerarquía son …… dioses.
Pero la jerarquía
tiene desventajas significativas. Probablemente la más dañina para el logro de
los objetivos organizacionales y para el bienestar de las personas es que otorga
y concede poder pleno a una persona, convirtiéndolo en un todopoderoso. De las
decisiones de esa sola persona dependen los destinos, carreras y el futuro de
muchas personas, y la marcha de la organización.
Se confía en la autorregulación,
en la integridad y en el juicio justo y experimentado de quienes están arriba
de la jerarquía, por lo que casi nunca se le imponen sistemas de control, más
allá de los balances financieros que piden los directorios.
Conocemos por
experiencia propia o de otros qué sucede cuando se le concede todo el poder a
una persona por sobre las otras. Si quien está en el máximo nivel de la
organización no tiene un desarrollado nivel de integridad personal, concentrar
el poder hace que aparezcan sus más bajas pulsiones. No hay límites para someter
a otros, maltratar, favorecer a los protegidos, hostigar a los que no siguen la
verdad oficial, acosar o abusar laboral o sexualmente, crear camarillas, discriminar
por género u otro criterio, coludirse, crear redes de protección y
encubrimiento, y un largo etcétera. El poder soy yo y hago lo que se me antoja.
El ego en plenitud primaria, básica y hostil.
Casos públicos tenemos
de sobra en Chile: el miserable encubrimiento de la iglesia católica a los
pederastas y abusadores de menores; dos excomandantes en jefe del ejército
imputados por malversación de fondos y lavado de activos; generales de
carabineros detenidos por una máquina de defraudación de dinero público;
gerentes que se coluden para subir el precio de pollos, remedios, papel higiénico
y otros; empresarios que financian a políticos de casi todos los partidos para
que no se aprueben leyes contra sus intereses; y esa larga y silenciosa lista
de abusadores en cargos gerenciales y de jefatura que cada uno identifica en su
mundo.
Tomando como base inicial lo dicho por Juan Ferrer en su libro “Cambiemos
las organizaciones” (2018), entendemos que algunos de los efectos negativos de
la jerarquía son:
• Guerras de poder entre directivos y áreas para
ser los preferidos por el ejecutivo máximo.
• Trabajo en silos, con reyezuelos, su corte y los
excluidos.
• Falta de comunicación entre las áreas y personas.
• Pérdida de tiempo en hacer política.
• Una organización dividida, fragmentada y donde
cada uno restringe su aporte y su ser a su cargo.
• Efecto embudo en las decisiones e iniciativas. Muy
pocos toman decisiones, lo que genera dependencia y lentitud decisional de cara
a los clientes.
• Distorsión de la información por niveles
jerárquicos. Se oculta o filtra la información que creemos puede molestar a los
superiores. La información no sube.
• Comodidad y desempoderamiento de la mayoría de
los empleados. Si cada vez que di una idea, no me escucharon o me llené de
trabajo extra, prefiero cumplir medianamente en mi trabajo y sobrevivir, el mínimo
operante no despedible.
• Victimización y locus de control externo.
• Atrofia de la iniciativa y la creatividad.
• Injusticia: el jefe siempre recurre a los mismos.
• Limitación a las carreras profesionales si no se
es parte de los elegidos por los jerarcas.
• Las dos únicas funciones del jefe son dar
instrucciones y controlar el cumplimiento.
• Asesinato del liderazgo de cualquier persona que
tenga el deseo de influir y movilizar.
• El objetivo sólo es controlar, no ser eficientes.
• Los jefes ya no pueden dar respuestas.
¡Que interesante! En el balance de ventajas y desventajas de la
jerarquía, ¿qué pesa más?
La jerarquía fue muy útil por décadas y en estos tiempos donde la
incertidumbre del futuro del trabajo está extendida y donde el bienestar de las
personas en el trabajo se erige como un estándar cada día más innegociable, ¿cuál
es su destino?
Aquí emerge otra realidad. La
jerarquía es un modelo mental, independientemente de la posición organizacional
que ocupemos. Está inoculado en muchos de nosotros. Si se está
arriba, el estilo suele ser dominante y de imposición. Si se está abajo, opera
el sometimiento, la sumisión y la obediencia, que se vive con una rabia y dolor
que no alcanzan para exigir un cambio. Los de arriba tienen poder y nos pueden
destrozar la vida laboral que hemos construido. Pero si me nombran en un cargo
con autoridad, paso a ejercer el rol dominante y aparecen los repertorios
autoritarios y déspotas. Se conoce como esquema mental autoritario.
Casi todas
las personas con las que converso este tema quieren un cambio ……. Pero lo
quieren allá afuera, “en los de arriba”. Necesitamos cambiar nuestras creencias
y nuestro pensamiento ancladamente jerárquico. En un nivel, si hay jefes y
gerentes psicópatas y tóxicos es porque lo permitimos y, al parecer, lo
comprendemos desde nuestras ideas jerárquicas. Nos acomoda y está en la zona de
confort. Es lo conocido. Si bien no es
nuestra responsabilidad final y “los poderosos” hacen su trabajo para conservar
el poder a como dé lugar, ¿no será hora de cuestionar las ideas jerárquicas que
a ratos nos inmovilizan y avanzar a creencias en red, comunitarias y
cooperativas?
A la perversión
de la jerarquía le queda poco tiempo relativo. Daña profundamente a las
personas y no permite que las organizaciones cumplan su finalidad. Hoy, la
tiranía de la jerarquía es inefectiva. Y los que se benefician de ella la
defenderán a ultranza, en cualquier dominio: empresa, institución, familia, partido
político, iglesia, congreso o cualquier grupo dominante de poder. ¿Qué camino
seguir?
De eso hablaremos en la próxima columna: cómo integrar jerarquía con redarquía para resultados sostenibles y personas con altos niveles de bienestar y calidad de vida. No se trata de borrar la jerarquía. Se trata de acotarla, ubicarla donde es útil y generar redarquía para los resultados sostenibles, la innovación y el bienestar de las personas en una comunidad organizacional.
De eso hablaremos en la próxima columna: cómo integrar jerarquía con redarquía para resultados sostenibles y personas con altos niveles de bienestar y calidad de vida. No se trata de borrar la jerarquía. Se trata de acotarla, ubicarla donde es útil y generar redarquía para los resultados sostenibles, la innovación y el bienestar de las personas en una comunidad organizacional.
¿Y si el plan organizacional para mejorar las organizacionales fuera
facilitarle la vida a los empleados para que desde ahí desplieguen sus
fortalezas y logren resultados? ¿Utópico? Dentro de poco, será la única opción.
Próxima columna: cómo organizarnos en red horizontal, cooperativa y
colaborativa, asegurando resultados y bienestar. Se viene la redarquía: el
orden en red.
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