Ni centro político ni centro social: centro emocional
Los
políticos saben que las personas que no votan ideológicamente son las
que definirán las elecciones presidenciales. Por eso la obsesión por conquistar
el voto de centro y de los indecisos. A eso le llaman el centro político. Son
personas que no necesariamente están topográficamente ubicados entre la
izquierda y la derecha, sino personas que no sienten las ideas políticas como
parte de su quehacer habitual. Es un mundo lejano a su realidad.
Longueira
planteó la idea de conquistar el centro social, dando continuidad a la lógica
de que un partido de derecha se apropie de las ideas históricas de la izquierda
y que inauguró con la noción de UDI popular. Es un interesante movimiento de
lenguaje. ¿Funcionará?, ¿tendrá algún efecto real en los votantes?, ¿las
personas se sentirán impulsadas a votar por Longueira por esta frase con olor a
cercanía, complicidad y compromiso con sus necesidades?
Creo que las
ideas de centro político y centro social se equivocan en su diseño. Ambas son
ideas que apelan al pensamiento de la gente, como si nuestra mente fuera la que
va a determinar cómo votamos. Esta es una creencia equivocada: apelar a la
racionalidad como impulsor de la intención de voto y esforzarse por mostrar
evidencias de los errores de los otros candidatos y los aciertos propios.
Hace más de
una década que la psicología demostró que la toma de decisiones es movilizada
por factores emocionales antes que racionales, mediante los estudios de
Kahneman y Tversky. Algunos candidatos y sus equipos de campaña no han tomado
nota de ello. Las personas votamos por aquellos a quienes les creemos y ese es
un fenómeno emotivo y subjetivo. Si bien las campañas deben presentar ideas y
caminos concretos, lo más relevante es cómo me siento tratado por la actitud
del candidato, si sus ideas me incluyen o excluyen, y si lo que siento ante su
figura me genera cercanía o distancia.
La clave es
apuntar al centro emocional de las personas. Aquí no hay diferencias entre
izquierdas, derechas, progresistas, indecisos, liberales y ecologistas. Todos
tenemos nuestro centro emocional, el corazón, el que determina nuestras acciones y decisiones, con la ayuda del sistema límbico.
Dado que mi centro emocional es el que más influye en la toma de decisiones, será
la emocionalidad más tranquila, creíble e inclusiva la que tendrá mayor posibilidad de cautivar los esquivos votos para ganar la elección.
Las personas
establecemos un vínculo emocional con el candidato de nuestra preferencia.
¿Cómo se construye ese vínculo? En tres niveles: primero es la sensación de
autenticidad y verdad que me produce el candidato. ¿Es honesto, sus actos
avalan sus palabras, me llega verdadero, miente al responder, está centrado o
es impulsivo y ataca a otros? Mi percepción de la integridad del otro es el
determinante de la credibilidad que le atribuyo. Este es el factor emocional
central para el voto: creer que habla “de corazón”, sin maquetas, medias
verdades ni frases aprendidas para la galería.
Una muestra
de la potencia de este factor es la baja aprobación del presidente Piñera, que,
más allá de su capacidad de trabajo y sus logros, no logra levantar en la
aprobación de la mayoría pues al inicio se ancló en la emoción de la gente una
sensación de poca credibilidad (por la tardía venta de las acciones de Lan,
CHV, Colo-Colo y la sospecha de su intervención en la salida de uno de los
íconos emocionales: Bielsa)
El segundo
factor que construye vínculo emocional con las figuras públicas es la
inclusión. Es una necesidad psicológica sentirse incluido por los otros y ser
parte de un colectivo mayor. Al igual que la autenticidad, esta es un atribución
subjetiva que cada uno hace. ¿Las ideas de esta persona entienden mi realidad?,
¿sus ideas recogen mis dificultades cotidianas?, ¿sus ideas morales me ponen en
la línea de los que excluye o incluye?, ¿está por mantener un modelo económico
que logra crecimiento y profundiza la segregación o entiende que hay que hacer
cambios para que más personas se beneficien de la riqueza que genera?
Cuando
considero que una persona es honesta, verdadera y que sus ideas y acciones
demuestran que entiende mi situación personal, me siento incluido y se ancla la identificación subjetiva con lo que ésta representa. Ahí se
construye el vínculo emocional, esa cercanía subjetiva con el candidato que
hará que ponga parte de mis esperanzas de mejoramiento de mi vida cotidiana en
su actuar.
El tercer
factor que sella o rompe el vínculo emocional es la confirmación en los hechos
de si la persona sigue siendo auténtica e inclusiva. Una vez que obtuvo mi voto
y ganó, ¿hace lo que “me” prometió? Si lo hace, se ancla un vínculo de
credibilidad de largo plazo. Si no lo hace, aparece el defraudamiento, la desesperanza
y la sensación de una traición emocional subjetiva.
Ni centro político ni centro social: centro
emocional. La mayor probabilidad de ganar la elección la tiene el candidato que
entienda la centralidad de la subjetividad emocional como determinante de la
toma de decisiones en la elección: ser auténtico (y le otorgamos credibilidad),
incluirme verdaderamente (y generamos afecto) y actuar en
consecuencia (y le otorgamos liderazgo).
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