Crispación emocional en los políticos
Varios analistas han aludido al clima político de las últimas semanas hablando de crispación o de clima enrarecido. No habría dificultades si ello fuese una tensión puntual y de efectos efímeros. El problema es que a raíz de este clima constreñido se hacen pronósticos de guerra entre partidos y bloques, anticipando una campaña presidencial con más descalificaciones, ataques y exacerbaciones emocionales que lo habitual en estos períodos de tanta promesa vana, tanta mentira calculada para un electorado específico y tanto frase vacía y carente de convicción para ganar esos votos de centro que le faltan a casi todos. El período de las palabras a medias.
Hagamos una distinción de entrada. No es lo mismo estrategia que intención estratégica. Los candidatos diseñan estrategias de campaña. Una estrategia es el plan para alcanzar los objetivos. Se asume que es racional, analítica y lúcida. Sin embargo, la intención estratégica, el norte hacia el cuál dirigir la estrategia, es construida desde la emoción. Los sueños, la imaginación, el motor de las mejores ideas y la energía para las acciones derivan de la emoción, que guía la intención estratégica.
Las dificultades aparecen cuando se cree que se tiene una estrategia racional y no se asume la emocionalidad de la intención estratégica y su fuente subjetiva. Los candidatos defienden sus ideas, visiones de mundo y sus valores desde lo que emocionalmente representan para ellos, pues su identidad y la de su grupo de referencia se articulan desde la necesidad de seguridad afectiva y pertenencia social.
Las candidaturas son construidas en primer lugar desde la emoción y ganará el que mejor toque el corazón de sus electores. Los programas de gobierno son esenciales para conocer las ideas y proyectos concretos, pero no son los que ganan la subjetividad emocional y el voto de las personas. Las personas queremos liderazgos confiables y creíbles, y eso deriva del vínculo emocional que cada persona construye con los candidatos.
¿Qué climas emocionales quiere la mayoría de las personas? La psicología confirma un hallazgo sencillo y que muchos olvidan: queremos tranquilidad, espacios emocionales positivos y pacíficos, y no vivir amenazados, estresados o agredidos. Cuando se habla de hacer cambios, ellos requieren la mantención de lo ya construido. O si se prefiere, la primera función del cambio es mejorar lo ya alcanzado, sin destruir lo previamente conseguido. Interesante balance: conservación y cambio como ejes de lo humano.
Se entienden los períodos de conflictividad como necesarios para generar quiebres, levantar temas y avanzar hacia mejores soluciones. El cerebro humano opera con el principio de economía mental y emocional. Reducimos la realidad a pocas ideas y pocas emociones, las que nos den tranquilidad. ¿Quién, en su sano juicio, quiere vivir permanentemente en climas de crispación, tensión y emociones negativas?
La psicología positiva descubrió las espirales ascendentes y descendentes. Quien promueve experiencias y emociones positivas genera pensamientos más amplios y optimistas, buen uso de las capacidades personales y de equipo, capacidades de acción aumentadas y efectividad de resultados. Llevado al clima político, electoralmente rendirá más el equilibrio, la prudencia, la promoción de la confianza, no entrar en agresiones cruzadas ni en descalificaciones, y el silencio o la ambigüedad ante los ataques de los otros.
Los que invitan a emociones negativas producen pensamientos restringidos y acotados, exacerban la subjetividad y la confusión en las interpretaciones de la realidad, hacen mal uso de las capacidades personales, muestran capacidades de acción erráticas y desfocalizadas, y producen resultados inefectivos.
Esta espiral descendente es la que deben evitar los candidatos en este año electoral, por lo que cualquier estrategia que promueva el miedo, la sospecha y la desconfianza, que use el ataque como forma de diferenciación y que no dialogue ni quiera construir atmósferas tranquilas, tiene alta probabilidad de perder electoralmente.
La crispación emocional no es rentable electoralmente ni deseada por los mecanismos de la mente humana. La promoción de la tranquilidad, de lo positivo, y del marcar diferencias desde la exaltación de las ideas propias y con respeto emocional hacia el adversario es lo que rendirá frutos con la mayoría de las personas. No sólo en las elecciones. Funciona igual en la pareja, la familia, el trabajo y la comunidad.
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