Inquietante descontento laboral
Durante el segundo semestre de
2012, la Escuela de Psicología de la Universidad Adolfo Ibáñez y la Consultora
Visión Humana realizaron el estudio Zoom al Trabajo, que explora la percepción
de los trabajadores respecto de las organizaciones en las que trabajan. Es un
estudio con una muestra de 800 trabajadores, con entrevista presencial, en
varias regiones del país y en empresas de todos los tamaños, dando cuenta de la
realidad basal de la mayoría de los trabajadores.
El estudio reveló que los trabajadores se sienten menos satisfechos
y más estresados que en 2011. Sólo
un 38 por ciento está satisfecho con su trabajo y un 62 por ciento está
insatisfecho o muy insatisfecho. La insatisfacción aumentó un 10% en
2012. La misma proporción se observa en las personas estresadas en el trabajo, que son 6 de cada 10.
Hay mayor insatisfacción con la
empresa (62%) que con el tipo de trabajo (52%). Los factores que producen mayor
insatisfacción son el trato poco respetuoso, la poca relación entre esfuerzo y
retribución, la inequidad y la actitud general de los jefes. No se observa
diferencias relevantes entre mujeres y hombres.
Al preguntarse por la percepción de
abuso en la relación empresa-trabajador, un 75 por ciento considera que las empresas funcionan abusivamente.
La mayoría considera el trabajo como precario, abusivo, desgastante y desigual.
Se observa un desacople entre los
indicadores macro-económicos y los de percepción en el trabajo. Mientras los números económicos del país mejoran, los
números humanos empeoran. Es dramático e inquietante. La riqueza que
genera el país no llega a las personas comunes y corrientes, en proporción al
esfuerzo auto-percibido que se pone en el trabajo.
La mayor proporción de trabajadores
percibe a las empresas como abusadoras, pero, por otra parte, se requiere a la
empresa porque se necesita trabajar y hacer frente a los altos niveles de
endeudamiento. Es posible que se
esté incubando una suerte de mini olla a presión, un germen de conflictividad
que no ha detonado por la dependencia de las personas de sus trabajos.
La vinculación al trabajo es
instrumental. Este sentido personal se reafirma por la búsqueda de logros
individuales. Sólo en tercer lugar aparecen variables socio-comunitarias como
motivadores para trabajar. Trabajo para vivir, luego para desarrollarme y,
finalmente, para contribuir.
Lo más valorado de un jefe es el
trato digno, con una conducta consistente. Luego se valora un jefe que genere
buenas relaciones humanas y que sea perseverante. Los atributos menos valorados
son la actitud controladora e inspiradora. En una gradiente, se reconoce un
jefe que dignifique, coherente y valorador de los demás. No se reconoce a los
jefes visionarios, entretenidos e innovadores. Lo que se valora está en el piso
de lo mínimo deseable.
Esta foto de una muestra
representativa de la realidad laboral chilena 2012 es inquietante, matiza la
mirada exclusivamente economicista y de análisis macro, levanta señales claras
de la necesidad de expandir y perfeccionar la gestión de personas en las
organizaciones, modera el tono optimista que se lee frecuentemente en los
medios y hace imperativo acelerar la inclusión de lo humano en la gestión de la
mayoría de las empresas.
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