¿Quién se hace cargo del equipo?
Cuando hay
problemas en un equipo de trabajo, lo usual es intentar arreglarlo con
capacitación. Si el diagnóstico muestra que los problemas son causados por el
jefe, se le envía a cursos de liderazgo. Si se estima que los problemas son de
relaciones interpersonales, se hacen cursos de trabajo en equipo.
Conocida es
la fantasía de que la capacitación resuelve rápidamente las dificultades
grupales. La capacitación es fundamental y tiene límites. Sus efectos son
entregar distinciones nuevas, socializarlas dentro de los participantes, ayudar
a crear un nuevo lenguaje organizacional y enseñar metodologías y herramientas
prácticas para facilitar la dinámica relacional. Para que lo aprendido no quede
en el maletín de los recursos personales no aplicados es clave generar
transferencias a los equipos de trabajo, como parte de la misma capacitación.
¿Qué pasa si
después de realizar todo esto, el clima laboral sigue siendo regular y los
problemas de equipo no mejoran sustancialmente? Lo primero es trascender el
análisis de los resultados técnicos. Son variados los equipos que ejecutan bien
su trabajo técnico y cumplen sus tareas y compromisos, en atmósferas
organizacionales negativas, depredadoras de la innovación y productoras de desmotivación y falta de compromiso.
Sobrepasando
este nivel de análisis y mirando desde una perspectiva que balancee la
preocupación por los resultados y las personas (o si se prefiere, los
resultados dependen de las personas y se mantienen en la medida que se
sostengan niveles aceptables de bien estar organizacional), generalmente nos
encontramos con el problema más extendido en los equipos de trabajo: la actitud
de no cambio de sus integrantes, tanto en el gerente-jefe como en los
colaboradores.
El estilo
explicativo usual es atribuir las responsabilidades al otro. El gerente
considera que hace bien su trabajo y que el problema es de los jefes que lo
secundan. Esos jefes opinan que el gerente no genera las conversaciones ni las
condiciones mínimas para poder construir una trama de relaciones mínimamente
favorecedora del alto desempeño y de un clima bueno. Todos esperan que el otro
se mueva. Pero esto no es un juego de poker. Cada tardanza en los movimientos
genera inefectividad organizacional y frustración personal.
Algunas
empresas aplican en esta situación coaching individual al gerente-jefe,
apostando a que el mejoramiento de competencias personales tenga impacto en la
dinámica del equipo. Como esto no siempre sucede y genera resultados dispares,
una forma de reducir la posibilidad de error es abriendo conversaciones
colectivas honestas y valientes.
Para
destrabar esta situación es central la meta-conversación, es decir, generar
conversaciones donde el contenido y el texto de la misma sea el contexto y los
procesos relacionales que el equipo vive. Como ver el bosque es difícil de
hacer estando dentro de él, generalmente dichas meta-conversaciones suceden en
espacios de coaching grupal, donde el objeto de análisis son los patrones de
relación entre las personas y su impacto en la efectividad.
Esto
requiere de madurez, consciencia, coraje y disposición al aprendizaje y el
cambio por parte del gerente-jefe del equipo. Es el jefe quien desde el rol de
autoridad es responsable de generar las condiciones del equipo. Y si no está
dispuesto a mirar sus creencias, su estilo de liderazgo y la oferta de espacios
de trabajo y relaciones que hace al equipo, abrir meta-conversación se podría
convertir en un juego de máscaras, un esfuerzo vano donde se hace “como si”
quisiera cambiar, cuando la agenda oculta es que los otros cambien.
Cuando se
enfrenta un diagnóstico de punto de quiebre en el equipo y el gerente-jefe está
dispuesto a cambiar parte de sus patrones, hay esperanzas de mejoramiento
relacional y de un incremento en los niveles de desempeño.
Si esa
actitud de innovación personal está ausente, poco a poco la desesperanza se hace
manifiesta en el ánimo individual de los integrantes del equipo. Los
colaboradores leen que el gerente no quiere cambiar y las explicaciones a los
problemas se focalizan en el estilo de liderazgo del mismo.
Tras la
frustración de que nada cambiará en el equipo, hay una evidente pena de que las
cosas no resulten bien en la dinámica relacional. Cuando no se tienen
esperanzas de que el gerente-jefe cambie, eso constituye un problema para el
superior de nivel jerárquico, usualmente el gerente general.
El drama
es que la dinámica relacional queda tierra de nadie, cuando el primer
responsable en la facilitación de condiciones es el gerente-jefe de área. Así
las cosas, de ese equipo nadie se está haciendo cargo. Pésimo pronóstico si no
se hace algún movimiento. ¿Quién se hará cargo?
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