Realidad organizacional chilena: paradigmas fragmentados
Esta columna
nace del análisis de las tendencias que se observa en dos estudios cuantitativos
de la realidad chilena: la Encuesta Nacional de Salud, Trabajo y Equidad en
Chile (ENETS 2011) y el Estudio Zoom al Trabajo 2011 de la consultora Visión
Humana.
Dentro de
los muchos datos que contienen ambas encuestas, lo que más llama la atención es
la confirmación de la precarización del empleo en la mayoría de las empresas
chilenas, una marcada insatisfacción con los estilos de liderazgo de las
jefaturas y una tendencia hacia el trabajo hedonista.
Un botón de
muestra. Los jefes más valorados son los respetuosos, honestos, transparentes,
responsables, que cumplen sus promesas, con conocimiento y experiencia,
conciliadores y buenos resolutores de conflictos. Las cualidades menos valoradas son
la creatividad, innovación y la capacidad visionaria y de crear atmósferas
entretenidas.
Primera
constatación. Este solo dato muestra un desacople entre lo que enseñamos en las
universidades y la realidad local. Existe una marcada responsabilidad entre
quienes dirigimos programas de postgrado en gestión de personas y organizaciones,
por la focalización que hacemos en las buenas experiencias organizacionales,
dejando en la obviedad que ese número de empresas son porcentualmente pocas. Si
bien marcan la tendencia y son interesantes en sus prácticas de punta de lanza
e innovación, no dan cuenta de la realidad mayoritaria que viven los
trabajadores en Chile.
Dicho de
otro modo, los paradigmas desde los cuales se analiza, comprende y enseña sobre
personas y organizaciones proviene de la mirada “desde la empresa hacia el
trabajador”, en un observador vertical y uni-direccional. Es el mismo paradigma
desde el cual se toman las decisiones en gestión de personas en las empresas,
finalmente un paradigma centrado en el poder de las organizaciones y con un marcado
paternalismo.
Está
prácticamente ausente la mirada inversa, “desde el trabajador hacia la
empresa”. No ha sido tema relevante para las empresas la comprensión de la
vinculación trabajador-empresa, desde su subjetividad y percepción de la
realidad. Tiene mínimo o nulo impacto en las decisiones organizacionales, y es
un punto de vista que no se considera.
Segunda
constatación. Las políticas y prácticas en gestión de personas se piensan,
diseñan e implementan desde el paradigma vertical empresa-trabajador, con
escasa consideración de la perspectiva de los trabajadores.
Considerando
ambas constataciones es posible afirmar que el fenómeno de fondo, consciente o
inconsciente, voluntario o involuntario, es la negación de una parte
significativa de la realidad de las organizaciones en Chile. Se mira, decide y
ejecuta desde un punto de vista restringido. El de quienes dirigen.
Surgen
desafíos urgentes: mirar la realidad de frente, haciendo investigaciones
descriptivas de la opinión de los trabajadores, de manera de ajustar parte de
las políticas de gestión de personas a su realidad. Es hora de ampliar la
perspectiva de la realidad organizacional, para asegurarnos que las decisiones
se acoplen con la realidad de los trabajadores, con su impacto en
involucramiento, disminución de la conflictividad, aumento de la productividad
y mejoramiento de las atmósferas de trabajo.
Ello nos
pone de cara a los temas de participación, estilo de liderazgo y uso del poder de
las jefaturas, forma de toma de decisiones y, aunque a algunos les parezca
increíble, cumplimiento de las condiciones laborales mínimas contempladas en la
ley: pago de imposiciones, respeto de los turnos, efectivo pago de las horas
extras, y aplicación real de la ley de accidentes y enfermedades profesionales.
Comentarios
Segundo, hecho el diagnóstico realizado creo fundamental dirigirse en los programas de formación al punto de encuentro entre "la realidad actual", con conocimiento innovador de primera línea y la formación de competencias personales para el alto desempeño. Esto pues por un lado al formar profesionales estamos orientándonos a la realidad presente y, al mismo tiempo, con foco en el futuro y en la transformación necesaria. Para esto es esencial concebirse y asumir el propio rol como agente de cambio y transformación. Esto es realizable a través de competencias técnicas y las que ya conocemos que sólo se pueden desplegar a partir de un proceso de transformación personal, desde adentro hacia afuera.
Tercero, aunque sabemos que el impacto de un proceso de transformación organizacional parte desde su núcleo, es imprescindible combinar estrategias top-down y bottom-up para que realmente exista un encuentro entre la dirección y sentido de la organización, el cambio que quieren los líderes (partiendo por cambiar ellos) y las necesidades de los trabajadores para generar las condiciones para que el talento se despliegue.