(Des) Centramiento

Las personas que han estudiado coaching o alguna técnica de meditación están familiarizadas con la idea del centramiento. Generalmente se realiza un centramiento corporal, ya sea mediante técnicas de respiración consciente o de estiramiento muscular, poniendo la atención en la diferencia entre la tensión y la distensión de la musculatura.

El supuesto conceptual del centramiento es la coherencia y la inter-dependencia sistémica de los dominios humanos: cuerpo, afectos, mente y espíritu. Dado que el cuerpo es la vía privilegiada de conexión con nuestra biología y ninguno de los 4 dominios humanos escapa a su alcance, se asume que centrando el cuerpo se facilitan las condiciones internas para el centramiento emocional, mental y espiritual.

Además de las formas comentadas, otras rápidas formas de centramiento corporal son la respiración diafragmática profunda o la visualización de un hilo de plata que me recorre desde la coronilla (en la cabeza) hasta la punta de los pies, pasando por el centro imaginario de mi cuerpo. Pensar, visualizar o imaginar ese hilo plateado y balancear el cuerpo hacia delante, atrás, izquierda y derecha tiene el efecto de centrarnos en pocos segundos, independientemente del estrés que pueda existir en lo externo.

Como se lee, son formas tan sencillas que simplemente depende de la voluntad de querer centrarse, pues ni siquiera toman demasiado tiempo. Se requiere la consciencia de la importancia de estar centrado y sus efectos, y la consciencia de las consecuencias del descentramiento.

El centramiento del cuerpo trae aparejado el centramiento de las emociones, emergiendo la paz, armonía, tranquilidad y alegría, entre otras, el cúmulo de las emociones positivas. Desde esa emocionalidad positiva la mente funciona en equilibrio y con lucidez, sin dejarse contaminar por pensamientos excesivamente negativos, desequilibrados o espurios.

Cuando se comentan estos efectos del centramiento parecen ridículamente sencillos, torpemente simples e incluso algo simplistas, pues la vida de la mayoría está marcada por un descentramiento que atrapa, ahoga, nubla la mente, impide buenas decisiones y usualmente mantiene la angustia en un nivel alto.

Así como la clave del centramiento es el cuerpo, la clave del descentramiento son las emociones. Es cada uno quien tiene el control de la puerta de sus emociones y el que la abre o cierra a emociones tóxicas o emociones florecientes. Las emociones que más nos descentran son las de menor vibración energética. En orden de más a menos tóxicas son la vergüenza, la culpa, la apatía, el miedo, la ira y el resentimiento.

Cada uno conoce experiencialmente los efectos personales y relacionales de estas emociones depredadoras de lo mejor de nosotros mismos, que nos llevan desde el deseo de querer desaparecer y ser eliminados que produce la vergüenza, la desesperación que genera la apatía, la ansiedad y retraimiento que nacen del miedo, el odio que imprime la ira, hasta el desprecio y la sed de venganza que laten en el resentimiento.

Cuando vivimos estas emociones negativas y sus efectos lánguidos estamos en medio de una tormenta de arena, no sabemos cómo salir, nos sentimos atrapados y con frecuencia aparecen trastornos psicológicos por la mantención de estas emociones que nos comienzan a consumir lentamente. Mucha gente acude rápidamente al psiquiatra para pedir medicamentos para el manejo de los síntomas, lo que calma el dolor y la angustia del momento y permite llevar una vida cotidiana con menos sufrimiento.

No obstante, el tema es qué aspectos de fondo nos descentran, por lo que es vital exhumar y afrontar las causas que me tienen en ese estado emocional. Y ese trabajo es mental. Lo interesante y complejo a la vez es que la lucidez y claridad de la mente derivan de la armonía emocional, y no al revés. Quienes se ponen a pensar en estados emocionales tóxicos entran en una espiral de pensamiento negativo y excesivo, es decir, piensan demasiado (toman caldo de cabeza como reza el dicho), con la consecuencia de profundizar la emocionalidad tóxica y la confusión cognitiva.

En otras palabras, para salir de estados emocionales tóxicos es vital la claridad que aporta el pensamiento, la que sólo se logra desde emociones positivas. Por lo tanto, antes de pensar en las causas de mis problemas, mis traumas, mis dolores, fantasmas o mi sombra, es necesario que logre centramiento emocional.

En columnas anteriores he descrito cómo reducir la negatividad, cómo aumentar la positividad y cómo cerrar la puerta corporal a las emociones tóxicas mediante el control del plexo solar. La clave está en la decisión consciente de no dejar entrar en mi interior aquello que sé que me hace mal. Nuestra sensación sentida y nuestro GPS interior saben por intuición las cosas que nos hacen mal y son el instrumental corporal que nos avisa que debemos alejarnos de ciertas personas, situaciones o grupos.

La trampa está en que nuestra mente descentrada comienza a dar argumentos y explicaciones para no hacerle caso a nuestra intuición certera, parapetada en las creencias que aceptamos de niños (esto debe ser así, esto no puede ser de esta forma, debería actuar de este modo, lo que se espera de mí es esta conducta, entre otras explicaciones comunes). Así consolidamos el descentramiento y la poca fidelidad a ese instrumental centrado que todos tenemos dentro.

Cuerpo centrado, emociones tranquilas y mente en silencio. Esa es la tríada de conexión con el centramiento natural de lo humano, desde lo corporal y lo emocional hacia lo cognitivo. En ese orden. El centramiento aporta el silencio, la liviandad, el foco en el presente, la armonía, la plasticidad conductual y la claridad mental que nos llevan a manifestar nuestras mejores creaciones.

Comentarios

Anónimo dijo…
SIMPLEMENTE, EXCELENTE. GRACIAS.

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