Políticos chilenos: una elite egocéntrica y sorda que necesita tensión
La gente que alcanza una vida satisfactoria tiene que dejar de ser egocéntrica en algún minuto y mirar a los otros como foco del sentido de su vida. No hablo de los hijos. Hablo de los otros sin rostro, de los desconocidos, del interés social. Los buenos resultados se alcanzan en un equilibrio yo-otros, es decir, la mitad del tiempo me preocupo de mí mismo y la mitad del tiempo me preocupo genuinamente de los otros.
Este 50% yo y 50% otros es clave para lograr buenos resultados como equipos y como país. Ya escribí la semana pasada que desde el Presidente hacia abajo tenemos exceso de narcicismo, o sea, mucho interés por el yo y poquito por los otros (en los hechos, no en las intenciones ni los relatos , donde parecen todos unas especies de Madre Teresa de Calcuta pro-sociales). Vimos el discurso de asunción del mando del presidente Humala y volvimos a confirmar que decir palabras y promesas es gratis. Imposible que cumpla ni el 30% de todo lo que dijo, a menos que nacionalice todos los recursos naturales peruanos y aumente descomunalmente los impuestos.
Este exceso de egocentrismo es la enfermedad de la clase política chilena. Hay algunas contadísimas excepciones, pero todos juegan para sí mismos. Primero porque se saben parte de la elite. O sea, entre bueyes no hay cornadas. Se sacarán los ojos por los medios, dirán un par de provocaciones y mentiras, y al final del día prima el compadrazgo. Saben que se están repartiendo el chancho entre ellos. Son los dueños del poder y ni las movilizaciones sociales les quitan ese gustito ni el sueño.
Como tienen el poder saben que pueden hacer lo que quieran y no pasará nada o casi nada. Alínco style. El juicio es brutal: sólo les importa conservar su status, ser parte de la elite, obtener beneficios de ello y salvar dignamente ante los problemas y los medios. Al final del día, la estantería sigue igual. Y ellos siguen cobrando.
La gente reclama que no la escuchan, que no la pescan, que su voz no es oída y el país está con paros, una reconstrucción lentísima que no está a la altura de las necesidades, la delincuencia aumentando y la ejecución presupuestaria del gobierno atrasada.
¿Qué hay que hacer para que la elite política “vea” a los otros?, ¿cómo hacemos que se dejen de hacer gallitos ridículos entre ellos y vean que está el interés superior de Chile y los más pobres por delante? El numerito de la Concertación de no asistir a la reunión con el Presidente es impresentable. Puros argumentos pequeños y de muñequeos pendejos para ganar cámara y hacer sentir la fuerza. Que miserables. Nunca la oposición 1990-2010 tuvo semejante actitud.
Cuando el gobierno de Lagos amenazaba con caerse a pedazos en medio de la crisis MOP-Gate, Longueira estuvo a la altura. ¿Quién será ahora el Longueira de la Concertación, el que ponga la visión país por sobre las diferencias miserables y construya un acuerdo para los ciudadanos?
Siempre el cálculo pequeño. Todo se evalúa por el impacto en los medios y en las próximas elecciones. No quiero pecar de iluso pero ya es suficiente. Se está incubando una indignación en los ciudadanos que los políticos de todos los partidos no están sopesando en su profundidad. Dicen que la ven y la escuchan, y en sus actos se siguen comportando igual.
Es hora de salir del yo y mirar a los otros. Pero no a los otros políticos, a la gente como ellos, a los GCU de la elite, esa que se cree superior al resto de los chilenos. Es mirar la realidad cruda de la gente con escasas oportunidades, a los que se les prometió tanto post-terremoto y hoy se sienten justificadamente defraudados y mentidos, a los alumnos de colegios que no pasan de 450 puntos en la PSU, a la gente que no puede salir de sus casas por el gobierno barrial de los delincuentes y los narcos.
Razón tiene el alcalde de Puente Alto cuando dice que a este gobierno le falta calle. Pero no es sólo al gobierno. Es a todos los poderosos. Están cómodos y tranquilos. Las movilizaciones sociales son una turbulencia que ya pasará.
Ante tamaña inconsciencia colectiva de los políticos y frente a la demostración de que no van a cambiar por convicción ni menos van renunciar a los beneficios del poder, no nos queda otra que aumentar la tensión, intensificar los síntomas, amplificar los problemas, profundizar los paros y cualquier acto que los haga ver y tomar conciencia de los quiebres y fracturas sociales que hay en el Chile de hoy. Me carga tener que recomendar esto, pero si se comportan como ciegos y sordos a la necesidad de asumir con valor y coraje los cambios que Chile necesita, somos los ciudadanos comunes y corrientes los que tendremos que correr riesgos, movilizarnos, provocar incertidumbre y tensionar, tensionar y tensionar a la clase política, para que salgan de su ego sordo y oigan lo que Chile necesita en el mediano y largo plazo. Aunque arriesguemos el pellejo.
Se está incubando un movimiento de indignación social donde tienen responsabilidades todos los políticos desde 1990 a la fecha. Esperemos que esta tensión indignante aumente y los mal llamados honorables reaccionen ante el dolor y el clamor de los más vulnerables.
Comentarios
Saludos,
Un abrazo
Los que se arriesgan. Los que muchas veces pierden, con casi siempre los mismos.