Presentación de Jaime Hales en lanzamiento de GPS Interior


Agradezco la oportunidad que me ha dado la editorial de presentar este libro de Ignacio Fernández. Y también al autor aceptar la posibilidad de un diálogo público entre distintos enfoques de la vida, el que normalmente se da en ámbitos más privados.
Lo que sucede es que este libro - el GPS interior – reúne al menos dos de las aristas más destacadas que marcan las posiciones en la sociedad. Por un lado, se dirige al mundo empresarial, un ámbito en que las motivaciones del quehacer humano tienen que ver con la rentabilidad, la utilidad, los beneficios materiales que se deben brotar del esfuerzo empresarial y laboral. Por otro, el libro se orienta a proponer al común de las personas una mirada sobre sí mismo, sobre cada uno, para ayudar a despertar, a surgir, a ser feliz.
Dos vectores que logran cruzarse en un punto que está por sobre la “línea de flotación”, es decir, que permite a ambas sobrevivir y adquirir vigencia.
Porque, en los tiempos que vivimos, no cabe duda que el concepto de la persona y su aporte específico ha adquirido una importancia mayor que nunca antes en la historia, ya no por la prestancia sólo del líder, sino de cada uno de los actores del proceso productivo de riqueza en la sociedad. Así como fue lentamente despareciendo la diferencia entre obreros y empleados en la terminología socio política y la palabra “industria” pasó de ser sinónimo de producción a sinónimo de esfuerzo empresarial, del mismo modo la relevancia de los trabajadores de una empresa se hace cada vez mayor, dejando de ser meros “recursos humanos” para ser actores relevantes en el desempeño y éxito de la empresa. No tengo la ilusión de que se hayan alcanzado metas finales, sino que me asiste la certeza de que hemos empezado el camino.
El libro del profesor Fernández es la obra de un académico. Eso se nota de principio a fin, en el lenguaje y en el tono, pues el profesor está simultáneamente enseñando el fruto de un conocimiento acumulado – mediante la inserción de sus dichos en las más modernas corrientes de pensamiento – y entregando sus propias reflexiones, como se espera en el siglo XXI de quienes asumen la creatividad como un valor significativo de la vida académica.
Aunque por el título y por el estilo personal de algunas de sus páginas el libro podría ubicarse en las estanterías de auto ayuda, esta obra trasciende con mucho esa categoría a veces liviana o al menos vista con cierto desprecio por los intelectuales. Efectivamente, si bien sirve de gran ayuda para el lector, se sale del molde común puesto de moda en las últimas décadas: libros que relatan un hecho personal del autor, a partir de lo cual saca conclusiones y expone algunas ideas y consejos en las primeras cuarenta páginas, para llenar las 100 siguientes con reiteraciones, más ejemplos y testimonios que podrían ser innecesarios.
La obra del profesor Fernández es sustantiva, es decir, no hay líneas que sobren ni páginas de relleno. Una primera parte está dirigida a capturar al lector común y corriente, a quien está en búsqueda de sí mismo o siente su vida incompleta o se siente algo perdido en el mundo contemporáneo. En estas páginas el lector se puede sentir acogido y reconocido, aprendiendo útiles técnicas para aplicar las propuestas del autor. Una segunda parte está orientada a quienes participan o generan empresas, a los líderes o a quienes deben orientar actividades grupales, productivas, de servicios o de otro tipo. También, por cierto, con consejos útiles y valiosos.
Todo está redactado con respeto por lo académico, sin caer, a dios gracias, en el abstruso lenguaje de aquellos que creen que usar palabras difíciles es reflejo de calidad. Por cierto que la primera persona que usa el autor lo compromete con lo que propone, revelando que sus afirmaciones no son consecuencia sólo de reflexiones teóricas, sino de una experiencia en su propio desarrollo personal.
Esta es quizás la clave: el desarrollo personal por sobre la auto ayuda. No se trata de aprender dos o tres técnicas para la autosatisfacción egoísta, sino entender que la persona expande sus potencias trascendentes en la misma medida que se inserta en el mundo que vive y se relaciona con las personas de su entorno.
Cuando leí el libro, por desgracia en fotocopias pues aun no salía impreso, pude comprobar una idea que he sostenido en mis clases y talleres, pero que nunca me he atrevido, hasta hoy, a pronunciar en ambientes académicos. Estoy convencido de que la psicología no es sino el antiguo y vigente pensamiento esotérico con una pretensión científica.
¿Qué nos enseña la tradición esotérica? En el moderno oráculo de Delfos, que no tiene más de tres mil años de antigüedad, se expresaba con claridad una frase que ya rondaba el conocimiento y el misterio desde hacía varios milenios: “Conócete a ti mismo”. Porque la verdadera clave de la felicidad, del desarrollo personal, del éxito en la mayoría de los planos profundos, tiene que ver con la conciencia de sí mismo. Y eso es saber por qué y para qué (clave en la que el autor insiste) he nacido, por qué y para qué he elegido nacer en estas condiciones, saber qué he venido a aprender, cuál es mi tarea (o mis tareas) y de qué recursos dispongo para cumplirla.
Desde allí se va desarrollando el argumento central de la obra: que el verdadero camino es el que comienza en mi interior. Será la actitud de cada uno, según cómo responda a sus preguntas internas, lo que definirá el resultado que habrá de obtenerse en el desarrollo de la vida: si cumpliré o no las tareas asumidas al nacer.
En el interior de cada uno, dios ha puesto una semilla, un germen de divinidad. Y ese germen habrá de desarrollarse hasta llegar a la plenitud, para lo cual – lo digo yo, no lo dice el autor – tal vez necesite más de una encarnación. Buda requirió de 40 mil.
Nada hay más propio de la tradición y el conocimiento esotérico que estas afirmaciones, particularmente, la pregunta del “para qué” pues se parte de la base que no siendo casual el nacimiento – y nada – entonces la vida tiene un sentido propio que debe ser descubierto, no de una vez y para siempre, sino paso a paso según los eventos que desarrollamos. No nacemos ni el lugar ni en el tiempo equivocados, sino siempre lo nuestro tiene intención precisa.
Para eso sirve el GPS, para encontrar el rumbo, saber dónde estamos cuando creemos estar perdidos, para encontrarnos con nosotros mismos, para conocer mis emociones verdaderas, para dejar de lado las emociones negativas, para conectar con la mente, para saber vivir nuestra corporalidad intensamente, respetuosamente, correctamente, para establecer un canal con la espiritualidad más profunda y, por lo tanto, avanzar por el difícil túnel que nos lleva a la gloria. En este punto, siendo de raigambre cristiana, no pude evitar recordar que en el credo católico se nos reitera que Jesús, después de morir y antes de resucitar, debió pasar por el infierno. ¡Qué nos esperará a  nosotros!
Este conocimiento de mí mismo es el que me llevará a la felicidad, la satisfacción, la plenitud. Porque tendré conciencia de mí y del mundo que me rodea. Ya que para que el desarrollo personal sea completo, debe haber una inserción en mi entorno, de tal modo que mi progreso se exprese en amor.
Es el amor a los demás, que es fruto del amor a mí mismo, pues en ese mí mismo vive la divinidad. El autor llega a decir: “Nos constituimos como personas cuando nos relacionamos con los demás”, recogiendo, no sé si sabiendo o no, la tesis del Personalismo de Emmanuel Mounier, el gran filósofo fallecido prematuramente.
Para el autor es indispensable situar la palabra innovación: porque ése el cambio personal necesario para modificar el entorno, donde mi aporte moverá los aportes de otros. Ya se acabó el tiempo de creer en el viejo debate respecto de qué es primero, si el cambio personal o el cambio social. Ya sabemos que ambos son parte de un mismo proceso, bi direccional.
Tengo muchas coincidencias con el autor, pero prefiero recoger su aporte y reflexionar sobre ello. El habla de controlar las emociones. No estoy seguro, pero lo miraré de nuevo. Dice que el perdón debe incluir el olvido. Yo siempre he dicho, perdón sí, olvido jamás. Lo revisaré, pues quizás él tiene razón. El desliza una crítica a los rebeldes, a quienes trata como extremistas frente a una necesaria obediencia. Yo he creído siempre que la rebeldía es el mejor aporte para la construcción del orden, para el cambio, para la innovación y el conocimiento del entorno.
Lo que sucede es que si controlo o reprimo mis emociones, puede venirme un ahogo espantoso, que me haga explotar inadecuadamente. O si olvido, capaz que vuelva a soportar lo mismo que perdoné una vez. Si no me rebelo, termino aceptando lo que no sirve para el amor.
Este libro es teóricamente valioso y muy práctico al mismo tiempo, con cuadros ordenados y preguntas, sobre todo preguntas. Porque al formularnos esas preguntas comenzaremos a avanzar por la búsqueda de la verdad que yace en nuestro interior.
Felicito al autor, les recomiendo que compren el  libro y deseo el mayor de los éxitos a los protagonistas de estas aventuras. Escribir es una maravillosa aventura, pero lo es mucho más atreverse a conocerse a sí mismo.

Comentarios

Carmen Ortúzar dijo…
Muy buena presentación. Y qué bueno que Hales haya reflexionado sobre el texto y no sólo aprobarlo.
Respecto del perdón y olvido... No sé, creo que hay personas que olvidan pues olvidan todo, siempre. Pero otras recordamos lo doloroso, aunque deseemos olvidar. Otra cosa es darle y darle vueltas.
Y en cuanto a las emociones, más que reprimirlas pienso que se deben compartir, eso libera, y a partir de ahí tomar una decisión de no hacer daño a raíz de las mismas. Emociones y sentimientos no se pueden controlar, las acciones, sí.

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