Integridad personal


Al hablar de integridad se conecta con 2 miradas que parecen tener escasa relación: por una parte, la integridad es reconocida como una característica de personas sabias y desarrolladas, y sus referencias provienen de literatura de tipo espiritual o de autores orientales. Por otra parte, es vista como aquello que estaba ausente en relaciones comerciales, políticas y financieras marcadas por la corrupción, las coimas, el tráfico de influencias, el uso de información privilegiada, el lobby desregulado, la codicia sin límite y la apropiación indebida de recursos públicos y privados.

En la aproximación de tipo espiritual, la integridad personal se concibe como una conquista del vivir conciente. Los relatos de sabios de diferentes tradiciones ancestrales describen invariablemente un proceso de trabajo personal y de lucha con el propio ego que debió ser conquistado para llegar a estados de conciencia transpersonal y universal. Los referentes de la Integridad Personal están en aquel conjunto de valores y comportamientos que dan cuenta de la esencia del alma humana desarrollada, en cualquier tiempo, lugar o bajo cualquier marco filosófico. Que nadie entienda por Integridad Personal la búsqueda de un patrón moral y ético predefinido, proveniente de alguna ideología o religión particular.

Se llega a estos valores post-convencionales observando las características y motivaciones de las personas que han alcanzado los mayores niveles de desarrollo humano, por lo que su comprobación es fenomenológica y en los hechos. No es un ideal inalcanzable ni un constructo teórico. Es donde han llegado numerosas personas luego de trabajar ardua y metódicamente en la gestión de sí mismos, en la expansión de sus fortalezas, en la conquista de su visión conciente, en el control de sus afectos y su energía, y en la eliminación, superación y olvido de las dificultades que han enfrentado.

Son comportamientos basados en valores que perfilan el camino de la automaestría humana y que van más allá de las convenciones y los legalismos, pues buscan el espíritu profundo que está tras la ley e intentan develar los principios esenciales del vivir en convivencia. Esos comportamientos son la alegría, el servicio a otros, la búsqueda del bien común, la solidaridad, la entrega desinteresada, la búsqueda de lo perfecto, lo justo y lo estético, el amor a los demás, el perdón, la paz, la conservación de la vida y el despliegue del potencial creador que late en cada persona.

En la aproximación organizacional, la integridad ha sido estudiada como una forma de resolver problemas o de evitar los daños de la corrupción a la institucionalidad política, social o económica. Se la ve como una solución a un problema existente y no como la oportunidad de generar una nueva forma de mirar la evolución personal o un camino organizacional para explorar lo incierto y crear valor donde hoy no existe . Es referida por diferentes autores como un aspecto esencial de los líderes de organizaciones, aunque hay pocos intentos de definición. Se lo asocia a la honestidad y la responsabilidad de un comportamiento ético, ubicándola como una actitud deseable ante organizaciones o relaciones marcadas por la corrupción, como un factor importante para generar negocios en algunos contextos particulares.

Observamos que la integridad personal es la resultante del tipo de vida que las personas llevamos y alcanza sus mayores niveles en quienes han desarrollado automaestría sobre el yo interno y el yo externo. Busca su referente en lo Superior y se expresa en las acciones cotidianas del mundo, por lo que da cuenta del nivel de conexión entre el proyecto personal trascendente y la acción observable. Es un juicio respecto del balance de los diferentes dominios de lo humano y la integración exitosa y consistente de lo corporal, afectivo, mental y espiritual, tanto en la sensación interna como en el juicio de coherencia que hacen otros.

Sostenemos que la Integridad Personal es la efectividad de una persona, basada en un proyecto personal anclado en valores sociales y trascendentes, que se expresa en un actuar coherente con otros, en todos los dominios de la vida.

Quienes son movidos por proyectos que sólo buscan metas personales y familiares están en la etapa anterior a la Integridad Personal, pues su mirada es más bien autocentrada y egocéntrica. Lo íntegro despunta cuando las inspiraciones personales y lo que otorga sentido a la persona va más allá de sí mismo, trasciende el ego y encuentra motivación en logros sociales y trascendentes, en hacer con otros para el beneficio de muchos y no sólo para el propio beneficio.

Es una búsqueda transpersonal y social, donde el bienestar de otros, el acceso a mejores posibilidades de vida, la distribución razonable y ecuánime de la riqueza colectivamente generada y el bien común, son atractores del actuar conciente. Requiere abandonar el egoísmo y superar el apego temeroso a los bienes materiales para apegarse a proyectos trascendentes.

Esta integridad movilizada por lo social se evidencia en el comportamiento cotidiano y que hemos llamado acción coherente. No se refleja en los discursos ni en la deseabilidad de los valores que la sustentan. Esta acción coherente es encarnar en la propia vida lo declarado, mostrando conductas personales consistentes en todos los dominios de acción de la vida, en lo público y en lo privado, en lo conocido y lo desconocido. El actuar coherente es el resultado del desarrollo balanceado y sostenido de las competencias del sí mismo y las competencias relacionales.

Para ello es clave vivir la vida en la humildad del aprendizaje permanente, observando el impacto de los comportamientos en otros y haciendo aquellos cambios que mejoren la efectividad del actuar. Es enfrentar la vida como un aprendiz, sabiendo que se puede ser diestro o experto en algunos temas y reconocido públicamente por ciertos logros. Ese reconocimiento está en el yo exterior y ello no debe confundirnos. El yo exterior tiene la función de dar cuenta de la evolución del yo interior en la acción con otros, por lo que nunca los logros externos debiesen apartarnos del camino de crecimiento, ni identificar la totalidad del yo con el yo externo. De adentro hacia fuera, desde el yo interno al yo externo, y no al revés, pues el riesgo de ponderar lo externo por sobre lo interno es asentar el gobierno del ego, lo que nos detiene y aparta del camino de automaestría e innovación personal.

Comentarios

Marcela Duarte dijo…
Mucha sabiduría dentro de la humildad de tu artículo.
Aprendices permanentes!!!
annianueva dijo…
BRAVO!!
Unknown dijo…
De 10... Gracias!!!!!

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