Si no hay paz afuera, hay que construirla adentro

Sabemos que la percepción es selectiva y que cada uno ve según sus mapas mentales y emocionales. Eso está condicionado por nuestra historia, nuestra educación y por las pautas socio-culturales que vivimos de un modo mayoritariamente inconsciente. Es el “aire” cultural que respiramos y esa es parte de nuestra realidad.


Agréguele que los medios de comunicación tienen un sesgo hacia la noticia que llama la atención de la mayoría. Eso está marcado por la negatividad, la violencia, los accidentes, el morbo, la muerte y cualquier anormalidad. Lo usual y cotidiano no es noticia para los editores de medios. La “realidad” que transmiten está distorsionada, no obstante para la gran audiencia televisiva y lectora esa “es” la realidad.


Si uno analiza estos hechos según el eje paz-violencia, el “afuera” pareciera mostrarnos un mundo poco pacífico, de alta conflictividad, guerras permanentes, resolución de diferencias mediante la violencia o la imposición del poder, descalificaciones por doquier, poco diálogo y mucho ataque verbal. 


Rápidamente se puede deducir que el mundo no vive en paz y que hay pocas esperanzas de que ello cambie al mirar los intereses y características de los principales gobernantes y autoridades de diferentes ámbitos. Tener al mundo y a la gente asustada mediante el miedo, la amenaza, el chantaje o el ataque directo ha resultado históricamente la estrategia predilecta para controlar a las personas, sus ideas, sus movimientos sociales y su autonomía. Los grupos de poder le temen a la libertad de las personas y su capacidad de organización en micro o macro-comunidades.


En los hechos percibidos y para la mayoría, no hay paz. Eso contrasta intensamente con la creciente necesidad de tranquilidad y paz interior que se observa en muchas personas. En las conversaciones privadas revelamos nuestra necesidad de vivir una vida con sentido trascendente, marcada por emociones positivas y por un bienestar cotidiano caracterizado por la tranquilidad, la libertad y la paz interior.


Si no hay paz afuera, ¿qué hacer? Ser activo en construir la paz que yo necesito en mis espacios de influencia. Eso comienza por uno mismo, por la paz interior, desde adentro hacia fuera. Si soy capaz de construir mi paz cotidiana, podré conocer el camino para articular espacios de paz en mis relaciones afectivas y sociales, irradiando esa energía tan positiva y benéfica.


Dentro de uno hay diferentes tipos de paz y es necesario que las diferenciemos. Como leí de Susana Bender en Facebook, y cuyo posteo me estimuló a esta reflexión, la paz mental no es la paz emocional, ni la paz sexual, ni la paz corporal. 


La paz mental se consigue mediante el silencio. Así calmo la mente humana que salta de una preocupación a otra y me permite conectar con la mente universal, una inteligencia superior que tiene la capacidad de la visión interior profunda, de ver lo que los sentidos humanos no perciben. Quienes logran el silencio persistiendo en su práctica diaria de meditación y conexión con lo Superior y el GPS interior, han comprobado que los límites del yo humano se diluyen para ser parte de una gran mente universal, sabia, brillante y perfecta, donde a la vez soy y no soy yo, o si se prefiere, se fusiona mi yo individual con una gran Presencia universal, una especie de yo compartido y cósmico.


La paz emocional se logra en la unión conmigo mismo y con los demás, en afectos marcados por la positividad, la gratitud, el optimismo y la bondad, tras la búsqueda de un estado de ser afectivo superior: la armonía duradera. El centro de la paz emocional es el corazón físico. Mientras más concentre mi atención en sentir alegría y amor en mi corazón, comenzará a aumentar la concentración de energía positiva hasta llegar a un punto de saturación donde ese afecto amoroso me rebalsa, ebulle, se expande e irradia a otros. Es tan simple como ver el corazón llenándose del líquido o la luz de la alegría y el amor que provienen de lo Superior.


La paz sexual se alcanza mediante la satisfacción sana y estable de los propios impulsos y deseos, sin demonizar la satisfacción y el placer. Está alejada de la impulsividad y la promiscuidad, y deriva de relaciones afectuosas, estables y amorosas. Es sexo en contextos afectivos y de seguridad emocional. Lo opuesto a lo que connota el ponceo y el touch and go, el sexo por una noche o el deporte del sexo por el sexo. Eso es gastar inútilmente la propia energía en actividades que no me dan felicidad duradera y que me van vaciando de sentido. Es rico en el instante, vacío al segundo siguiente e instala la intranquilidad existencial, lo contrario a la paz sexual.


La paz corporal se conquista sosteniendo la buena salud, para lo cual la alimentación sana, la meditación y el ejercicio permanentes son las actividades que producen el mejor equilibrio organísmico y fisiológico.


La paz espiritual se alcanza cuando he logrado armonizar la paz mental, emocional, sexual y corporal. La pregunta para cada uno es si quiero vivir una vida en paz y si estoy dispuesto al ejercicio diario de voluntad para construirla y hacerla emerger en mí. ¿Qué sentido tiene para mi construir mi paz interior?, ¿tiene ventajas que valore profundamente? Requiere conciencia y salir del piloto automático en que muchos vivimos la vida.

Comentarios

Diego Arenas C. dijo…
Interesante post. Me hacen sentido las formas propuestas en el post. Lo malo es que ese "aire" cultural que respiramos generalmente transforma lo que somos, la "libre elección" se torna en las "opciones disponibles" por el sistema y no en una realidad plausible.

Acerca de la violencia y factores de nuestro entorno comparto el documental llamado Zeitgeist Moving Forward que puede resultar interesante.

Saludos.
Ana Delia dijo…
Excelente, Gracias!!!

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