La función del vacío interior


Ante un mundo saturado de estímulos externos y carente de las estructuras exteriores que antaño ayudaron a moldear el mundo interior, hoy las personas nos enfrentamos al desafío existencial de construir una estructura interna que nos dé sentido, dirección y camino.

El sólo hecho de tomar consciencia de esta necesidad existencial ya es una tarea compleja. La mayoría de nosotros entra en una vorágine de cumplimiento de un deber ser internalizado desde niños, en espirales adictivas de consumo o en el logro de una programación socio-cultural que pone al dinero y al éxito público en la supuesta cumbre de la felicidad personal.

Cuando se alcanzan parte de esas metas y se supone que las personas debiésemos estar felices por nuestros logros, emerge con fuerza el vacío interior. Se siente como angustia, a veces intolerable. Un dolor de estómago, una opresión en el corazón, la garganta apretada, el colon irritado, un ataque de pánico, una enfermedad psicosomática o diversas sensaciones físicas incómodas dan cuenta de la presencia de ese hoyo negro existencial que succiona nuestra energía y nos aguijona sin soltarnos. El cuerpo nos muestra que estamos incompletos y que queda camino por recorrer.

La angustia se instala al constatar que ya hicimos lo que suponíamos nos daría tranquilidad y felicidad, y nos damos cuenta que estamos angustiados y sin respuestas. Esa angustia es resultado del vacío interior. Estamos vacíos y no sabemos cómo ni con qué llenarnos, qué hacer en adelante ni por dónde avanzar. Nos quedamos sin repertorios de comportamiento, desestructurados, angustiados y paralizados.

Nuestra actitud ante el propio vacío interior es clave para nuestro futuro como personas. Hay dos tipos de respuesta: escapar del vacío o hacerse cargo de él. En quienes escapan, el vacío los impele a huir de él, como si tuviera una fuerza centrífuga que los expulsara de sí mismos, en una invitación hacia el afuera para hacer cosas que los llenen. Simbólicamente necesitamos llenarnos para evitar el vacío y desplazar nuestra atención hacia el llenado y sus gratificaciones de corto plazo.

Cada uno sabrá con qué se llena: con trabajo, compras, comida, relaciones sociales, sexo, autoexigencias, deudas, crisis, responsabilidades, proyectos, culpas, objetivos, pensamientos, técnicas de desarrollo personal, cursos, adicciones o sustitutos químicos de la energía, entre los más comunes. Llenarse de algo externo es una respuesta compensatoria al vacío, y lo perpetúa.

Más importante de aquello con lo que me lleno y los malos hábitos que genera, lo relevante es que se evita la consciencia. Se calma transitoriamente el dolor que me produce el vacío, haciendo un uso instrumental de esa estrategia de “llenado”, que en sí misma puede ser benéfica, pero que es contaminada con emociones de baja vibración. Por ejemplo, la preocupación permanente por los hijos en sí misma es una bella forma de acción en la vida, pero si la uso para calmar mi vacío interior, modifico la intención original y la cargo con una emocionalidad evitadora que contraviene la esencia expansiva de lo amoroso.

El dolor del vacío interior no se pasa con estrategias de llenado, con anestésicos temporales y transitorios. Puede durar muchos años, una larga noche oscura del alma. Si me resisto a afrontar mi vacío, lo hago presente, persistente, doloroso y permanente. Lo que se resiste, persiste.

La segunda forma de afrontar el vacío interior es haciéndose cargo de él. Es necesario aceptarlo, examinarlo, caracterizarlo y acogerlo, sacándolo del tono negativo que para muchos tiene la palabra vacío. Es clave resignificar y reinterpretar el vacío. ¿Qué mensaje me trae esta angustia existencial?, ¿qué función tiene este vacío interior?

La función del vacío interior es darnos cuenta que para vivir una vida con sentido y que nos haga felices requerimos llenarnos de lo Superior, del Sí Mismo Divino. Ahí está la paz, la armonía y la mejor versión de cada uno de nosotros. El vacío interior no se llena con cosas humanas, se llena con lo sagrado de cada uno.

La clave es aceptar el vacío, ser paciente, no huir y comprender que así como el corazón tiene sístole y diástole, vacío y llenado, espera y acción, nuestra vida automaestra opera con el mismo ciclo y ritmo. Nuestras mejores acciones dependen de nuestros silencios. Nuestros resultados derivan de la capacidad de aceptar nuestro vacío y llenarnos de la energía superior. Día y noche, silencio y acción, vacío y llenado. 

Nuestro “llenado” se hace más fácil si nos concebirnos como una copa vacía que necesita ser llenada con una sustancia de orden superior que nos permita entregar y alcanzar lo mejor. Esa es sustancia divina, luminosa o como cada uno quiera llamarla. Es la sustancia que contiene la energía de más alta vibración y que se anida en nuestro corazón: el amor universal.

El vacío interior es la señal de que estamos preparados para el llenado superior. Para facilitar la carga completa del combustible superior es necesario silenciar la mente, aquietar los sentimientos y controlar el yo exterior, ese que nos impele a salir de nuestro centro y correr tras lo externo, fosilizándonos en las apariencias y amplificando las resistencias interiores.

¡Bienvenido el vacío interior! Marca la posibilidad de nuestra completación como personas y el inicio de nuestro camino de automaestría. Las claves están en tomar consciencia de la función positiva e imprescindible del vacío, en aceptarlo y acogerlo, en saber con qué llenamos ese vacío, y cuán interiormente felices nos sentimos, conmigo mismo, con los demás y con lo Superior.

Comentarios

Unknown dijo…
el vacio existe por algun motivo especial, ahora si mi credo no posee un ente espesifico? si el ente es netamente el equilibrio y la armonizacion?, mi vacio se genera de no saber que quiero que puedo o que necesito para estar bien, mi vacio surge d eno saber para que existo, de no saber como seguir adelante, ni porque hacerlo.
Anónimo dijo…
GRACIAS, Y TE RECOMIENDO LA PELICULA VERBO

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